Capítulo 2

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Así de rápido como fuimos a casa de Gideon, llegamos a mi casa.

Entré velozmente. Ni Charlotte, la tía Glenda, mi hermano Nick, ni Mr. Bernhard, que había ido a comprar las flores de Lady Arista estaban en la casa, pero todas las demás sí.

Había platos y vasos rotos en el piso, muchas cosas fuera de su lugar  y refugiadas en su habitación se encontraban Lady Arista y la tía Maddy.

No pude resistir más y subí dando tumbos por las escaleras. Abrí la puerta y la escena que ahí presencié me destrozó. Ahí estaba el hombre que anteriormente había dejado completamente patas arriba la habitación de Gideon, pero allá, en una esquina, estaba Caroline, y su cerdo de ganchillo estaba completamente destrozado.

-¡Has matado a Margret!- gimió Caroline. -¡Ya te he dicho que aquí no está lo que buscas!

El hombre tomó a Caroline por el cuello y le gritó que se callara, pero para mi suerte Gideon y Raphael ya habían llegado a la habitación y se lanzaron sobre él.

 Raphael soltó una especie de gruñido mientras lo inmovilizaban.

Yo fui corriendo hasta Caroline, la tomé en mis brazos y la saqué de la habitación.

-¿Qué es lo  que buscas?- exclamó Gideon.

- Algo que ciertamente no está en tu apartamento, Gideon.- le contestó.

-¿Qué es lo que buscas?- repitió Gideon, a punto de explotar.

-El cronógrafo.- dijo con toda la calma que le fue posible.

-¿Y qué es lo que te hace pensar que puede estar aquí?- preguntó Raphael.

-¡Por favor! ¡No soy tonto, Raphael! Es más que obvio que el escondite perfecto es aquí. Así Gwendolyn podría usarlo cuando se le antojara, además, podría cuidarlo desde cerca.

Raphael se le quedó mirando cierto tiempo, como si algo en su cara le resultara familiar. Y la verdad es que a mí también.

-¿Mr. Whitman?- dudó.

-La verdad es que prefiero que me llamen por mi título, Conde de Saint Germain.- exclamó.

Caroline seguía sollozando, y a nosotros casi se nos cae la cara del susto.

Así que el conde había escapado, y venía a buscar su propia invención. Estaba claro que no se iba a dar por vencido hasta ser inmortal, usando para cerrar el Círculo un cronógrafo que ya tenía (por lo menos) la sangre de diez viajeros, y la de nosotros dos sería muy fácil de conseguir.

La Ardilla sacó una diminuta pistola negra, probablemente la misma automática Smith and Wesson que Gideon tenía. La había robado, sin duda. Con ella apuntó directamente a mi  cabeza, para pasar después al pecho de Gideon.

-No puedes hacerme nada, ¿Lo has olvidado?- amenazó.

- A ti no, pero a él si.- Y con un movimiento sumamente rápido, disparó contra Raphael.

Caroline gritó. Eso era demasiado para una niña de nueve años.

Raphael tocó su torso, que estaba lleno de sangre, para después caer al suelo, inconsciente.

¿Pero dónde diablos estaba Xemerius? Él podría seguir de cerca al conde, mientras yo llamaba a la ambulancia y Gideon ayudaba a su hermano.

El conde me empujó de nuevo  me hizo caer. Salió corriendo, a una velocidad increíble para una persona que tenía más de doscientos años.

-¡Rápido, Caroline, el teléfono!- grité. Caroline salió disparada a la mesita de noche y alcanzó el teléfono fijo.

Gideon corrió hasta su hermano. Le daba golpecitos en la cara, pero él no reaccionaba por más que lo llamara.

Caroline seguía fuertemente abrazada a mí, y mi madre, Lady Arista y la tía Maddy seguían refugiadas en una habitación y los demás aún no llegaban de lo que estuvieran haciendo.

Pasaron unos infernales minutos en los que veíamos cómo se le iba la vida a Raphael. Su cara se volvía cada vez más pálida, y su pulso disminuía.

-¡Por Dios, más sangre no!- Exclamó Xemerius, mientras llegaba volando por la ventana.

Sin tomar precauciones y arriesgándome a que me tomaran por loca, pregunté:

-¿Has visto ya la ambulancia, Xemerius?- Gideon se me quedó mirando extrañado y me dirigió una mirada que sólo podía significar, “¿Es a mí?”

-¿Estás hablando con el fantasma, Gwenny?- preguntó Caroline.

-Así es Caroline.- respondí. Gideon permanecía callado, intentando ayudar a su hermano.

-¡Ningún fantasma!- exclamó indignado Xemerius.- Yo vengo de una poderosa estirpe de daimones gárgola.

-¿Entonces ya vista a la ambulancia?- repetí.

-¿Qué si la he visto? ¡Era imposible no verla! ¡Iba metiéndose entre los carriles, pasando luces rojas y tomando el sentido contrario!- Xemerius se dio cuenta de que este no era el mejor momento para las bromas y contestó a mi pregunta.- Pero si, Gwen, estará aquí en dos minutos a lo mucho.

Como había dicho Xemerius, la ambulancia llegó al cabo de más o menos dos minutos, y ayudados por Gideon, el equipo de paramédicos se llevó a Raphael.

Él, Caroline (que había insistido en ir) y yo subimos al mini y nos fuimos casi pisándole los talones a la ambulancia.

Raphael llegó en una camilla a la puerta de urgencias, con Gideon exigiéndole a los paramédicos poder entrar para estar con su hermano.

Gideon se derrumbó en una silla y yo también me dejé caer a un lado de él.

-Todo va a estar bien.- le dijo cariñosamente Caroline.- Él se salvará, aunque no puedo decir lo mismo de Margret.- dicho esto dos gruesas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

-Gracias, princesa.- le contestó Gideon.- Si quieres, Gwen y yo podemos ir a conseguirte otro cerdito.

Los ojos de Caroline se iluminaron y sacudió la cabeza afirmativamente.

Leslie me telefoneó desde su casa, diciendo que mis familiares ahora estaban todas histéricas y que ella había tratado de calmarlas, que subió a mi habitación, solo vio un charco de sangre, un cerdo de ganchillo destrozado, una pistola negra y todas mis cosas revueltas.

-¿Sigues ahí?- pregunté.

-¡Claro, tesoro! Por el bien de todos, espero que esa sangre sea tuya o de Gideon, ya sabes, por todo ese tema de la inmortalidad, o bien, del maldito que se metió.

-No, esa sangre no es nuestra.- negué, tratando de que conservara la calma.

-Y entonces, ¿de quién es?- preguntó asustada.

Tomé aire varias veces y la hice jurar que no haría nada estúpido.

-De Raphael.- contesté.

Leslie se quedó muda del susto y escuché como  comenzaba a sollozar.

-Voy para allá.- y colgó.

Abracé a Gideon, pero en ese momento capté una sensación muy conocida en el estómago.

-Oh, mierda.- dije levantándome de un salto.

Corrí hasta la puerta del baño, pero  justo en el momento en que traté de abrir la puerta, ésta se difuminó y desaparecí ante los ojos de todos.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora