Capítulo 27

25.8K 898 16
                                    

"Asi mantenme despierto para memorizarte Dame más tiempo para sentir de este modo No podemos quedarnos así por siempre Pero puedo tenerte hoy a mi lado Si pudiera hacer estos momentos interminables Si pudiera detener los vientos de cambio Si sólo mantenemos nuestros ojos de par en par Entonces todo quedaría igual" Awake, Josh Groban

Al despertar, buscó el cuerpo de su esposo junto a ella, pero el espacio estaba vacío. Se levantó a desayunar pensando que lo encontraría ahí, pero tampoco estaba. Su padre ya estaba en el comedor cuando ella entró.
-Buenos días, papá- saludó Elizabeth.
-Buenos días, Lizzie- contestó el Sr. Bennet.
-¿Haz visto a mi esposo?
-Lo vi salir temprano. Pero no sabría decirte dónde.- Nadie parecía saber el paradero del Sr. Darcy. Elizabeth quedó intranquila. A medía mañana, Darcy regresó y entró a su estudio. Un criado le avisó a Elizabeth, quien había estado
practicando en el piano para mantener su mente ocupada. Se excusó con su padre para dirigirse al despacho de su marido. Lo encontró escribiendo en su escritorio. Lizzie había olvidado golpear. -Buenos días- saludó Elizabeth al notar que no se había dado cuenta de su presencia. Darcy se levantó de su lugar para saludarla con un beso. -¿Dónde estuviste toda la mañana?
-Me desperté temprano y salí a cabalgar.
-Sabes que prefiero verte al despertar. Me alegra el día- le dijo Elizabeth regañándolo.
Su esposo le sonrió y tocándole el vientre apenas visible, le preguntó:
-¿Cómo amaneció mi hijo esta mañana?
-¿Hijo?...¿estás tan seguro que es un niño?- preguntó Lizzie sosteniendo la mano de Darcy sobre su vientre.
-Hoy siento que es un varón...pero cambio de opinión casi todos los días- respondió agachándose para volver a besarla.
-¿Y cómo te sientes tú?- preguntó Elizabeth.
-¿Yo?- dijo sorprendido.
-Sí, tú. Anoche no descansaste bien, noto expresión de cansancio en tu rostro. -Es todo culpa tuya- respondió bromeando para evadir el tema- Recibí carta de Richard.
-¿Alguna novedad?
-Sí, piensa venir a visitarnos, hasta que el verano termine. Trae noticias sobre la reacción de mi tía al enterarse de tu embarazo.
-Mmm...espero que la ponga feliz el saber que tendrás un heredero.
-O heredera- la corrigió Darcy. Ella le sonrió. -Te dejaré solo para que sigas con tu trabajo- dijo Lizzie.
-No, no te vayas. No es importante la carta que estoy escribiendo, puede esperar. La expresión en los ojos claros de su esposo la enterneció. Algo le estaba pasando y creía que no era correcto decírselo. Lizzie se quedó con él el resto de la mañana.
Esa noche, Elizabeth despertó con los movimientos de Darcy. Estaba dormido, murmuraba palabras que ella no entendía. Sólo pudo comprender "Lizzie" antes que él despertara y se sentara asustado y agitado en la cama. -Shhh...estoy aquí- le dijo Elizabeth abrazándolo desde detrás en la oscuridad de la habitación sólo iluminada por la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. -William...¿estás bien?
Darcy no respondió, acarició los brazos de Elizabeth, girando su cabeza para mirarla a los ojos y asintió con la cabeza. -Sólo fue un mal sueño- dijo Lizzie para tranquilizarlo. Le corrió el cabello transpirado de la frente y lo besó en su hombro. -Intenta dormir otra vez- le pidió. Él se recostó, pero no cerró los ojos, no tenía intenciones de volver a dormir. -Will, ¿qué te sucede? -Nada, vuelve a dormirte- lo último que deseaba era transmitirle sus temores. Elizabeth realmente quería saber qué era lo que lo estaba atormentado, pero él no se abría.
-Ven aquí - le dijo para que se acercara más a ella. Se acercó lo más posible, tomándola por la cintura. Elizabeth lo miró a los ojos y se los cerró suavemente. Luego los besó y comenzó a acariciar su pelo.
-Ahora, duérmete. No me dormiré hasta que vea que tú lo hiciste.
Darcy acomodó su cabeza sobre el pecho de Lizzie y la abrazó fuerte. Terminó durmiéndose con las caricias de su esposa. Elizabeth se cambió sin hacer ruido. Salió de la habitación silenciosamente para no despertarlo. Era temprano, al llegar al comedor, la mesa estaba aún sin servir. La Sra. Reynolds estaba dando las órdenes del día cuando vio a la joven ama.
-Buenos días, Sra. Darcy, ¿se encuentra usted bien?- le preguntó.
-Buenos días, me siento bien, gracias. Es Fitzwilliam quien me preocupa.
El ama de llaves indicó a los sirvientes que trajeran el desayuno para la señora y, al quedar solas, le
preguntó:
-¿Puedo ayudarla en algo? ¿Envío por el doctor?
-No, no es eso.
-¿De qué se trata?
-Desde que regresó, está actuando extraño. Siento que le pasa algo y no me lo quiere decir. Tiene pesadillas y está siempre preocupado.
La vieja Sra. Reynolds pensó un rato antes de hablar.
-Perdone que me entrometa, ¿pero usted sabe cómo fue la muerte de la Sra. Darcy...es decir, de la madre del amo? -No, nunca hemos hablado de ello. Sólo sé que fue cuando era todavía muy joven.
-La Sra. Anne, perdió varios bebés después de tener a Fitzwilliam. El doctor recomendó que no lo volviera a intentar. Pero la señora no lo escuchó y quedó embarazada de Georgiana. Fue un embarazo complicado, pasó casi todo el tiempo en cama y, cuando llegó el momento, se complicó más. Lizzie la escuchaba atentamente. -Fueron muchas horas, la niña no estaba bien ubicada y la señora estaba agotada. En un momento de distracción, el joven amo entró a la habitación. Estaba terriblemente asustado, pálido como una hoja. Lo tuvimos que sacar de inmediato. Poco después, Georgiana nació. La señora había perdido mucha sangre y no sobrevivió más que unas horas.
-Entiendo, gracias por decírmelo- dijo Elizabeth, que comenzaba a entender los temores no compartidos por Darcy. Sin duda no quería transmitirle el miedo, pero era un pensamiento que a menudo se presentaba en al cabeza de Lizzie. El morir en el parto o que el niño no lograra vivir, era una constante intranquilidad. Pero su carácter optimista intentaba no pensar en lo malo que pudiera ocurrir. Tendría que ayudarlo a vivir el embarazo como algo hermoso y natural, sin temor al futuro. No estaba segura de cómo hablar de todo esto con él, esperaba encontrar el momento adecuado.
Elizabeth salió a caminar, necesitaba pensar. No se dio cuenta ni del tiempo ni la distancia, hasta que se notó cansada y acalorada. Se sentó en el suelo y metió sus pies en el arroyo. La sensación del agua fría la reconfortó de inmediato.
Escuchó el trote de un caballo y miró para ver quién se acercaba. Era su esposo que disminuyó la velocidad al divisarla. Bajó del caballo y caminó hasta donde estaba ella. Lizzie apoyó su mano sobre los ojos para taparse el sol y poder mirarlo.
-Buenos días, ¿vienes a refrescarte conmigo?- preguntó. -No era lo que venía pensando- contestó enojado.
-Mmm...creo que estás enfadado- dijo Elizabeth.
-Estás muy perceptiva- respondió sentándose junto a ella.
-¿Qué hice esta vez? No recuerdo haberle dicho nada inapropiado al Sr. Neil- comentó pensativa.
-No, nada de eso. Te fuiste esta mañana sin saludar y sin avisar dónde ibas. Me tenías preocupado. ¿Qué estás haciendo?- terminó por preguntar cuando Lizzie comenzó a sacarle las botas.
-Ayer hiciste lo mismo y no salí a buscarte- dijo sin prestar atención a la pregunta y sacándole la segunda bota.
-Vuelvo a preguntarte ¿qué estás haciendo?
-Pon los pies en el agua, vas a ver que es refrescante. Darcy siguió las indicaciones y sumergió sus pies.
-No hacía esto desde hace mucho.
-Deberías salir más a menudo conmigo- le dijo Elizabeth bromeando. La miró dirigiéndole una sonrisa.
-Sabes que no soy tu madre- dijo de pronto Lizzie, tomándolo por sorpresa.
-¿Qué...?
-No soy tu madre, ni tiene que suceder lo mismo conmigo. Quiero que estés feliz con el embarazo, que lo disfrutes como lo estoy haciendo yo. No podrás si no me dices lo que sientes y te pasas el tiempo imaginando cosas horribles.
Darcy estaba sin habla. La repentina declaración lo agarraba desprevenido.
-Lo siento. Tendría que haberlo dicho más "apropiadamente".
-Lizzie...yo, no quería atemorizarte con lo que siento.
-Lo sé. Eres el mejor esposo del mundo y entiendo que tengas miedo. Yo también los tengo. No podemos hacer nada sobre el futuro, sólo podemos disfrutar cada día que estemos juntos.
Elizabeth apoyó su mano en la mejilla y lo obligó a mirarla.
-Estaré bien. No tengo intenciones de dejarte. -Lizzie...
-No digas nada. Ocupa esos labios para otras cosas mejores- le dijo y esperó a que la besara. En ese momento, Elizabeth decidió que haría todo lo posible para que él no pensara más en ello.
Esa tarde, llegaba el Coronel. Elizabeth y Darcy, ensimismados en su problema, lo habían olvidado.

Georgiana se había cambiado el vestido tres veces, hasta decidirse por uno celeste que Lizzie le dijo que

resaltaba sus ojos.

Prepararon el té en la terraza y se sentaron a esperar la llegada. Elizabeth miraba el nerviosismo de su

cuñada y recordó el suyo, cuando volvió a ver a Darcy el día que acompañó a Bingley.

Su esposo tomó su mano.

-¿Qué estás pensando?- le preguntó.

-En lo nerviosa que me encontraba el día que Charles se propuso a Jane. Te mostraste tan serio e

indiferente, y yo moría de amor.

-Disculpa mi comportamiento tan horrible, no tenía motivos para fomentar esperanzas- se disculpó

besando su mano.

Elizabeth rió. Georgiana estaba con su mirada perdida en el camino y al divisar a lo lejos el carruaje, su

cara se iluminó.

Poco después, el Coronel bajaba del carruaje y se unía al grupo en el balcón. El panorama de los terrenos

de Pemberley era maravilloso, pero sus ojos sólo veían lo hermosa que estaba su prima.

Secuela de Orgullo Y PrejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora