Capítulo 1

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Leyendo novelas románticas y observando el matrimonio de sus padres, se dijo a sí misma que no quería que su matrimonio fuera como el de sus padres y que ella no caería rendida a los pies de ningún hombre. La enfadaban esas mujeres que leía que se veían dominadas por el hombre que querían. Lo único que le gustaba de esas novelas eran la pasión y comprensión mutua… el amor recíproco entre la pareja: eso era lo que quería.

Así que a los 15 años, Elizabeth se sabía admirada y deseada por los muchachos. A sus espaldas tenía 3 novios en el transcurso de dos años. Se había dejado besar, tocar (en partes no escandalosas) pero cuando el otro intentaba ir más allá de eso… ella se retiraba.

De tres cosas estaba segura:

Su virginidad sería del hombre que ella escogería para casarse.

Le gustaba ser complacida, pero no estaba dispuesta a complacer a otro.

No había amado a nadie.

Y así pasaron los años, Elizabeth seguía estudiando y coqueteando sin comprometer su amurallado corazón. Hasta que un día lo vio.

Ya estaba en su segundo año en la universidad.

– ¿Cómo dices que se llama? –preguntó a su amiga Jane.

Alto, fornido y moreno, era Fitzwilliam Darcy, caminaba hacia ellas detrás de George Wickham, novio de Jane y al lado de Richard Fitzwilliam, su primo, según explico Jane.

Su porte demostraba seguridad y seriedad. Pero cuando sus ojos se encontraron por primera vez con los de ella, vio amabilidad y ternura, sintió ganas de amarlo.

Elizabeth, acostumbrada a ignorar su corazón, ignoró estos pensamientos sin ninguna dificultad.

Fueron presentados todos los que no se conocían, es decir, Lizzie fue presentada a los muchachos, quienes a su vez invitaron a comer a las chicas.

Fueron a un pequeño restaurante, de aspecto casero cercano a la universidad. Pidieron sus respectivos almuerzos y sentados en la mesa, el grupo se dividió. Jane y George se hacían arrumacos y carantoñas, Lizzie los observaba con expresión seca, no le gustaba ese tal George.

Atribuyendo esos pensamientos a su naturaleza desconfiada, entabló conversación con los primos, quienes, decidió, eran agua fresca en el infierno que era llamado "alta sociedad". Ellos no eran tan ricos como ella, pero tampoco estaban embelesados con el exhibicionismo que había en esa universidad. Cuando llegó la comida, Richard no hizo nada más sino comer.

–No tengo tiempo –era lo que decía entre bocados. Fitzwilliam y ella se reían de él, mientras los "tórtolos" seguían ajenos a todo. Después que Richard se fuera, ella y Fitzwilliam tuvieron una agradable conversación, pero Elizabeth no sintió nada más especial por él; intercambiaron números de teléfono cuando fue hora de irse y se agregaron a las redes sociales.

A Elizabeth le cayó bien, pero no hizo ningún intento de profundizar una amistad. Él tenía novia, y si Elizabeth sabía algo era que no era bueno hacerse amiga de un hombre con novia. Así que después de ese día se saludaron un par de veces más y perdieron todo contacto. No lo vio más en la Universidad y tampoco le pregunto a Jane por él; quien por cierto, seguía siendo novia de ese George.

Lizzie conoció a un muchacho con quien se entretenía y se olvidó de Fitzwilliam.

Fitzwilliam había llegado hace 5 minutos y se encontraba leyendo el menú o haciendo todo lo posible por leerlo. No podía concentrarse. Miró su reloj y después a la puerta con impaciencia, se removió en la silla. Cruzó su pierna izquierda sobre su rodilla derecha y volvió a enfocar su vista en el menú. No era que realmente no supiera que pedir, es más, ese era uno de sus restaurantes favoritos pero no quería estar mirando cada minuto la puerta a ver si ella ya había llegado. Por eso cuando Elizabeth finalmente llegó, fingió no darse cuenta; cuando el maître ayudó a Elizabeth con su abrigo rojo dejando a la vista su figura esbelta cubierta o resaltada, Fitzwilliam no sabría decirlo bien, por una falda ajustada y una blusa manga larga negras… de hecho, si se fijaba bien iba toda de negro, pero él no se estaba fijando en Elizabeth por lo que siguió mirando el menú. Y mientras ella se dirigía a él con pasos largos y decididos, se obligó a mantener la vista en la hoja de los platos fuertes.

¿Del amor al odio? o ¿Del odio al amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora