Capítulo 2

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Mirai miró a Manjirō con una sonrisa en su rostro, jamás lo había visto dedicándole ni remotamente una expresión parecida a esa

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Mirai miró a Manjirō con una sonrisa en su rostro, jamás lo había visto dedicándole ni remotamente una expresión parecida a esa. Luego volvió a fijarse en la pequeña niña entre los pies del pelinegro, se veía asustada, encogida, temerosa. Completamente enternecida se agachó y extendió sus manos de forma amistosa.

—¿Quién es esta niña tan preciosa? —inquirió, sonriendo.

La dulce risa y el rostro tan gentil que poseía aquella fémina hizo a Midori ganar un poco de confianza y mostrarse por completo. Poco a poco fue saliendo de atrás de Mikey para acercarse a Mirai.

—Es mi hija —contestó Manjirō, totalmente impresionado por ver a Midori acercarse a la desconocida. Aún más fue su sorpresa cuando prescenció como Mirai comenzaba a acariciar el cabello de Midori de forma maternal y esta soltaba risitas por lo bajo totalmente contenta. Debía ser eso que decían que poseía los niños para saber quiénes eran buenos y malos, ese sexto sentido similar al de los animales para comprender con exactitud las intenciones de las personas; y aunque a Manjirō lo irritara, debía admitir que jamás había conocido a nadie más dulce que Mirai, era obvio que sería aceptada con facilidad. Otro punto a favor de dejar a la pequeña con la Hoshizora.

—¿Sano-san tiene una hija? —cuestionó nuevamente la castaña, alzando su vista para poder verlo. Su expresión dócil se borró, si ella de por sí era pequeña, ponerse a esa altura para ver a su crush no fue buena idea.

—¿No sabías? Todo el edificio sabía —comentó irónico—. Se aseguraron de hacer una reunión frente a mi puerta cuando mi ex la dejó conmigo.

—No sabía —murmuró, volviendo a ver a la niña—. Perdón.

—No te disculpes por ser la única que respeta la privacidad.

—¿Qué favor necesitas? —preguntó, levantándose para poder intentar estar a su altura.

—Tengo trabajo ahora, necesito que la cuides hasta que consiga matrícularla en algún colegio —explicó, de forma breve, precisa y concisa, no podía perder tiempo—. Necesito el dinero para mantenernos, si antes me costaba llegar a fin de mes ahora será un infierno.

—¡Claro! —exclamó animada para sorpresa del Sano. Juntó ambas manos frente a su boca y sonrió a más no poder—. Siempre me han encantado los niños. Puedes dejarla conmigo todas las veces que quieras.

Manjirō pesatañeó consecutivas veces, había subestimado a Mirai pensando que pondría alguna expresión de desagrado o se negaría al principio. A ver, esa niña caía como un obstáculo en lo que debería ser su rutina diaria, seguramente ahora la castaña querría descansar un poco para poder tener pilas en la noche, tener que cuidar a un crío debería ser una molestia. Pero no, en cambio ella se veía feliz y totalmente honesta.

—Ri-chan —llamó la de orbes grises, apoyándose en sus rodillas para doblarse ligermante—. Esta también es tu casa, yo cuidaré de tí durante las próximas horas para que papá pueda trabajar. No hay nada de que preocuparse, haremos montón de cosas divertidas. ¿Por qué no entras ya?

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