38: Giro Inesperado

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—Y ahora que sabemos lo que pasó... ¿qué se supone que haremos?

Kenma y Kuroo seguían desaparecidos, así que el grupo restante de amigos se había reunido en la cafetería para armar un plan y así poder hacer que todo volviera a la normalidad.

—No lo sé —Akaashi suspiró—, pensé que la situación no era tan grave.

—Siento que si les organizamos una cita, nos matarán... —Hinata dijo con una mueca, Kageyama, quien estaba a su lado, asintió.

—No podemos dejar que su relación se vaya a la mierda solo porque no se hablan —Bokuto dijo claramente frustrado—. Es notable lo feliz que es Kuroo cuando está con Kenma... —lloriqueó.

—¿Entonces qué haremos?

—Sigo pensando que encerrarlos en el armario del conserje es lo mejor.

—No haremos eso —Akaashi miró de reojo a Bokuto, quien rodó los ojos. —¿Qué tal si les aconsejamos que hablen?

—Lo hemos estado haciendo —Kageyama acotó—, pero no sirve. No escuchan y tampoco quieren hacerlo.

—¿Qué tal si...?

Kenma salió de la última clase del día arrastrando sus pies. Estaba cansado de tanto pensar en aburridas ecuaciones y recordar miles de teclas y números innecesarios. A parte el tema de Kuroo lo seguía a todos lados, lo cual le generaba un gran dolor de cabeza.

En el camino pensó que no se entendía muy bien a él mismo. Estaba triste y solo, pensando que la compañía del pelinegro realmente había cambiado su vida y no lo había notado hasta el momento en el que dejaron de ser amigos.

Se preguntó cómo estaba Kuroo con todo lo que estaba pasando. Mas sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando, al abrir la puerta, lo primero que vio fue a su gata tirada en su manta y dando a luz.

Congelado en su lugar, sacó su teléfono de su bolsillo y marcó su número.

—¿Kenma?

—La gata —dijo con un nudo en la garganta realmente sorprendido—, Kuroo, la gata está dando a luz.

Al instante en el que el pelinegro le dijo que estaría ahí en quince minutos, se arrepintió al segundo y cortó la llamada. Potya lo había agarrado desprevenido y en su pánico, llamó a la única persona que conocía que sabía sobre gatos.

¡Ese era Kuroo! El mismo chico con el que no se hablaba.

Kenma sabía un poco sobre cómo ayudar a la gata en el parto, ya que había leído algunos sitios webs para mantenerse informado y prepararse para tal momento. Pero claro, había una gran diferencia refiriéndose a leer y actuar. Estaba nervioso y probablemente eso mismo hacía que Potya se desesperara.

Tres golpes en la puerta se hicieron presentes después de veinte minutos. Kenma abrió y se encontró con Kuroo, parecía haber corrido.

—¿Cómo está Potya?

Cinco horas después, había cinco gatitos bebé al lado de Potya. La gata parecía exhausta bajo los cuidados de Kuroo, quien estaba en silencio desde que llegó.

Kenma lo miraba desde la cocina, un poco asqueado con la situación.

Ignorando el hecho de que ahora tenía siete mascotas, fijó sus ojos en el pelinegro. Kuroo le sonreía a Potya, susurrándole mientras la acariciaba lo bien que lo había hecho. Su sonrisa era lo que más llamaba su atención, pensaba que era muy linda y por eso mismo suspiró.

Kuroo notó eso y alzo la vista, observándolo con repentina incomodidad. Segundos después recuperó su postura y le sonrió un tanto nervioso.

—La gata está bien, de ahora en adelante se cuidará sola a ella y a los gatitos, pero mantén un ojo en ellos por si acaso —dijo limpiando sus manos en su pantalón. Kenma asintió en silencio—. Supongo que debería irme...

Idiota Persistente | KurokenWhere stories live. Discover now