19. Me vas a odiar

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Suspiro agotada y cierro la puerta despacio tras de mí, no quiero causar ruido.

-Liebre.

Respingo cuando escucho la inesperada voz de Adam, ajusto mi mano a la correa de mi mochila y la bestia termina de acercarse.

-¿Te ayudo con eso? -señala mi hombro y frunzo el ceño.

No espera respuesta de mi parte cuando me quita la mochila, toma mi mano y caminamos, se le ve sonriente.

¿Debo estar tranquila?

¿Con Adam así?

No, su acto amable y lo risueño que anda me pone atenta.

Pasamos al salón y avienta mis pertenencias al sofá, iba a cuestionar, pero se voltea con sus labios curveados hacia arriba y dejo de respirar.

-Afuera está perfecto para jugar al lobo y a la presa.

Niego instantáneamente.

-¿De nuevo? No quiero jugar.

Trato de zafarme de su agarre, pero me tiene bien sujeta. Y de la nada empieza a reírse, una risa burlona y lenta.

-¿Quieres qué te lo repita como a Oliver?

No entiendo.

-Perfecto -dice moviéndose y jalando de mí-. En mi juego, cuando yo quiero jugar nadie puede negarse. Yo sólo aviso, no pregunto.

Abre la puerta principal y salimos, afuera esta fresco, traigo un vestido de tela delgada causando que la brisa gélida erice la piel de mis piernas.

Hasta llegar casi a la mitad del tramo con césped que no separa del bosque, Adam se detiene y a mí me coloca frente a él.

-Ya casi oscurece, puedo lastimarme con...

-Falta una hora y si seguimos hablando menos para que el sol se oculte por completo -retrocede y con su dedo moviéndolo en círculos pide que me de vuelta, lo hago-. Así que, corre mi pequeña liebre... que sabes muy bien lo que te espera si gano.

Veo los árboles, el suelo pegajoso e inestable, mi vestido y giro el cuello hacia atrás, estoy cansada. No tengo ganas de jugar.

Sin embargo, Adam no dará su brazo a torear y sé que debo correr.

¿Cuándo?

Ahora.

Respiro hondo, levanto mis pies notando que si me dejo llevar por mis nervios caeré de boca por el lodo resbaladizo.

No espero más y corro, sin ver atrás, huyo del lobo entre los gigantes árboles.

Puedo esconderme tras una gran roca, pero no localizo ninguna, tal vez atrás un tronco, soy delgada, me ocultaría bien.

De acuerdo, sólo tengo que alejarme más.

Evito pisar ramas o tropezarme con alguna piedra traicionera, el lodo bajo mis pies hace que me hunda de vez en cuando, a lo que trato de librarme rápido.

A unos cinco árboles más observo un tronco más ancho, sonrío aliviada y troto a él velozmente.

Me acomodo de lado, recupero la respiración y con miedo me asomo.

No lo veo.

Vuelvo a esconderme y revisar el perímetro de frente. Siento como mi pie de la nada se resbala, me sujeto de la corteza y veo para abajo.

Hay un hueco, un escondite.

Reaccionó agachándome, el espacio es muy reducido, aunque siendo pequeña y delgada no tengo problemas en meterme.

Poliamor enfermizo © [Versión 2020 ]Where stories live. Discover now