Capitulo 18: "Chantaje mayúsculo" (Pt 3)

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Esto tiene que salir bien.

Me sorprende que no estemos en la comisaría central, dónde supuse que lo llevarían. En su lugar, estamos en un edificio de ladrillo gastado y clandestino, oculto entre los demás pabellones de la cárcel de Bonticeou. Nunca había oído de este lugar, es más, ni siquiera lo ví en el mapa de la cárcel cuando entramos por la alambrada.

"No es un campo de concentración" dijo mamá, pero la verdad se le parece bastante.

El ambiente es lúgubre y rancio, las paredes son de un color amarillo que estoy segura que alguna vez fue blanco, el aire está viciado de olor a cigarrillo, sudor y orina, creando un ambiente denso y en el que se dificulta respirar.

No tardó mucho en localizar a mi madre y mi abuela quienes se encuentran hablando con el oficial Liver, pero quién de verdad me preocupa es él. Escaneo la claustrofóbica habitación pero no logro verlo y me da una punzada de angustia. Solo han pasado dieciocho horas desde que lo ví por última vez, pero siento que han sido siglos.

Necesito encontrarlo, así que aprovecho la distracción que han creado mi madre y mi abuela y me Aventuro por los pasillos llenos de celdas y de presos que se abalanzan hacia los barrotes, intentando tocarme.

—¿Buscas un poco de acción, nena? —Habla uno, mientras se lame los labios. —La tengo entre mis pantalones.

Ahogó un grito, pues no quiero llamar la atención de Liver, así que solo sigo caminando.

—Chupamela, zorra. —Dice otro desde su colchón, pero veo como se ha metido las manos entre los pantalones, tocándose mientras me mira.

—Puedo oler tu vagina desde aquí. —Balbucea otro casi babeando y decido taparme los oídos para poder seguir buscándolo, o de lo contrario voy a vomitar y a salir corriendo.

Cuando he llegado casi al fondo del pasillo y casi me he dado por vencida, visualizo una sombra familiar, encogida en la esquina de la habitación, alumbrada solo por la luz de la luna.

—Cal, ¡Cal! —Le grito sacándolo de sus cavilaciones. Él casi que vuela en mi dirección.

—Jules, Dios mío. ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? —Pregunta alargando las manos entre los barrotes y tocándome la cara, los brazos y el cabello torpemente, buscando alguna señal de daño.

—Vine a sacarte de aquí. —Lo miro y pongo mis manos al rededor de sus brazos, apoyándome en ellos para no caerme. Al verlo mi corazón se rompe en mil pedazos y deseo salir corriendo de vuelta al auto, pero me mantengo en mi lugar. Luce desolado, con círculos oscuros bajo los ojos, pálido, casi transparente a la luz de la luna, su cabello está todo revuelto y sé que no ha comido nada. —¿Estás bien? —Pregunto acariciando su mejilla.

—Perfectamente. —Miente, pero lo disimula perfecto.

—¿Qué es este lugar? —Pregunto mirando hacia atrás por el pasillo, dónde los demás presos se desviven por ver algo de la escena.

—Es como el azkaban de los degenerados. —Murmura. Al ver que no lo entiendo, sigue hablando: —Es por esto que los pervertidos nos dan todo su dinero, quieren seguir con sus vidas y no terminar en este lugar. Aquí traen a violadores, pedófilos, acosadores, incestuosos. Lo peor de lo peor. Antes de enviarlos a la inyección letal.

—Oh, no. —De repente todo tiene sentido.

Él sonríe amargamente, con una broma privada.

—¿Qué es? —Pregunto.

—Tanto tiempo persiguiendo y dando caza a esos degenerados, y resulta que soy uno de ellos.

—Tu no eres nada de eso, Cal. ¿Me escuchas? —Trato de llegar a él, pero se aparta y camina de vuelta a su catre.

—No sabes lo que dices. —Susurra y se aleja de mí, aún más.

No.

—¡Claro que lo sé! Eres amable, generoso, decidido, eres creativo, sensible y... me amas. —Esto último sale más como una pregunta y se me hace un nudo en la garganta que trato de espantar.

—No es suficiente, ¿No lo ves? Nora tiene razón, yo te corrompí, yo te hice daño, te aparte de casa, te secuestré, te... te obligué a... —Antes de que pueda seguir, lo interrumpo.

—Tu no hiciste nada de eso, eso es lo que ella quiere que crean. Tu me salvaste, tu me enseñaste lo que es el amor, Cal, por favor... no hagas esto. —Suplico y me encuentro llorando.

—Espero que algún día puedas perdonarme por todo lo que hice. Deberías volver a tu vida, deberías salir con algún atleta, algún músico, deberías casarte con alguien normal, no algún loco degenerado que se enamora de su hermana. —Suelta ahogado y mi mundo se desvanece bajo mis pies.

—¿Es eso lo que te ha dicho? —Pregunto elevando la voz, tirando de los barrotes con la esperanza de que estos se rompan y pueda llegar a él. —¿Es por eso que ahora quieres tirar todo por la borda? ¡Joder!

—¿Qué se supone que debo hacer después de eso, Jules? Gasper es tu padre. —Sentencia.

Sé que le prometí a Baxter y a la memoria de su madre que guardaría el secreto, pues es lo que su madre hubiera querido, pero el verlo así, tan roto y tan culpable hacen que toda esta mierda me sobrepase, el filtro de mi cerebro y mi boca se apaga y lo suelto como una bomba: 

—Y Baxter es el tuyo. —Escupo antes de poder detener las palabras. 

—¿Qué has dicho? —Pregunta incrédulo, avanzando lentamente de nuevo hacía mí.

—Lo siento, se supone que no... —Trato de excusarme pero la mirada furibunda que me dirige me hace guardar silencio y echarme para atrás.

—¿Porqué no me lo has dicho? ¿Hace cuánto lo sabes? —Trata de contenerse pero la rabia se desborda por sus pupilas.

—Desde que te desmayaste en el bosque, Baxter me lo confesó antes de entregarse a la policía. —Mi voz es a penas un susurro.

—¡He pasado dieciocho malditas horas pensando que somos hermanos, maldita sea! —Grita encolerizado. —¿No se te había ocurrido que el haberlo sabido en un principio me habría hecho todo más fácil? ¡Estoy a punto de ser condenado, joder!

—Caleb. No... —Intento excusarme de nuevo, pero cualquier cosa que pueda decirle se queda atorada garganta abajo.

—Eso pensé, Jules. No tienes una jodida excusa para haberlo mantenido en secreto, no tienes ningún derecho en decidir sobre mi vida como si está te perteneciera. ¿No ves lo que has hecho? Eres igual que ella. —Sus últimas palabras me golpean en el estómago como una puñalada de clavos y veneno.

Me echo para atrás, casi hasta quedar contra la celda opuesta, dónde un cincuentón me mira con ojos de poseso.

—Lo siento. No... creo que debería irme. —Digo apenas y empiezo a hacer mi camino de vuelta a la recepción, con lágrimas cayendo como cascadas por mis mejillas.

—Jules... —Oigo que me llama, pero no estoy dispuesta a seguir siendo humillada, así que solo lo ignoro y sigo caminando. Insegura de cuál será mi siguiente movimiento, ahora que sé que Caleb me odia.

C O U S I N S [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora