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Caín.

Maldito el día en que nací; el día en que me dio a luz mi madre no sea bendito.

Jeremías 20:14

°°

Su estrecho coño me da la bienvenida por enésima vez cuando pone su pierna derecha sobre el mármol del lavabo, quedando sostenida con la izquierda e inclinada hacia delante. Edén tiene sus manos pegadas al enorme espejo que hay frente al lavabo y la parte baja de su abdomen recae sobre este. Yo estoy detrás suyo, admirando todo lo que es mío. Su coño, su culo, su espalda arqueada, sus largas piernas, su cabello desordenado. Mío.

Abro otro preservativo y lo hago rodar por mi duro falo. Tras la follada en la playa y el sexo oral en la ducha creí estar saciado pero es imposible cuando de ella se trata. Siempre quiero más y ella sabe cómo dármelo. Follamos en la ducha, con ella trepada en mí, sus piernas envolviéndome y sus tetas pegadas en mi pecho. Salimos y no tardamos en volver a calentarnos, por lo que acabamos en el lavabo.

Edén, al igual que yo, está completamente desnuda. La imagen de tenerla frente a mí, entregada y abierta basta para tener ganas de tirar 5 polvos más. El condón que envuelve mi verga no es como los que hemos usado, sino que este está cubierto de un gel... especial. Al tener contacto con el interior de quien se penetra genera la sensación de frío y calor a la vez, produciendo un cosquilleo de puro placer.

- Hazlo ya, Caín. No me hagas rogar. – Su tono, aunque lo niegue, ruega que lo haga.

Tomo de la base a mi verga y me acerco a su coño, pegándola pero no entrando en su interior. La restriego de arriba abajo y su cuerpo vibra en respuesta. Con la otra mano tomo su cabello en una coleta improvisada y la atraigo a mi, haciendo que su espalda se arquee más y su coño humedezca mi verga con más intensidad. Mi boca sobre su oreja.

- Luego de esto rogarás para que vuelva a follarte. – Susurro antes de meterme en ella, lentamente. Cuando mi pelvis es el tope de cuan profundo estoy, comienzo a moverme lentamente. Suelto su cabello y sujeto su trasero con ambas manos, manipulándolo a la velocidad justa. Tres embestidas son las que necesito para que Edén suelte un gemido que pocas veces he escuchado. Una de ellas en la primera vez que se la chupé, la otra cuando tuvo su primer squirt.

- ¿Qué sucede, Edén? – Mi tono es agitado. Aumento la velocidad a la vez que sus gemidos son más intensos.

- ¿Qué... qué es eso?

- ¿Esto? – La embisto con fuerza y me mantengo unos segundos en su interior, llevándonos al límite.

- ¡Oh, Dios! ¡Sí, sí!

Escucharla usar el nombre de Dios en vano para retorcerse del placer que le genero es mi sonido favorito. El coño de Edén aprieta mi verga cada vez que entro y salgo de ella, en un placentero dolor. Tengo el falo palpitante y con las venas marcadas, deseando ser descargado lo antes posible. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás cuando el gel comienza a afectar a mí. Un frío infernal envuelve mi glande y me produce un escalofrío.

- ¿Puedes sentir como el calor y el frío llenan tu interior?

- Sí y se siente tan... - Un gemido se le escapa. – tan bien.

Todo esto se siente bien. Estar con ella se siente bien. Es como si mi cuerpo solo reaccionase a ella y la calma a tal tormento, irónicamente, solo la encuentro en su sexo. En su cuerpo, jadeos, boca. Ella.

Fijo mi mirada en el espejo, donde sus manos continúan apoyadas, y la veo con los ojos cerrados por el placer. Muerde su labio inferior para evitar gemir fuerte, aunque el sonido es música para mis oídos. En el baño resuena el golpeteo de mi pelvis contra su culo con cada embestida y nuestras pieles sudadas, creando el ambiente de una película porno.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora