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— ¿Qué es lo primero que quieres hacer ahora que somos libres? — Me pregunta Fede, tumbado en el sofá, a mi lado.

— Estar contigo, todo el tiempo — Digo, mordiéndome el labio inferior.

— Este partido será el último con mis amigos, en verano nunca quedamos ya que cada uno está en un sitio distinto — Me explica — Así que a partir de mañana me tendrás todo para ti.

— Puedo compartirte con el fútbol — Sonrío — Él solo tiene algunas partes de tu cuerpo, lo demás es todo mío.

— Así es — Asiente, pícaro — Puedes hacer lo que te pertenece lo que tú quieras.

— ¿Lo que quiera? — Alzo las cejas, incorporándome, él simplemente asiente — Así que me estás provocando...

— Oh sí, no sabes cuánto me gusta provocarte — Coge un mechón de mi pelo, posándolo suavemente tras mi oreja, tan lento que me provoca convulsiones.

Lo miro a los ojos, en los suyos veo ese peculiar brillo que hace que sienta un pellizco en el estómago.

Un móvil empieza a sonar, interrumpiéndonos una vez más, pero no es el mío, el teléfono de Fede vibra sobre la mesita pequeña del comedor.

— ¡No me lo puedo creer! — Exclama entre risas, pasándose la mano por el pelo — Voy a cogerlo.

Asiento, recomponiéndome. Es como una señal que nos interrumpan y corte lo que estamos haciendo, o al menos lo que pensamos hacer, aunque pasados los días lo sigo sin tener demasiado claro.

Fede va hacia la sala de al lado pero aun así escucho su conversación.

— ¿Si? — Contesta — Hola mamá... si... ayer acabé... vale.... muy bien... si, el Domingo puedo... vale mamá, adiós.

Cuando vuelve al salón hago como si nada, pero él está observándome ladeando la cabeza y escondiendo una sonrisa. Lo miro, alzando las cejas.

— El Domingo comemos con mis padres — Sonríe, encogiéndose de hombros.

— ¡¿Qué?! — No, por favor. Me levanto de un salto. Conocer a sus amigos estuvo bien. Pero sus padres es una cosa muy distinta, un nivel muy superior.

— Oye... yo ya conozco a mis suegros, ahora es tu turno — Dice, como si fuera la cosa más normal del mundo.

— Pero ya sabes cómo soy, Fede — Ya estoy nerviosa y quedan algunos días — Me da mucha vergüenza.

— No pasará nada — Llega hasta mí para abrazarme — Bueno, sí, que mi madre es un tanto inoportuna.

Suelto una carcajada por su broma, sí, lo cierto es que ha decidido hacer la llamada en un momento clave. Aunque, quizá es otra señal que me dice que tengo que conocerlos para dar un siguiente paso.

***

Llega el día de la fiesta. Empieza a las nueve de la noche ya que los días son más largos y el calor no es tan agobiante a esas horas. Al final hablé con Fede para ver si le apetecía venir, me dijo que sí, aunque llegará algo más tarde.

Al final, aunque sea una locura, hago caso a Marta con lo de la gente que no se fijará en nosotros, ojalá sea así. Si Fede llega más tarde imagino que todo el mundo estará a lo suyo, disfrutando.

— ¡Ya estás aquí! — Exclama Lucas, abrazándome cuando abre la puerta de su casa y me encuentra en la puerta. Solo lleva el bañador y va mojando el suelo allá por donde pisa — ¿Has traído el bikini?

Asiento. Será una fiesta en la piscina, por lo que venía preparada.

— ¿Lo llevas puesto? — Se interesa.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora