Capítulo 2

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El rey Gonzag estaba en medio del vestíbulo junto con su personal de seguridad con vestimenta roja y negra, el cual parecía ser el color que los representaba, y yo estaba viendo todo desde el barandal del segundo piso. A primera instancia, la presencia de ese hombre en el palacio causó mucha tensión en el ambiente. No había nadie que se le acercara. El personal de limpieza se había apartado del lugar como si temieran hacer contacto visual con él, como si el hecho de fastidiarlo con la más mínima cosa pudiese encender su furia.

El rey era mucho mayor que mi padre, y si en su juventud había sido apuesto, lo mal que se había conservado lo había borrado por completo de su rostro: arrugas bien marcadas en su frente que reflejaban una común amargura, el sobrepeso de alguien que rara vez se levantaba a hacer las cosas por sí solo, y debajo del pañuelo que usaba en su cabeza-que era como parte de su traje típico y formal-, se escapaban algunos pelos blancos. Su piel era un tanto morena, por lo que pude distinguir el contraste claro de sus ojos y el peligroso destello rojo de esa mirada intensa que me provocó escalofríos cuando la dirigió hacia mí.

Yo no hice ningún movimiento y él me sonrió como un tigre lo haría si viera a su presa sola y desprotegida. O al menos eso sentí. Mi cuerpo tuvo el extraño impulso de salir corriendo. Jamás había visto a este señor en persona, y de inmediato tuve la certeza de que todo lo que decían de él, era cierto.

Pronto apareció el secretario de mi padre pidiéndole que lo siguiera. El personal de seguridad de Pakestania se quedó en la entrada mientras dirigían al rey la sala de reuniones donde estaban mis padres esperándolo.

Yo me moví detrás y acerqué la oreja en cuanto se cerraron las puertas.

—¿Qué haces aquí Gonzag?—escuché preguntar a mi padre—, sabes que no eres bienvenido en mi reino.

—Por favor, Adam, entiendo que las cosas no estén bien entre nosotros desde aquel asunto de la deuda de sangre, pero ¿no crees que es momento de dejar las diferencias y el resentimiento atrás?

«¿Deuda de sangre?» no entendía de qué estaban hablando, pero al momento que mi padre contestó, una voz interrumpió el chisme.

—No deberías estar escuchando—dijo, y yo volteé asustada. Era mi abuelo Pascual con una mirada severa.

—Ah ...abuelo..., yo no...sólo estaba. Lo siento, sé que no está bien.

Entonces suavizó su expresión y la cambió por una sonrisa.

—Sólo hazte a un lado, yo también quiero oír lo que dicen.

Mi abuelo era lo máximo. Contuve la risa al verlo poner el oído en la puerta justo como yo estaba hace un momento. Entonces volví a la pose de antes y seguí escuchando, ahora viendo las expresiones de mi abuelo a mi lado.

—...he pasado bastante tiempo pensando en esto y creo que sería una gran oportunidad...

—¿Puedes dejarte de parlotear y decirme a qué viniste? — lo interrumpió mi padre.

—Esa no es la forma de tratar alguien quien preferirías de aliado. Sabes muy bien que mi reino es mucho más grande y mucho más fortalecido que el tuyo. Tenemos mejor tecnología y medicina y universidades, sería un logro para ti si consiguieras asociarte con una nación como la nuestra, ¿no te parece?

—¿Y qué pides a cambio? —más que interesado, mi padre hizo esa pregunta con un tono duro y desconfiado.

—Bueno, no es nada del otro mundo—rió el rey. Al contrario de mi padre, Gonzag hablaba con mucha tranquilidad, como alguien muy acostumbrado a obtener todo lo que quería—. He oído mucho sobre tu hija, Isabella, es una belleza.

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