Capítulo 6: viendo el otro lado de tí

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ATENEA

Luego de dos horas de quemarnos las pestañas, finalmente llegamos a escribir un buen argumento para el trabajo. La verdad es que estaba contenta con el resultado.

Si bien en lo cotidiano parecía ser que no nos llevábamos muy bien, sí lo hacíamos a la hora de crear cosas. A mí me gustaban las lluvias de ideas y a él analizarlas, viendo qué ideas son prácticas y llevables, y cuáles no, y armábamos un muy buen equipo.

Me dejé caer contra el respaldo del sofá y observé cómo cerraba el procesador de texto en la computadora. Luego se volteó hacia mí.

—¿Quieres quedarte a comer?

Su oferta me dejó congelada en el lugar. Lo miré como si le hubiesen salido dos cabezas.

—¿Me estas hablando a mí?—no pude evitar preguntar y miré alrededor. No había nadie, porque Jace y Luc se habían ido a sus habitaciones.

Me miró con una ceja arqueada.

—Pues sí. Si ves a otra persona cerca de nosotros me preocuparía un poco.

Mordí mi labio. No lo entendía. No lo entendía en absoluto. Un minuto no podía ni mirarme y al siguiente...¿me invitaba a comer?

—Qué gracioso—respondí con ironía—. Esta bien. Acepto tu oferta. ¿Qué tienes para ofrecer?—Iba a decir algo sobre sus abdominales, pero me pareció demasiado.

Se levantó del sofá y me hizo un gesto para que lo siguiera. Caminamos hasta la cocina, en donde se rellenó el vaso con agua.

—¿No te he ofrecido nada para tomar, verdad?—preguntó y me miró directo a los ojos.

Negué con la cabeza.

—Nunca había estado con un tal mal anfitrión. Creo que he empezado a absorber mi propia agua del cuerpo. Si ves que se me cae un brazo, ya sabes por qué—respondí, seria.

Hizo una mueca y sacó otro vaso del armario.

—Tendrás que disculparme. A veces olvido ser servicial.

—Eso es pura mierda—Jace entró a la cocina con el celular en una mano y una lata de cerveza en la otra.—Eres el tipo más servicial que conozco. Sobre todo con las chicas.

Cameron lo miró frunciendo el ceño.

—Ese es Luc. No yo.

Jace sacudió la cabeza.

—Luc es servicial hasta con las piedras. A lo que yo me refería es...

—¿Dices que es especialmente servicial con las chicas?—lo interrumpí y comencé a atar mi pelo en un moño. —Entonces imagino que todo ese servicio pasa en su habitación, tal como deduje antes.

—No siempre allí—murmuró Cameron, y traté de no pensar en eso.

—Bueno, por más de que me gustaría seguir indagando en los servicios sexuales de Cameron, realmente quiero comer algo—respondí.

Jace sonrió. Cameron seguía serio, aunque en sus ojos se reflejaba una mínima chispa de diversión que no había antes.

—Me caes bien—afirmó Jace, y miró a Cameron.— Atenea tiene razón. Tenemos hambre.—Se sentó encima de la barra y miró a Cameron, expectante.

Cameron puso los ojos en blanco.

—Esta bien. Iré a comprar un par de cosas, ahora vuelvo—agarró su billetera y salió de la cocina.

Yo lo seguí como si fuera un perro, de nuevo.

—Pensé que íbamos a pedir comida—le dije, confundida, mientras miraba cómo se ponía una campera impermeable. Afuera seguía lloviendo a cantaros.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora