El que camina al lado

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El pequeño Nathaniel soltó la mano de su padre y corrió al interior de la atracción subiendo en tropel los cuatro peldaños. La advertencia de Shaun quedó atascada en su garganta cuando observó a su hijo chocar contra un espejo y rebotar hacia atrás. No hubo llantos, ni pucheros, solo un niño de seis años sentado en el suelo con cara de sorpresa. Su reflejo le devolvía la mirada desde todas direcciones.

-¿Estás bien?- preguntó Shaun agachándose junto a él.

Nathaniel contemplaba boquiabierto alrededor, sus grandes ojos azules abiertos de par en par por la sorpresa.

Se puso en pie y avanzó con cautela; un pasito cada vez, las pequeñas manos extendidas ante él hasta posar las palmas en el frío cristal.

Al menos una veintena de niños de cabello rubio como el suyo, ojos azules como los suyos y con peto vaquero repitieron su gesto.

Una ancha sonrisa se extendió por su rostro y susurró:

-Es magia, ¿Verdad papá?

Shaun observaba a su hijo sonriendo y dijo a su vez:

-Por supuesto, ¿Qué otra cosa podría ser?

Marie y Rose; la madre y la hermanita pequeña, les esperaban fuera. Cuando salieron los chicos, con las mejillas sonrosadas de reír y hablando a la vez, Marie trató de calmarlos:

-Tranquilos por favor. Hablad de uno en uno o no me enteraré de nada.

-¡Mamá había cienmiles de espejos! "Cienmiles" era su palabra inventada favorita del mes y la utilizaba cada vez que tenía ocasión.

-Había uno chulísimo que cambió el color de mi ropa y otro que punió a papá bajito como un gnomo.

-Puso- corrigió su madre con cariño.

El pequeño hizo un ademán impaciente y continuó su relato, detallando sus aventuras en la casa de los espejos. La familia se alejó de la atracción compartiendo bromas y riendo.

[···]

Las semanas siguientes, Nathaniel desarrolló una fase de atracción por la magia con espejos. Su padre, encantado, aprendía trucos sencillos con los que pasaban largas horas disfrutando.

Un sábado por la tarde ambos se encontraban en el garaje; Shaun había conseguido que unos pañuelos traspasaran milagrosamente el espejo cuadrado que sostenía. Nathaniel gritó de júbilo y aplaudió con entusiasmo.

-Papá ¿podría aprender yo también a hacer magia? - preguntó.

Shaun pensó unos instantes mientras se ponía en pie. Nathaniel disfrutaba cada truco como si fuese magia auténtica y no estaba seguro de si revelarle los trucos podría ser algo bueno o malo.

-¡Chicos, a cenar!- la voz de Marie bajó flotando por las escaleras y Shaun se aferró a aquella oportunidad de posponer la conversación.

-Ya lo has oído campeón, sube a lavarte las manos.

Nathaniel subió corriendo los escalones sin rechistar.

Shaun guardó en una caja las cosas que habían estado utilizando y decidió que hablaría con Marie cuando los niños estuviesen acostados, a ver qué opinaba ella.

El olor del pollo al horno inundaba la cocina, su mujer se encontraba ya sentada a la mesa y Rose jugaba con la comida en su trona. Shaun le quitó un trozo de pollo del pelo y la niña rio con su vocecilla aguda, después besó a su mujer, lo que provocó nuevas risas de la pequeña:

-Voy a lavarme.

-Trae a Nathan, lleva mucho rato en el baño - pidió Marie sonriéndole con complicidad.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2022 ⏰

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