10 - La fiesta I

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NOTAS

¡Buenas noches, familia!

¿Nos vamos de fiesta o qué? Cuentan por ahí que se goza en las fiestas de Estefanía. Y, por lo visto, todos estamos invitados...  

¡Ja, ja, ja! ¡Feliz sábado, amores!

Estoy muy contento porque la familia ha crecido, ya somos más de 7 mil y, como ustedes cumplieron, yo también lo he hecho. Por eso, esta noche la vamos a gozar con dos de los tres capítulos de "La fiesta". Yeah, babies!

¡Un millón de gracias por el apoyo!

Espero que estén preparadas y preparados para lo que se viene porque Laura... ¡Je!, Laura es una cajita de sorpresas, pero creo que eso ya lo saben... O puede que no todo.

En fin, que no seré yo quien les agüe la fiesta, ¡ja, ja! Vayan a disfrutar.

Humildemente les recuerdo que comenten sin compasión porque me encanta leer sus reacciones; que voten, que le den a la estrellita si les gustó, que algunas pasan de largo y ni saludan -esto es una fiesta, no sean tímidas, ¡ja, ja!- y que me sigan en mis redes y Wattpad para que no se pierdan las notificaciones de las novedades. 

¡Un besote, corazones!

PD: "La fiesta II" llegará un poquito más tarde, así que no se vayan muy lejos.

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La fiesta I

«¡No! ¡Soltadme! ¡Quiero ver a Aiko! ¡¿Dónde está mi Ai?! ¡Que me soltéis! ¡¿Dónde está?! ¡Dejadme verla!»

Esa fue la última vez que grité cuando me encerraron tras la muerte de Aiko. Desaté mi melancólica cólera como una tempestad, donde mis chillidos estremecían las paredes como truenos y mis extremidades hostigaban el entorno como fieros rayos. Cinco celadores luchaban para someterme y sufrían con mis despiadados golpes. Al final, tenían que sedarme con una inyección.

Desde entonces, digerí mi sufrimiento en silencio, solo expresado a través de mis lágrimas y mi desánimo. Mi contacto físico se redujo a mis padres, a mi cuidadora, al personal médico y a mi psiquiatra. Caí en un bucle de lamento. Morí en vida.

Cuando decidí salir de allí para conocer a Ana, tuve que ingeniármelas para engañar a todos. La mayor prueba era aceptar que Aiko ya no estaba, pero la huella de dolor grabada en mi muñeca se había convertido en un eterno recuerdo de la verdad. Contemplarla cada día en mi piel me derrumbaba, y ellos lo sabían. Durante seis meses, modifiqué mi forma de escribir, curvando la muñeca hacia abajo para no ver la marca. En otras ocasiones, aprovechaba mi larga melena para cubrirme el brazo. Para otras actividades como comer o jugar ajedrez, me adapté a usar la mano derecha, intercalando la izquierda mientras miraba a otro lado para no resultar sospechosa porque sabía que me observaban.

La última prueba fue convencer al doctor Johansson de que había superado la pérdida de Aiko. En plena entrevista, me vi obligada a mirar la cicatriz, incluso acariciarla, y verbalizar palabras de una falsa aceptación. Yo ya había ensayado la noche anterior; más bien, durante días porque rompía a llorar al instante. Practiqué la visualización, el autoengaño, y ese día al mirar mi muñeca imaginé un campo de flores resplandeciendo por los rayos del sol. El tacto del relieve de la cicatriz representaba la caricia a los pétalos de una rosa. Pronunciar el nombre de Aiko fue como hablar sobre el amor. Así logré sostener una agradable sonrisa el tiempo suficiente para que mi psiquiatra aprobara mi libertad.

Sin embargo, en cuanto pude salir del despacho con mis padres fui directo al baño. Allí explotaron mis mentiras, manifestándose como una toxina que expulsaba de mi cuerpo en forma de vómitos. Los gélidos temblores me forzaron a postrarme sobre el váter. No podía olvidar a Aiko, no podía negar mis sentimientos por ella, y mi propio organismo me lo estaba demostrando.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora