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—Mira, aquí dice que el fuego maldito puede destruir un Horrocrux.

Rabastan asintió, distraído, y le sacó el libro que estaba leyendo de las manos. Para Phoebe, la Sala de los Menesteres se había convertido en su lugar privado, y solo el ojiverde tenía permitido ir con ella de vez en cuando.

El chico nunca aprovechaba esos minutos que estaban solos para buscar información, sino que se la pasaba distrayéndola de los libros, como estaba haciendo en aquel momento.

Phoebe gruñó cuando sintió los besos del adolescente en su cuello.

—Estás jugando sucio.

—Necesitas distraerte un poco.

—Necesito terminar de leer este libro... —Phoebe soltó un jadeo cuando Rabastan succionó la piel sensible de su cuello—. Tal vez sí pueda tomarme unos minutos.

El ojiverde sonrió y sacó los libros de encima del sillón, para recostar a Phoebe en este y luego colocarse sobre ella a horcajadas.

—Eres un cerdo.

—Puedo parar si quieres.

—Estás gracioso —espetó, acariciando los brazos del chico.

Rabastan rió y besó los labios de Phoebe con suavidad, sintiendo a la chica acomodarse debajo suyo, arqueando su espalda para sentir el tacto de la piel del contrario a través de sus remeras.

—Si quieres, puedes seguir estudiando y le llevo mis besos a alguien que los aprecie —susurré él, separándose levemente. Phoebe frunció el ceño y jaló al chico más cerca de ella—. ¿Qué significa eso, bonita?

—Sabes lo que quiero.

—Quiero que me lo digas.

Phoebe rodó los ojos con molestia y empujó a Rabastan, obligándolo a sentarse en el sillón. Era un imbécil si creía que ella iba a rogarle por un beso.

Se sentó sobre sus piernas y metió sus manos dentro de su camisa.

—¿Vas a sacarme la ropa o quieres seguir perdiendo el tiempo?

Rabastan sonrió.

—No todo se trata sobre sexo, ¿sabes?

—¿O sea que no quieres? —inquirió inocente Phoebe.

—Sí quiero, pero piénsalo.

Phoebe rió levemente y se encargó de deshacerse de la ropa de Rabastan, mientras él acariciaba sus piernas con calma. Besó el cuello del morocho.

No tenía nada que pensar.

—Espera, Phoebe —la pelirroja gruñó pero se separó. Rabastan corrió los cabellos que tenía sobre su rostro y la miró unos segundos—. Lo siento.

Phoebe pestañó, confundida.

—¿Qué sientes?

—Lo que te hice, Phoe.

Al comprender por dónde iba la conversación, la adolescente suspiró.

—Ya lo hablamos, Rabastan. Y ya te perdoné.

—No me refiero a cuando casi te entrego a mi hermano y Bellatrix —refutó—. Me refiero al Ministerio. Perdón por haberte torturado, Phoebe. Sé que pedirte disculpas no cambiará nada, pero...

—No quiero hablar sobre eso.

(...)

—¿Descubrieron algo?

Rabastan sonrió hacia James cuando él y Phoebe llegaron al patio y se sentaron debajo del árbol junto a los merodeadores.

—Descubrí mucho sobre la anatomía humana —respondió el ojiverde. Al observar la mirada de Phoebe y los tres mayores, rodó los ojos—. Phoebe me estaba enseñando sobre una materia que enseñan en el mundo muggle llamada «Biología».

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora