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Está tarde tengo planeado llevarla a comer y después caminar por un rato por la plaza.

Son apenas las dos de la tarde, y se supone que tengo que ir a recogerla a las tres en punto, pero no puedo porque mi madre me esta contando sobre qué color le quedaría mejor al cuarto de un niño.

- Me gusta verde lima, pero también me gusta el verde cartuja.- dice mientras me muestra dos tipos de verdes completamente iguales.

- Mamá, son idénticos.- la miro mal.

- No es cierto, pero bueno, tengo otros colores.

Habla mientras saca de su bolsa una paleta de colores enorme.

- El color zumo es lindo, pero el batata es mejor.

- Son naranja.

- Sí, pero cada uno de las tonalidades tiene su nombre.- cambia de página.- El baya me gusta, pero también me agrada el de manzana.

- Rojos mamá son rojos.- casi grito.

- Ash, no ayudas con esto.- se aleja un poco.

- Pues no sé de colores, todos son iguales para mí.

- Ya quiero verte cuando tengas hijos y tengas que pinar su cuarto, me pedirás ayuda.- entrecierra los ojos.

- Para empezar, no quiero hijos, pero supongamos que tengo un mini Nicolás por ahí, y en cuanto al color de su cuarto, sería blanco, así no me preocuparía por qué tonalidad escoger y todo eso.

- Que mal padre serías.- se ríe de mí.

- No, sería un increíble padre.- me levanto de mi lugar y camino hacia la puerta para irme de una vez por todas.- Me voy, iré con Ale.

- Bien, que les vaya bien.- grita desde el comedor.

- Gracias, te quiero.- tomo las llaves de la camioneta y salgo de la casa.

Me subo a ella, y conduzco por un rato hasta que finalmente llego al sitio.
Bajo de la camioneta y camino hasta tocar la puerta.

- Hola Nicolás.- dice su madre con una sonrisa.

- Hola señora.

- ¡Legaron por ti Alessandra!- grita.

- Que bien huele. ¿Esta preparando algo?- hablo en lo que mi novia baja.

- Sí, un pastel de zanahoria.- sonríe.

- Mmm, de solo escucharlo ya se me hizo agua la boca.- sonrío de lado.

- Cuando esté listo le diré a mi hija que te lleve un poco a tu casa.

- Gracias, que amable.

- Llegue.- dice la chica haciéndose presente.

- Hola.- mi sonrisa se engancha al verla.- Que hermosa te ves.

- Gracias.- sus mejillas se sonrojan.

- Que les vaya bien, diviértanse.- dice su madre antes de desaparecer.

- ¿Lista?- le extiendo su mano.

- Lista.- la toma y juntos caminamos a la camioneta.

Una vez que estamos dentro, lo primero que hace es poner música, es una maña que tiene.

- ¿Qué haremos hoy?- pregunta mientras conduzco.

- Pues caminar por la plaza y después ir a comer, o podemos ir primero a comer y después caminamos o podemos hacer lo que tú quieras.- sonrío.

- La primera opción me agrada.

- Bueno, entonces eso haremos.

La canción que esa sonando es animada, la cantan un hombre y una mujer, la letra es hermosa, hace que piense en la chica que está a mi lado.

- ¿Cómo se llama la canción?- pregunto mientras doblamos a una esquina.

- Rewrite the Stars.

- Me gusta.

- A mí igual.- nos miramos por un fugaz momento.

Después de un rato de viaje, llegamos a la plaza, nos bajamos de la camioneta y juntos nos adentramos a ella.
Mientras caminamos nuestras manos de vez en cuando se rozan.

Mierda, quiero tomarla de la mano y no soltarla nunca, tengo que hacerlo.

Así que sin esperar ni un segundo más, entrelazo nuestras manos.
El calor que ella desprende es único, hace que me llene completamente del fuego que desprende.

Caminamos y caminamos hasta que decidimos pasar a la sección de instrumentos musicales.
Frente a nosotros hay un piano enorme color negro, es hermoso, sus teclas están completamente limpias.

Ale se encuentra ocupada viendo un violín, así que decido ir por el piano y comenzarlo a tocar.
Tomo asiento en el banco, paso mis manos por las teclas, y pronto empiezo a presionarlas para que suenen.

Olvide decirles que cuando tenía nueve años mi madre me obligó a tocar el piano, estuve dos años en clases y es por eso que ahora sé tocarlo.

De pronto, puedo sentir la mirada de mi novia sobre mí, y de un momento a otro ella se sienta junto a donde estoy yo.
Pone sus manos sobre el piano y comienza a tocarlo, siguiéndome el rito de la canción que he escogido.

Nuestros dedos se mueven, la melodía invade nuestros oídos, haciendo que todo desaparezca a nuestro alrededor y pronto estemos solo nosotros dos.

La miro por un momento, se ve linda, con su cara de concentración absoluta, su cabello cae ligeramente sobre su rostro impidiéndome verla, así que decido parar.

Alargo un brazo hasta que toco su cabellera, la arrastro lentamente hasta dejarla en su oreja, con los nudillos acaricio su suave piel, sintiendo su calor.

Poco a poco voltea hasta que nuestros ojos se encuentran, estos brillan, en sus labios se dibuja una curva.

Quiero probarlos, quiero besarla.

Pero... ¿Ella estará lista? ¿Y si lo arruino?

Prefiero arriesgarme.

Lentamente voy acercando mi cara hasta que estoy a poco centímetros de ella, su respiración choca conmigo, sus ojos avellana siguen puestos en los míos.

Tengo miedo, miedo de que no quiera, de que se separe y termine en algo mal, tengo... 

Ni siquiera me da tiempo de terminar de pensar en las cosas que podrían salir mal porque es ella quien junta nuestras bocas, quien las une convirtiéndolas en una sola.

Es Ale quien me besa, quien se mueve con osadía contra mí, es ella quien decidió besarme.

¡Mierda!

Nos estamos besando, sus delicados labios chocan con los míos.
Su gusto se queda grabado para siempre en mi memoria, su sabor está impreso en mí ahora.

Juntar nuestras bocas es lo más maravilloso que me pudo haber pasado, los de ella se sienten como un atardecer que te toca la piel, tan delicadamente, tan ligeramente, se sienten como el mar, que te toca de una manera fina, suave y débil.

Son como un algodón de azúcar que se derriten en mi boca.

Por favor, no te vayas de mi lado Ale porque ya te amo.

Una noche más a tu lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora