PRECUELA DE: EL OMEGA Y EL EMPERADOR
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Había muchas cosas que Luo Binghe deseaba conocer de Shizun.
Su verdadero nombre, su comida favorita, lo que no le gustaba.
Porque no estaba familiarizado con el instinto animal, como era su mundo.
Como había llegado ahí.
Si bien recordaba aquellos objetos que se encontraban en la extraña camisa que el alma de Shizun portaba, tenían tallado el carácter de Shen para liquido en ellas, al igual que el Shen de Shen Qingqiu.
Sin embargo, su ese era de verdad su apellido, ¿Cuál podría ser su nombre de nacimiento?
Entre picar, cocer y freír, Luo Binghe se hizo innumerables preguntas solo para llegar al único punto.
¿Cómo Shizun había terminado en el cuerpo de Shen Qingqiu?
¿Acaso Shizun lo había hecho a propósito y realmente había algo con aquello en su interior por lo que Shizun estaba siendo tan bueno con él?
Cuando todo estuvo listo, Luo Binghe negó con la cabeza.
Shizun posiblemente había llegado a ese mundo accidentalmente y Luo Binghe no debía hacer caso a las palabras de Meng Mo.
La mejor manera para poder llegar a una conclusión acertada era no sacar conclusiones precipitadas antes de analizar la situación e investigarla.
Luo Binghe debía aprender a través del contacto y el tiempo, permitiendo que Shizun le dejara conocer lo que Shizun deseara y respetando lo que Shizun no quería dar a conocer.
Si había una razón por la que Shizun estaba aquí pero Shizun no quería que nadie lo supiera, Luo Binghe no preguntaría lo que no le correspondía como una persona a la que Shizun había conocido hace poco.
Colocando la charola sobre la mesa, Luo Binghe pensó si sería correcto ir a la habitación de Shizun para despertarlo.
Su curiosidad lo atrapó llegado al lugar, escondiendo sus feromonas para no molestar el descanso de Shizun, temeroso se colocó en el marco de la puerta dando un vistazo y se maravilló con lo que encontró en el interior.
La habitación de Shen Qingqiu era hermosa en su curiosa apariencia, algunos objetos decoraban los muebles de madera fina, sobre la mesa a lado de la ventana se encontraban un par de linternas y en la cama, la figura durmiente de Shen Qingqiu mostraba el aspecto de un hombre joven que intentaba dormir sin la almohada bajo su cabeza.
Y ahí estaba.
El dulce aroma de narcisos escondidos entre los campos de pacíficos de tréboles en el bosque de bambú, mientras el sol tocaba gentilmente la puerta de un nuevo día con el agradable aroma del té verde que Shizun solía tomar.
