Follame

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—Eso es espeluznante. —Su boca se curva en una sonrisa burlona que quiero
morder y tragar.

Apuesto a que sabría a Pop Rocks. Chispas dulces; así es Jimin.

—Es parte de mi trabajo saber cosas sobre ti —le digo, aunque es un argumento débil. Claro que sé lo que hay en su expediente, pero eso es todo. El resto lo aprendí observándolo constantemente, enamorado e incapaz de parar.

—Hmm, ¿cómo qué? —ronronea mientras sus dedos se deslizan hacia abajo
para frotar mis bolas.

Mis ojos se cierran por un segundo.

—Sé por qué estás aquí, por supuesto.

Su mano se detiene, la sonrisa se desvanece y me mira, con una visible inseguridad.

—Sí, robé un banco —murmura y luego sacude la cabeza, apartando la mano
de mí—. No tengo ni idea de cómo eso me ha llevado a un lugar como este, pero
supongo que eso lo saben ustedes, imbéciles, y yo nunca lo sabré, ¿verdad?

Estoy un poco desanimado por la pérdida de la diversión, pero no puedo
preocuparme por eso ahora mismo.

Estoy demasiado ocupado concentrándome en lo que acaba de decir.

Dice que ha robado un banco... ¿es todo lo que ha hecho?

Mi frente se arruga por la confusión mientras lo miro atónito. Me mira el
muslo, dibujando un círculo en él una y otra vez con su dedo índice, perdido en
sus pensamientos. Y me siento identificado, porque estoy atascado en lo que
acaba de decir, y en el tono en que lo ha dicho.

—¿Quieres decir que...? —Empiezo y me detengo. No quiero molestarlo y no
quiero decir algo incorrecto. Pero ahora estoy más allá de la curiosidad—. ¿Qué
quieres decir?

—Quiero decir lo que he dicho —refunfuña y se sienta a mi lado, sosteniendo
la manta sobre su regazo—. Nadie me ha dicho una mierda de por qué estoy
aquí, rodeado de gente que ha hecho cosas mucho peores que yo.

Es decir entiendo que me he librado de los robos durante un tiempo, pero, aun así. Como mucho eso debería llevarme a una prisión federal, no a la Bahía para psicópatas.

Este no es mi sitio.

Cierra los ojos y se pasa una mano por la cara, parece estresado. Murmura
algo en voz baja que no puedo entender y ahora no tengo palabras.

¿Cree que está aquí por robar un banco? O sea, que no sabe lo que hay en su
expediente...

No lo sabe... ¿O no lo recuerda?

¿Cómo es posible?

No puedo evitar la expresión de vacío en mi rostro mientras lo observo.

Cuando vuelve a abrir los ojos, veo que su mandíbula se aprieta visiblemente.

—No me mires así —gruñe, con las pupilas repentinamente abiertas como el
infierno, casi tragándose el iris.

—¿Así cómo? —pregunto con dudas.

—Para —murmura, casi inaudible.

Sacudo la cabeza. —Jimin  no te estoy mirando de ninguna manera. Siento
haber sacado esa mierda. Olvidémoslo, ¿de acuerdo?

Me mira por un momento en silencio hasta que finalmente deja escapar un
duro suspiro.

—No, lo siento. Supongo que estoy de los nervios, después de ver lo que les
hacían a los chicos del ala este.

Prisionero de Tu Lujuria Where stories live. Discover now