Capítulo 7: Pino y menta

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Yahwi

Algo que Yahwi detesta sobre los periodos de pre-celo es el inusual y molesto aumento en el deseo sexual. Algo que sólo empeora cuando el celo lo golpea con fuerza abrumadora.

A lo largo de su vida, sus parejas han ido desde betas hasta omegas y el ocasional alfa, y aunque en la mayoría de sus relaciones suele ser el activo, hay algo indudablemente atractivo en dejar que otro tome el control por él.

Cuando se excita, siempre está presente aquella espinita de necesidad que suele ignorar a menos que esté cerca de su celo; una que no tiene relación con su presentación como omega, sino con lo que su cuerpo le pide a gritos. Su pene palpita y se siente aliviado cuando envuelve su mano alrededor de él o entra en un cálido interior, pero no es esa su necesidad.

Sólo un poco más abajo, más allá del escroto y bajo el perineo, su caliente entrada palpita ante la ardiente necesidad que la mayoría del tiempo se rehúsa a reconocer.

Pero eso se vuelve especialmente imposible durante su celo. Entonces, rememorar sus aventuras pasadas con betas y omegas no es suficiente e inevitablemente termina evocando los recuerdos de las pocas noches que se ha permitido pasar con algún alfa.

Tan irritado como resignado, recostado en su mullida cama sobre las sábanas más suaves y cálidas, que a su delicada piel le resultan gloriosas, cierra los ojos mientras con una mano se acaricia el vientre por debajo de la camisa de pijama. Lentamente, saboreando el cosquilleo que sus gráciles yemas provocan en su vientre bajo, sus dedos recorren la corta distancia hasta el dobladillo de su pantalón y tiran de él hacia abajo en un rápido movimiento, arrastrando la ropa interior consigo y dejando expuestos sus muslos lechosos y su sensible miembro.

Con sus pantalones a los pies de la cama y la camiseta de su pijama como única vestimenta, Yahwi vuelve sus caricias a su miembro semi-erecto. Empieza con suaves pero firmes tirones mientras su mente evoca su último acostón con un alfa meses atrás.

Recuerda la forma en que el alfa lo había recostado sobre la cama del hotel, la manera en que recorrió a besos su cuello mientras su aliento cálido chocaba contra su sensible piel y unas manos fuertes se aferraban a su cadera hasta que su trasero rozó un miembro grande y erecto, separados únicamente por la gruesa tela de la ropa interior del alfa.

Siente su entrada humedecerse ante el recuerdo.

Separa las piernas tanto como le es posible antes de llevar su mano derecha a su entrada mientras la izquierda continúa estimulando su pene. Antes de cualquier movimiento brusco, con sus dedos embarra el lubricante natural alrededor de su entrada y su escroto, y aprovecha las gotas errantes para humedecer sus nalgas y facilitar la fricción con su mano.

Comienza a simular estocadas rápidas contra la mano alrededor de su pene cuando mete dos dedos en su entrada, su cálido interior húmedo envolviéndolos de inmediato y apretándolos con cada choque estimulante que se extiende por su miembro.

Sus parejas siempre han halagado sus dedos delgados y largos a la hora de prepararlos, pero no le parecen ni de cerca suficiente para apagar el calor que se aloja en su vientre bajo y calienta su cuerpo como hace meses no ha sentido.

Quizá por la posición, cada apretón de su interior expulsa poco a poco sus dedos, que alcanzan cada vez menos profundidad y frustran a Yahwi y sus vanos intentos de alcanzar su próstata.

Wolf, man, wolf | Cahwi [Yours to Claim]Where stories live. Discover now