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Entrelazando sus brazos, Phoebe y Adelaide salieron de la habitación de la castaña y bajaron a la Sala Común.

Phoebe podría decir que las cosas habían vuelto a la normalidad con su tía, pero, siendo honesta, ¿qué significaba "normalidad"? No había hecho más que mentirle desde el momento en que llegó a esa época, pero tenía la suerte de que Adelaide no fuera una persona que guardaba rencores. La perdonó e incluso la trataba como si no hubiera sido por ella que su novio le terminó.

No podía parar de pensar que tal vez Adelaide era demasiado buena con ella. Adelaide no merecía que le mintieran como hizo Phoebe desde el inicio, ella merecía gente mejor en su vida.

La castaña frenó cuando Regulus se puso enfrente de ella. Se miraron. Phoebe notó la tensión, por lo que apretó los labios y comenzó a balancearse en sus pies para distraerse del momento incómodo.

Finalmente, Regulus recobró la compostura y aclaró su garganta.

—Dumbledore nos espera en su despacho.

Adelaide asintió y tironeó del brazo de su sobrina para comenzar a caminar. Regulus esperó unos segundos para seguirlas, evitando caminar a la par para ahorrarse silencios extraños.

El camino al despacho del director fue algo largo e incómodo. Phoebe y Adelaide murmuraban entre ellas, y aunque Regulus intentaba ignorarlas, en realidad moría por oír su conversación. Cuando llegaron a destino, el ojigris le dijo la contraseña a la gárgola para que los deje pasar y subieron. En la oficina, ellos eran los únicos que faltaban.

Dumbledore miraba a sus alumnos desde su silla, con las manos entrelazadas sobre el escritorio. Esperó hasta que los Slytherin se acomodaron para empezar a hablar.

—Gracias por venir —comenzó, para enseguida ir al grano—. Señorita Potter, me gustaría preguntarle algo sobre el horrocrux que tenían en su poder en su tiempo. ¿Cómo se enteró de él?

Todos la miraron, curiosos, incluso Rabastan. El ojiverde había decidido quedarse, pero aún no habían hablado sobre lo que pasó aquella noche. De hecho, no habían hablado en lo absoluto. Phoebe se preguntaba si ella había hecho algo mal, o si él simplemente se había aburrido, pero no iba a preguntarle.

Demasiado ya se había rebajado. Estaba harta de rogarles amor a los hombres que no valoraban.

—Los espié —respondió con tranquilidad. Su madre la miró cruzándose de brazos—. ¿Qué? Me tenían encerrada en Grimmauld Place. No podía ir a Hogwarts, no podía ir al mundo muggle, ni siquiera al patio de la casa podía ir. Y encima no me decían nada de lo que estaba pasando. Lo espié y no me arrepiento.

James sonrió orgulloso de su hija. Amaba que sea tan parecida físicamente a su madre pero que en personalidad sea una copia de él, incluso aunque no la haya podido criar.

—¿Por qué estabas encerrada en Grimmauld Place? —preguntó Regulus.

Phoebe se encogió de hombros.

—Narcissa nos dijo que Bellatrix le dijo que Voldemort dijo que quería herederos —dijo rápidamente. El ambiente cambió radicalmente ante la respuesta de la muchacha—. Bellatrix estaba decidida a dárselos, pero Narcissa, que piensa un poco más que ella, estaba segura de que quería secuestrarme luego de matar a Harry.

—¿Puede ser esa la razón por la que Bellatrix te quiso matar? —preguntó Adelaide.

Phoebe la miró y asintió. Realmente nunca lo había pensado, pero tenía un poco de sentido.

—Supongo que sí. Nada me sorprende de esa mujer, está loca —espetó, y luego miró a los Black presentes—. Con ánimo de ofender.

Sirius sonrió con diversión, mientras Regulus rodaba los ojos.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora