𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎

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Centro de Tokio

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Centro de Tokio.

Domingo, 19:36 p.m.

(3 horas para que Sanzu llegue).

Las nubes poco a poco manchaban el despejado cielo oscurecido, tal como había dicho Sora hace unas horas atrás.

—¿Está bien tu café? —preguntó con amabilidad Hiromi.

Sora dio un sorbo a su bebida caliente. Se quemó un poco la lengua, cosa que hizo sonreír ingenuamente a la pelinegra.

—Au... ¡Muy caliente! —se quejó.

—Ten cuidado.

—Mh. Está rico —dijo sonriendo levemente mientras se llevaba una mano a su boca por sentir el ardor en su lengua. —¿Qué es?

—Un latte vainilla —contestó Hiromi. —Es mi favorito. No supe que podía gustarte así que pedí el mismo para ambas.

—Me gustó y también la cafetería, es agradable el ambiente... Está anocheciendo así que eso lo hace más lindo todo. Tiene tan buenos gustos.

La pelinegra se encogió de hombros con una sonrisa diminuta mientras revolvía su café y apoyaba su rostro con su mano, viéndose ida y perdida en sus pensamientos.

—Supongo que sí —respondió únicamente.

Sora la observó por unos segundos, cuestionandose si algo sucedía con ella.

—¿Pasa algo? —preguntó de forma curiosa Sora.

—Nada. O sea... —cerró los ojos un segundo para volver la vista en Sora. —Sí, sí pasa.

—¿Qué sucede? Sabe que puede confiar en mí —tomó la mano de Hiromi que estaba encima de la mesa y comenzó a darle cariño por el dorso. —Si necesita desahogarse con alguien, aquí estoy.

—Es solo que... —suspiró. —Cuando vuelva Haruchiyo, deberé decirle tantas cosas que he mantenido en secreto... Y eso me tiene con la cabeza... Bueno, ya sabes —se tocó con su mano libre su frente.

—Ah... Es eso... —soltó sutilmente el agarre al escucharla.

—¿Mh?

—No debería preocuparse por eso.

—¿Por qué lo dices?

—Sanzu... Él... —posó sus ojos en su café, evitando el contacto visual con Hiromi. —Sea lo que sea que usted le diga... Él la perdonará.

—¿Cómo estás tan segura?

—Creo que no tendría derecho a enojarse con usted... ¿Sabe? —se encogió de hombros. "Sus secretos no se comparan a los de él", pensó.

—¿Lo dices por qué me ama?

Ambas se miraron al mismo tiempo, creando una tensión que no terminaba de ser incómoda, sino más bien una que era sumamente expectante.

THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiWhere stories live. Discover now