Capitulo 12: cumpleaños parte 3

498 34 9
                                    

CAMERON

Atenea sonrojada era como una fresa recién caída de un árbol. Lista para darle un buen mordisco y disfrutar del mejor sabor de tu vida.

Claro, si esa magnífica sensación no viniera con consecuencias.

Caminamos hasta la cocina, y cuando llegamos, Amber comenzó a servir tragos. O mejor dicho, a servir alcohol puro que podía destruirte un riñón en un nanosegundo.

—Yo no bebo eso—le advertí cuando agarró un cuarto vaso.

Atenea puso los ojos en blanco.

—Te he visto beber, y bastante.

Relamí mis labios.

—Sí, pero son tragos suaves. No me gustan los chupitos.

Ella me miró desconfiada, pero se encogió de hombros y agarró uno de los vasos. Sin esperar a nadie, lo vació en seguida y lo apoyó sobre la mesa.

—Ups. Ponme otro, así lo tomamos juntos—le dijo a Amber y a Jace.

—¿Estas segura de que es una buena idea?—le pregunté, pero ya sabía la respuesta.

Puso los ojos en blanco.

—Claro que sí. Es la mejor idea que he tenido en siglos—respondió, y su voz ya sonaba un poco distorsionada debido al alcohol que había tomado.

Pellizqué el puente de mi nariz. Realmente, no debería importarme si tomaba. Que va, podía estar toda lo borracha que quisiera y yo no debería ni inmutarme.

Pero la vena que estaba por sobresalir en mi frente decía todo lo contrario.

—Oh, aquí están—. Luc salió de la nada y se acercó a nosotros. Estaba sonriendo y tenía el pelo un poco despeinado junto con algunos botones de la camisa desabrochados.

—Alguien la esta pasando bien—le dijo Atenea y rio.

Luc se sonrojó.

—Sí, he hecho una...parada técnica—carraspeó.

Jace lo felicitó y Amber lo miró con...sí, con deseo. Reprimí una risa.

—Amber, él es Luc. Luc, ella es Amber—los presenté—. Estrechen lazos, vamos.

Se saludaron incómodamente y Amber me fulminó con la mirada. Yo le sonreí en respuesta.

—Brindemos—dijo Jace—por un año lleno de sexo.

Atenea se atragantó y le di unos golpecitos en la espalda.

—Brindo por eso—dijo Amber y levantó su vaso.

Todos brindaron, y yo fui testigo de cada una de las caras de asco y de querer morir que ponían por el gusto al alcohol. ¿Tanto valían la pena los chupitos si tenías que pasar por eso?

Atenea agarró la botella de alcohol y la alzó, para servirse otro trago, pero yo ya había visto suficiente.

—No—dije y le quité la botella de las manos.

Ella me miró horrorizada.

—Devuélvela, Cameron. Hablo en serio.

Negué con la cabeza y la levanté, para que no llegara. Obviamente, comenzó a dar saltitos, pero no estaba ni cerca de alcanzarla.

—Hombre, déjala—dijo Luc, que me miraba divertido.

Ah, esto iba a ser una pesadilla.

—No, no puedo. Se lo prometí—respondí mientras Atenea seguía saltando y pegándome puñetazos para que le dé la botella. Unos puñetazos tan débiles que eran como caricias.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora