34 (Parte tres)

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Edén

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

Corintios 10:13

ºº

Al principio, y tras la revelación sobre lo que le pasó a mi madre, sentí que todo era una broma de mal gusto. Esperé que alguien riera o me dijeran que todo era parte de un programa mediocre de televisión, pero nada de eso pasó. Tardé un par de minutos en asimilar la información y calmar el mareo que comenzaba a tener, para luego no emitir ninguna palabra más. Estaba inerte. No lloré, no grité, no insulté, ni salí corriendo. Solo me quedé sentada, con la mano que sostenía una copa de vino quieta y la vista fija en un punto inexistente.

En ese instante supe que todo cambiaría. Había estado creyendo y contando una parte de la historia errónea, durante años, y ahora todo lo que me había impuesto creer era pura basura. Algo dentro mío se rompió y no tengo interés en arreglarlo. Tal vez sea hora de usa tantas mentiras y dolor acumulado y salir ilesa de la próxima paliza que piense darme la vida.

- No entiendo cómo has entrado a la casa de Judas sola, sin arma y de madrugada. Es como ver un letrero que advierta que hay un pozo a un par de metros y tomar carrera. Ilógico. – Luca me entrega una taza de té y toma asiento junto a mí, en el sofá.

Tras confesarle mi descubrimiento a Moisés en el coche, le pedí que me trajese a mi antiguo departamento. Me urgía un abrazo de alguien que no me hubiese mentido todo este tiempo. Al principio nos mantuvimos en silencio mientras mi cabeza estaba en su regazo, dándole vuelta al asunto. Cuando los primeros rayos del amanecer comenzaron a colarse por la ventana fue cuando le conté todo lo que había sucedido; Luca está al tanto de cada detalle familiar y personal de mi vida y, tarde o temprano, acabaría sabiéndolo.

- Necesitaba respuestas.

- Lo que necesitas es dejar ese trabajo. – Detengo la taza a medio camino de mi boca, mirándolo. – No estás bien, Edén. ¡Pudieron matarte en esa maldita emboscada!

Doy un sorbo del líquido caliente pero ha comenzado a saberme amargo todo, asique dejo la taza en la mesa ratona. Me acomodo de tal modo que quedo sentada frente a Luca, con las piernas cruzadas y pegadas a mi pecho, en una especie de abrazo.

- Vos sabes más que nadie lo que me ha costado ocupar ese puesto.

- Edén, no... - Alzo la mano para callarlo.

- No puedo abandonar todo a la primera que salga algo mal. Es mi deber.

Luca suelta un suspiro, dejando caer sus hombros. Viste una camiseta negra y unos pantaloncillos de fútbol, los cuales tienen un pequeño escudo de un equipo cocido. Sus rizos dorados están sujetos en una improvisada coleta.

- Solo quiero saber que tu traslado no ha sido una mala decisión. – Plasma una sonrisa triste. – Sos mi familia, Edén.

- No solo me tienes a mí, Lu. Tambien están tus padres y los gemelos.

Estiro mi mano para acariciar su brazo. Sé que él no piensa así pero necesito saber que no se sentirá solo si algo malo me pasa, porque nada es seguro después de los eventos de los últimos días. Debo asegurarme de tener bajo control aunque la vida se me escape por las manos como el agua.

- ¿Te dijo quien fue? – Alzo una ceja. – Judas, mencionó quién... ya sabes. Quién mató a tu madre.

Paso saliva y niego.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora