Capítulo 66: Niños de aquí y de allá

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Nota del autor: ¡Hola! Este es el segundo y último capítulo con material 100% nuevo para el libro en físico.
¡Espero que lo disfruten!

***Sonnet***

—Vayamos al bosque, por allá. —Oliver me jaló del abrigo—. Quiero contarte una historia de terror.

—¿Una historia de terror? ¿En navidad? Vamos, Oliver... —reí siguiéndolo. El frío era evidente y el vaho de nuestras respiraciones se veía en el aire.

—Siempre me han gustado las cosas de terror, las figuras de acción que coleccionamos luchan contra el mal, y bueno, sé que el bien siempre gana, de una u otra forma. —Oliver era un chico muy ilusionado, y su piel pálida y mejillas rojizas por el frío contrastaban con su vestimenta totalmente negra, al igual que su cabello.

Para ese entonces sabía que me tendría que ir de la Ciudad Evocativa, por el nuevo trabajo de mi padre. Mi madre y él siempre habían tenido una lindísima relación, siempre intentando ganar nuevos ingresos... mi vida había sido siempre un subibaja económico, pero ambos lograron encontrar estabilidad en trabajos honestos.

Mi padre, Adam Bleus, tuvo un trabajo en una fábrica de zapatos, en la que él era el contador. Hacía algunos años el dueño, con mucha influencia, por cierto, le pidió que maquillara los estados financieros. Él le dijo que siempre lo habían hecho de esa manera, que para alguien nuevo no sería problema seguir el protocolo que hicieron durante años.

Él se negó a hacer el trabajo sucio y lo despidieron al instante. El dueño se encargó de esparcir la voz... al parecer muchas de las empresas del área estaban siendo manipuladas de la misma manera, y claro, no les serviría tener a un soplón en el lugar. Fui escalando de escuela en escuela, desde la más económica, hasta la mejor de la Ciudad Evocativa, en donde conocí a mi mejor amigo: Oliver.

Él era un chico muy solitario. Inteligente, callado, tímido, y con unos ojos realmente profundos. Él era menor que yo por dos años y estábamos en grados distintos, pero no por eso fuimos menos amigos. Nos veíamos todas las tardes luego de salir de la escuela, a aventurar por la Ciudad Evocativa, la más segura, por cierto, de las cercanas... claro, excluyendo la Ciudad Cursiva, la cual está un poco más lejos que la Desvaría y Onírica.

Pronto logramos desarrollar una linda amistad, jugando con nuestras figuras de acción, colgando en columpios en los parques, metiéndonos a los muy bien cuidados bosques de los alrededores, y creando nuestras propias misiones secretas y encubiertas.

—Aquí estamos —comenté—. Cuenta, antes de que se haga de noche. Tenemos que ir con nuestros padres a cenar y abrir los regalos.

—Está bien. ¿Listo? —Se cubrió la cara, misteriosamente, con su abrigo. Me senté encima de un viejo tronco que habíamos puesto ahí para hablar de vez en cuando. Había sido uno de nuestros lugares favoritos desde hace meses.

—Listo, Oliver, listo como siempre. —Solté una risa. Las ramas secas de los alrededores nos cubrían del gélido viento de los alrededores, y el cielo gris resaltaba con los colores negros de los alrededores en esa tarde sin atardecer.

—Dicen... —Hizo una voz misteriosa—. Y escúchame bien... dicen, que entre las cuatro ciudades: Desvaría, Evocativa, Onírica y Superflua, se encuentra un lugar que no es terreno de nadie.

—¿Cómo que no es terreno de nadie? —consulté en burla—. Todos los terrenos son de alguna ciudad.

—Según me contaron, es un lugar privado, un terreno que ha estado en disputa por años, pero que nadie lo ha querido reclamar. Está en medio de un bosque llamado el Bosque Conmutativo —explicó, guindándose de una rama. Se había distraído de la historia inicial.

—Bueno, sí he escuchado del Bosque Conmutativo. Dicen que el frío en ese lugar puede llegar a matar a la gente —concluí—. Dicen que si entras te morirás.

—¡Exacto! —exclamó emocionado—. Espera... ¿ya te sabes la historia?

—No, no me la sé, cuéntala —insistí.

—Dicen que por ahí hay un edificio abandonado que usan para hacer experimentos con la gente, y se cuentan muchas leyendas de lo que hay por allá. —Volvió a bajar la voz.

—¿Cómo cuáles? —pregunté atento.

—Un amigo me dijo que a su tía la llevaron ahí hace muchos años, y que una vez la pudo visitar. Ella decía que era una gran chef de alto perfil, de esas que salen en la televisión y son de las mejores en el mundo... pero que se empezó a arrancar el pelo de la cabeza y comérselo. Además de todo eso dijo que empezó a imaginar cosas extrañas y a decirlas. Un día le pegó a mi amigo frente a su familia y luego de eso la mandaron a ese lugar. ¡Esa historia da terror, Sonnet! —Oliver exclama con fervor.

—¿Qué? Qué vieja tan loca, oye. —Me quedé pensando—. ¿Qué es ese lugar? ¿Una cárcel? ¿Quién la mandó allá?

—No tengo idea... pero según dijo él fue para "curarla". Ella no volvió a salir en la tele, o bueno, no sé si alguna vez salió, pero supongo que no. ¿Crees que se habrá muerto? —Él se comía las uñas.

—Un lugar así... ¿a quiénes mandarán ahí? No se escucha para nada bien, pero es solo una historia de terror, solo intentas asustarme —chasqueé la lengua—. Ya cálmate y vayamos a casa.

—Quién sabe, entre las leyendas que nos contamos entre todos hay cierto nivel de verdad... —Él sonrió de manera macabra—. Espero que ninguno termine en ese lugar, sería el último al que querría visitar.

Aquella noche la pasamos tan bien... Oliver y sus padres, y yo con los míos. Amaba tanto a mi padre, estaba tan orgulloso de su existencia, de sus logros, de sus risas... éramos tan felices.

***Alice***

—Ya casi está lista la cena —anuncio, asomándome al dormitorio de mi hermanita. Ella está jugando con algunas de sus muñequitas.

—Alice, ven aquí. —Ella enciende una pequeña lámpara junto a su cama, es muy inocente y pequeña.

—¿Qué pasa, Hildur? —le acaricio la espalda—. ¿Quieres que juguemos?

—¿Por qué tenemos que pasar la navidad con esas personas? —pregunta naturalmente, peinando a una de sus muñecas.

Suspiro. Sé que es uno de nuestros contados días libres, en los que no tenemos que estudiar y hacer exámenes avanzados para nuestras edades.

—Son los compañeros de nuestros padres, son accionistas, personas importantes para que tengamos todo lo que tenemos —aclaro, señalando las muñecas, los adornos lujosos, las lámparas que brilla tenuemente en su dormitorio—. Sé que hace frío abajo, pero tienes que venir y estar junto a mí. Dicen nuestros padres que tal vez ellos traigan a su hija, Tannia. ¿La recuerdas?

—No, no la recuerdo. —Ella encoje los hombros, tiene un vestidito negro con plateado perfecto, va con su cabello blanco.

—Ya que, no importa. —Me siento junto a ella en la cama—. Tenemos que pasar la navidad con nuestros padres y esta gente, porque ellos nos quieren mucho y nos quieren presentar... sé que es aburrido, créeme, y sé que hay mucha etiqueta y todo eso, pero también habrá cositas ricas para comer.

—Está bien, no importa lo que haya... solo quiero estar contigo. —Ella sostiene una muñeca y me la da—. No quiero que te vayas.

—Hildur... —Recibo su gesto—. No me iré a ningún lado, siempre estaré aquí, para protegerte... siempre.

—¡Niñas! ¡Ya casi llegan las visitas! —exclama mi madre al fondo—. ¡Apúrense, y más les vale que no vea ni una sola arruga en sus vestidos!

—¡Ya vamos! —grito—. ¿Estás lista?

—Sí. Cuando termine el día vendré a intentar escribir mi diario, es algo muy lindo que he intentado empezar, pero me cuesta expresarme —elabora—. Un día estará muy lleno y tendré muchas historias para contar.

—Así será, hermanita. —Le tomo la mano—. Vamos ya. Recuerda sonreír y tener buena postura.

Las infancias eran tan distintas unas de otras. Tanto había cambiado desde entonces...

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora