Capítulo 32

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De regreso en mi suite, después de haber finalizado una reunión en línea con los gerentes encargados de gestionar los hoteles en Madrid, Alemania y Corea del sur, Laurent me informó que Samantha estaba tomando un baño en mi habitación.

Me acerqué dispuesto a saber cómo habían ido las cosas, pero antes de golpear los nudillos en la puerta, el agua emergió a través de la brecha que hacía con el suelo, y el miedo me apretó con tanta fuerza que entré sin pensarlo.

La ducha estaba en funcionamiento, pero no parecía ser la causa de los riachuelos que arrastraban productos para el aseo personal. El agua guio el frasco de champú hacia una esquina, y el gel de cuerpo con su empaque acabaron bastante cerca del inodoro. No podía imaginar lo que había ocurrido, y tampoco logré pensar después de encontrarla.

Ella estaba de pie junto al lavamanos, con la cara cubierta por sus manos, empapada pero indemne. Contemplar su piel me dejó sin palabras, incluso tragar saliva se convirtió en una tarea complicada. Estaba de espaldas al espejo, lo que me permitía apreciar su cuerpo desnudo desde ambos ángulos. En el primer vistazo, mi preocupación estaba en encontrar algún signo de daño, pero, tras asegurarme de su bienestar, no pude evitar notar su belleza y sensualidad en el tercer recorrido. Mi deseo por ella se hizo evidente, pero su condición herida requería que controlara ese instinto.

—¿Samantha? —logré articular, con la garganta y la boca secas.

Sus dedos se desplegaron como un abanico, y me miró a través de ellos durante unos breves segundos antes de reaccionar y tomar el pijama que tenía detrás, ocultando su desnudez por delante. No sabía que el espejo a sus espaldas todavía complicaba la situación, reflejando su figura en todo su esplendor. Su cabello mojado caía sobre sus hombros, y el rubor la teñía de rojo, al igual que un atardecer ardiente en medio del océano. Samantha despertaba en mí una serie de sentimientos y sensaciones incontrolables, como una tormenta de pasión que amenaza con inundar todos mis sentidos y terminar mi autocontrol.

—Lo limpiaré —dijo, soltando las palabras como un suspiro.

—Definitivamente tienes algo en contra de mi baño. —Un objeto no identificado terminó su recorrido en el suelo, chocando con la punta de mi zapato. No necesité levantarlo para saber de qué se trataba. En cambio, cerré la puerta detrás de mí con decisión. Laurent estaba cerca, y no quería que lograra ver a Samantha de esta manera.

—Tal vez esa era mi última pieza. Lo siento —añadió de prisa. Su timidez despertó en mí una parte salvaje que había luchado por controlar desde que llegó a mi vida. Verla así, hacía que esa bestia interior se manifestara con una hambre insaciable.

Deseaba tanto de ella que me resultaba difícil no centrar mi atención en su figura, con sus proporciones delicadas y sutiles. Aunque no fuera ostentosa, la encontraba verdaderamente encantadora. Cada curva y contorno de su cuerpo despertaba un deseo insaciable en mí, y me esforzaba por mantenerme a raya, consciente de que no debía hacerle daño.

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