Capítulo 18

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Esas palabras resonaron en toda mi mente, quería gritarle que no le pertenecía, que el no me tenía, que yo no soy suya, pero ninguna palabra salió de mi boca, solo mi irregular respiración.

El se alejo y acomodo su corbata, inmediatamente me salí de encima del escritorio haciendo que caigan unos papeles al suelo, me sentía asquerosa, humillada y sentía vergüenza de mi misma.

¿Como pude llegar tan lejos? De tan solo pensar lo que pudo haber ocurrido mi estomago se encoge.

Pero sobre todo tenia ira de que el solo llego hacer eso para darme a saber que yo le pertenecía, algo que no es cierto.

¿Estará acostumbrado a tener todo lo que quiere y por eso esta dispuesto a besarme para marcar territorio? Claramente eso es estúpido.

Acomode mi falda y luego mi camisa, no me atrevo a levantar la vista porque si lo hago se que lo golpearía en su perfecto rostro.

No tuvo que decir nada, pero sabia que teníamos que salir de su despacho para almorzar, pase por delante de el, con mi cabeza en alto, tratando de no perder el poco orgullo que me queda.

Salí del despacho y el hizo lo mismo, sin ni siquiera mirarle me encamine a uno de los elevadores para empleados comunes, ni en sueños bajare por los privados.

Me metí dentro y para mi mala suerte Steven también, algunos de los empleados se sorprendieron a verlo. Apuesto a que el nunca se metió a uno de estos elevadores pero no me importaba.

Una pelirroja de piernas largas se sonrojo al completo con la presencia del jefe de toda la empresa.

Al llegar al ultimo piso, salí y fui hacia la salida, las nubes cubrían todo el cielo de New York, un fuerte trueno hizo que me sobresalte, mire a mi costado y tenia a Kenny. Suspire cansada de tener vigilancia las veinticuatro horas del día.

-Señorita Hill, ¿subirá a la camioneta? pronto lloverá-

Quería gritarle que no, que me dejara en paz, que me iría caminando pero el no tiene la culpa solo sigue las ordenes de su jefe.

Asentí y entre en la gran camioneta negra, Steven estaba dentro pero no lo mire. Mi vista estaba fija en la ventanilla, sin ni siquiera prestar atención a los locales o personas que caminaban por la calle.

Unos minutos mas tarde nos encontrábamos en un restaurante, mi apetito se hacia esfumado, no podía pensar en comida sin que la bilis subiera a mi garganta.

El restaurante era elegante, varias personas se encontraban dentro y en su mayoría hombres, apostaría a que son todos empresarios, nos sentamos en una mesa alejada, a los minutos una chica estaba a nuestro lado con dos cartas.

-Hola, seré su mesera, les dejare las cartas y cuando sepan su pedido me llaman- Dijo ella con acento británico. No tendría mas de veinte y su pelo era rubio como el oro puro.

Steven asintió con una sonrisa en su rostro la cual la mesera imito, sin saber porque una punzada de celos se hizo presente en mi estomago, la ignore tomando una de las cartas y viendo los distintos tipos de comidas, era un lugar demasiado caro.

-¿Qué pedirás?-

Me pregunto Steven después de unos largos minutos de silencio.

-Nada, no tengo hambre-

Steven llamo con la mano a la joven, esta se acerco al instante con una agenda y un bolígrafo.

-Pediremos una botella de vino del noventa y ocho y para comer dos platos de espagueti con salsa italiana-

La chica lo anoto rápidamente.

-En unos instantes estará su comida- dijo ella y luego se fue.

Más que mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora