El Globo

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Martes 3 de julio de 2007

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Martes 3 de julio de 2007

—Vete a la mierda, Dylan.

—Eso es lo que voy a hacer —responde él, solo que «la mierda» es la casa de su cuñada.

El motivo de esta nueva disputa tiene nombre y apellido: Sien Peeters, y unas curvas que hacen que reducen el cerebro de Dylan a sus instintos más primitivos. Y a él le encantan esos instintos primitivos.

Dylan estrella su autoritario puño contra la mesa para indicar que la discusión ha terminado. Oliver lo observa con desprecio, en una mirada que es la mezcla perfecta entre el desafío y la desilusión.

No es la primera vez que aparecen esas miradas, esos bufidos, esos pensamientos que no se materializan en palabras. Sin embargo, esta vez Dylan no siente culpa. Su actitud desenfrenada parece decir: «He roto el pacto. Hoy. Aquí. Ahora. Enfrente de ti. Y me importa un carajo lo que tú me digas».

Ambos sellan tablas eternas con un intercambio visual mientras él recoge sus cosas. Dylan va y viene con cierto amor-odio y comienza a subir todas sus pertenencias al auto. El Jeep parece a punto de estallar, pero cede. Todo ocupa un lugar aceptable y apenas queda espacio para el conductor. Un par de cajas se abalanzan sobre Dylan y lo obligan a empujarlas. Los objetos regresan a su posición con un estruendo. El ruido de las cosas al caer.

Dylan arranca y se va. En la esquina lo espera Sien, su futura esposa. Ella batalla contra las cajas y pierde, así que debe contentarse con caminar al lado del auto. De ese modo tan extraño, avanzan por las calles como la pareja despareja que son.

Llegan a destino minutos después y en la puerta los recibe una inmensa casa rodante, una Acapulco 570. Ambos empacan las cosas con alivio y ¿felicidad?, y se acomodan en la sala.

Ya pueden jugar a ser personas normales.

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—Está embarazada.

El doctor intenta transmitirles calma a través de su lenguaje corporal. Ha dado esa noticia miles de veces y se ha topado con un maremágnum de emociones a lo largo de su carrera. Ahora intenta adivinar los sentimientos de sus interlocutores, refugiados detrás de una máscara impenetrable.

Sien está feliz o, al menos, eso parece. Tiene las manos alrededor de su vientre, casi como si acariciara la fragilidad que crece en su interior. El médico le ha dicho que va por la tercera semana, pero ella ya ha comenzado a sentir la presencia de alguien dentro de su cuerpo. ¿Un nuevo conocido o un intruso?

Dylan es todo preocupación. Su ceño está alineado y forma una perfecta línea recta, y sus ojos se bambolean por todo el salón en busca de un indicio que le indique que todo es mentira. No lo encuentra.

El doctor se halla en una encrucijada: no sabe si felicitarlos porque serán padres u ofrecerles alguna alternativa terminante. Por el momento, no dice nada y deja que la pareja asimile la situación en silencio. Sabe que varios días se desgarrarán sobre el calendario antes de que una respuesta salga de sus bocas.

Nadie sabrá lo que fuimos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora