XI. Caminos peligrosos

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Había construido mi propia cruz, y sentía dolor en cada clavo, que Victoria parecía clavar en mi cuerpo, aunque no estaba físicamente presente. Porque sus uñas estaban de metal, y sus palabras demasiado maliciosas y verdades demasiado traicioneras y ocultas que hacían mis verdades, una vez absolutas, en palabras en el viento. Y ese se los llevó, dejándome solo. Me froté las manos en la taza de café caliente tratando de calentar mi cuerpo, pero desde hace tres días, desde que volví a caminar bajo la lluvia, la gripe me castigó como los recuerdos de la noche que viví Fue un castigo por la caída, y en el suelo frío, mi cuerpo anhelaba el calor de Victoria, que ya no se calentaba.

¿Fue tan perversa como para engañarme ¿Incluso con eso? Pero los mensajes no eran mentiras. Y yo, ingenuo de nuevo, dejé que el serpiente me envuelve con su esbelto cuerpo y porque debería haber sabido que Victoria no era la apariencia. Ella no estaba en la dulzura del rostro tan moldeado por el pelo negro sino en la mirada directa y el discurso desvergonzado. Cerré los ojos, sentado en el sillón del salón, escuchando el crepitar de la chimenea a mi lado, e incluso intenté alejar los recuerdos ya pasados. Sentí que el diablo los empujaba ante mis ojos en la oscuridad de mis párpados. Osvaldo era su compañero de universidad, su antiguo compañero y ahora su jefe. Probablemente por el tiempo que tuvo que pasó en otro país con su trabajo voluntario, se había graduado de la residencia antes que ella.

Pero lo que me torturó y me hizo olvidar era el hecho de que Victoria se había ido a la cama con él varias veces, no sólo esta semana. Ella había ocultado esto a la historia, y en vista de los mensajes, me pareció entender que ella ya estaba al tanto del compromiso. Y en medio de su ajetreada vida, yo estaba en el medio siendo usado para una broma sin futuro. Sería para ella una broma, pero para me costaría mi sotana y todo lo que había construido y creía en la vida. Sería un pasaje para ella, y mi fin, y yo, lúcido ahora, no podía dejar que se produjera.

El sexo era pecaminoso, el placer era traicionero, acechaba en la oscuridad cualquier de la duda, y los agitó para corromper al hombre, para corromperlo corrupto, hacer que caiga y así dejar la tierra mundana. Eso era lo que debía creer. Y quería creer, pero también había un pecado que se aferraba a mí desde hacía tiempo: la lujuria. Y este, aunque aleje la tentación carnal, vivía dentro de mis sueños impuros por la noche. Esas tres noches que había pasado en sufrimiento, no estaban en el claro, sino en un declive gradual. Cada noche me despertaba con un erección palpitante al recordar el cuerpo de Victoria y sus gemidos tan carnales.

Comprendí lo que más temía: el miedo se había convertido en algo real, se había colado en mi mente y señaló lo que me estaba sucediendo a mí. Yo estaba involucrado, pues como predije, la primera vez fue carnal, pero la segunda vez hubo involucrado. No era el cuerpo que más quería, era el cuerpo de Victoria, y eso hizo que el tormento peor, porque era su olor lo que sentía. Recordé su tacto y que estaba acostada en su cama. Y durante los días, alejando los pensamientos pecaminosos, traté de entretenerme con la gente de la comunidad, con mis ojos buscando a alguien que podía aparecer en cualquier momento.

Pero Victoria, durante esos tres días, se convirtió en la presencia del deseo solamente, no físico. Ella desapareció como si hubiera profanado mi celibato conmigo mismo, un fantasma peligroso. Oí el fuerte viento golpear contra una ventana, despertándome de mis ensueños, y dejé caer la taza en la mesa de café frente a la chimenea, subiendo algunos escalones a la vez para cerrar las ventanas de mi habitación, castigada por la espesa lluvia que había comenzado al anochecer. Desde mi habitación escuché mi teléfono móvil sonando en el sofá, y me apresuré a bajar las escaleras, tratando de vislumbrar la pantalla, temiendo que fuera ella. Suspiré cuando vi el nombre de mi madre en la pantalla. Y con pesar y satisfacción, recordé que Victoria no tenía mi número. ¿Cuál de estos prevalecerían las sensaciones?

El más dulce de los pecados 🍎Onde histórias criam vida. Descubra agora