Capítulo 1: volver al pasado

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ATENEA

Abrí lentamente la puerta del aula, porque llegaba tarde y no quería que el profesor me viera. Me senté en el primer asiento que encontré y traté de respirar profundo. Llegar tarde el primer día de clases apestaba.

—... el proyecto se entregará al final del semestre, pero vamos a trabajarlo durante todo este tiempo. Deberán ir entregando lo que se les pide semanalmente, y si no lo hacen, bueno, espero que los reciban de nuevo en sus casas—. El profesor estaba anotando cosas en la pizarra, y en ese momento giró hacia nosotros.

—Imbécil—murmuré por lo bajo. Ya veía que este era uno de esos profesores malditos que odiaban hasta las partículas de oxígeno.

—Coincido contigo.

Me giré, sorprendida, y miré al chico que había al lado mío.

—Pues te felicito por ser tan inteligente.

Se rió entre dientes y yo sonreí a medias.

El chico era un extraño para mí, no lo conocía, y no era sorprendente: hacía tan solo una semana que me había mudado a la residencia de la universidad. Había sido una semana bastante movida, y si no fuera por mis hermanos, mi compañera de habitación y los amigos de ellos, en este momento me encontraría sin amigos y hubiese sido la semana más aburrida de la historia.

Sí, era ingresante, y eso lo hacía todo un poco más dramático.

Debía admitir que apenas entré en el campus mis nervios se dispararon, pero enseguida mi hermana, Alba, me calmó bastante. Ella era algo así como mi gurú, siempre me ayudaba a que encontrara un poco de paz. Por otra parte, mi hermano, Thomas, era lo contrario a Alba. Siempre estaba yendo y viniendo, y era una persona que necesitaba estar haciendo algo constantemente. Y en eso me parecía un poco a él.

Cuando tomé la decisión de venir a esta universidad a estudiar Dirección de Cine, digamos que gran parte de esa decisión se basó en que ambos de mis hermanos ya estudiaban aquí. Thomas estaba en su segundo año y Alba en el tercero, y yo era la más pequeña.

Volví al presente y miré al extraño sentado al lado mío. El chico parecía lindo. En realidad, era lindo. Tenía pecas y los ojos color verde, y era simpático. Sobre todo, porque coincidió con mi descripción hacia el profesor.

—Bien—el profesor siguió hablando—. El proyecto es bastante libre a decir verdad: tienen que grabar un fragmento que los haga sentir tristes, vulnerables, sin esperanza...Pero no quiero que me recreen los típicos escenarios, como la muerte—. Se sentó arriba del escritorio—. Quiero que sean creativos, auténticos. Y es por ello que las parejas se harán al azar.

Me decepcioné un poco. El chico de al lado me caía bien, y ya me había preparado para decirle que sea mi compañero.

Bufé y apoyé mi barbilla en la mano.

—Odio cuando hacen estas cosas—habló el desconocido—, porque pueden salir muy bien o muy mal.

Asentí con la cabeza.

—Tienes toda la razón. Hay muchas probabilidades de que te emparejen con un psicópata—sacudí la cabeza—. No quiero terminar haciendo un proyecto sobre It.

El chico rió. Rio de verdad, con una gran carcajada y todo. Lo miré con los ojos muy abiertos y me tapé la boca para que no se me escapara la risa.

Cuando se percató de lo que había hecho...

—¿Este proyecto le causa mucha gracia?—el profesor lo miró, amenazante.

Abrí mucho mis ojos y alterné la mirada entre los dos. Mierda.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora