SIN PRUEBAS

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—Es inútil culpar a nadie sin pruebas

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—Es inútil culpar a nadie sin pruebas. Podría ser cualquiera...

Me encantaría que fuera Amanda, echar de palacio a la pechugoncia sería un verdadero deleite, sobre todo porque al no estar realmente embarazada tampoco podría acusar realmente de homicidio a nadie.

—Están buscando huellas en la jarra y la bandeja, aunque no tengo grandes esperanzas de que encuentren algo.

Al menos era algo.

—¿Y los sirvientes?, ¿No han visto a nadie merodear por aquí justo antes de servir la cena? —insistí.

¡Alguien debía haber visto algo!

—Nada sospechoso o fuera de lo común. Según el mayordomo, mi tío Jacob llegó junto a Eloise en primer lugar, unos minutos más tarde lo hicieron Nathaniel y Amanda juntos y el último en llegar fue David justo antes que nosotros.

Desde luego David era el último en mi lista de sospechosos, pero había sucedido al menos media hora antes de la cena. ¿Y si no fue ninguno de ellos?, ¿Y si lo hizo alguien de su confianza? Aunque mi principal sospechosa era Amanda y dudaba que hubiera sobornado en tan poco tiempo a alguien para que se colara en mi habitación y pusiera aquella sustancia en la jarra de agua a expensas de las consecuencias que podría tener.

No. Si de verdad había sido Amanda lo habría hecho ella misma, pero tampoco podía descartar a Nathaniel o los intereses del tío Jacob en que Alexandre no tuviera descendencia para que precisamente su sobrino predilecto accediera antes al trono.

¡Joder que embrollo!, ¿En que momento me había visto en vuelta en todo aquello?

Y yo pensando que al no tener suegros la cosa iba a ser fácil... ¡Ja! En todas las casas monárquicas se cuecen habas al parecer.

Si ya me había advertido Celeste y yo la llamé exagerada y maniática, tenía más razón que un santo aunque jamás lo admitiera en su presencia para no preocuparla.

—Sea quien sea parece bastante escurridizo. Ya van dos veces que nadie ve nada o sospecha nada —advertí algo mosqueada.

Si era la primera vez que hacía cosas de ese tipo, o bien tenía demasiada suerte o sabía exactamente como proceder para no ser visto.

—Hoy les diré a todos que hemos perdido al niño —advirtió con semblante serio—. No creo que sea capaz de averiguar nada por sus reacciones, pero quien sea que haya sido bajará la guardia y tal vez de un paso en falso porque ha logrado su cometido —continuó—. En cualquier caso ya no serás un objetivo.

No sabía si estar de acuerdo con aquello, tal vez mi tranquilidad residía en que fuera quien fuera la persona que había atentado contra mi dos veces, sabía que su objetivo era deshacerse de mi supuesto hijo, no de mi. ¿Eso le convertía en menos malvado? Obviamente no, estaba tratando de sesgar una vida —por muy falsa que fuera—, pero dicha persona no lo sabía.

Y aquello me hacía volver de nuevo al punto inicial. ¿Qué sentido tenía querer deshacerse del supuesto hijo que esperaba si podría volver a quedarme embarazada de nuevo?

No tenía ningún sentido... ninguno salvo que fuese Amanda, claro.

—Me parece una buena idea —puntualicé.

La idea de quedarme en la cama fingiendo reposo durante semanas no me atraía en absoluto y resultaba impensable salir indemne de aquello después de la escena que habían visto todos en el comedor. Aunque pensándolo bien, tal vez era una excusa perfecta para evadir todos esos compromisos a los que debía acudir en función de reina.

Y que no me parecían tan tediosos como pensaba al principio, todo hay que decirlo, pero seguía sin apetecerme ser el centro de atención y foco mediático de todo el mundo.

Quien me ha visto y quien me ve, Adriana Abrantes queriendo pasar desapercibida.

—Pospondré la programación que teníamos con tus padres por la ciudad para hoy y mañana, espero que puedan retrasar un par de días su viaje hasta que te encuentres mejor. Lamento que haya tenido que suceder esto precisamente en su visita. —En su voz podía notar el hastío que emanaba con las últimas palabras.

—Deja de culparte por todo Alexandre. No puedes llevar ese peso sobre tu espalda, la responsabilidad de cada cosa que pase o suceda excede a ti, no eres responsable de ello.

Me habría gustado levantarme, acercarme a él y abrazarle o al menos tocarle la cara y acoger sus mejillas entre mis manos para obligarle a mirarme, pero estaba segura de que si ponía un pie en el suelo sin ayuda me caería de bruces porque me sentía un auténtico despojo humano.

—Soy el rey, es mi responsabilidad Adriana y si no fuera quien soy, esto no estaría sucediendo, así que es culpa mía. Tú eres mi responsabilidad y no he sido lo suficientemente precavido para saber cuidarte como debería —insistió verdaderamente culpable, sintiendo que me había fallado o algo similar.

Ni de coña pensaba permitir que creyera que lo que me había sucedido era culpa suya, antes me caigo de bruces al suelo fíjate lo que te digo.

Aparté la bandeja y empujé la colcha que me cubría, me arrastré hasta colocar los pies en la cama y traté de levantarme, pero antes de conseguirlo le tenía a mi lado sujetándome, de modo que sería imposible caerme y eso al menos debería agradecérselo.

—Tú —dije clavándole un dedo en el pecho—. Alexandre Leopold I rey de Bélgica y mi marido por al menos cuatro meses más —continué y logré ver un deje de sonrisa, ya fuera por el matiz o por mi tono de voz—, no eres responsable del comportamiento de niño mimado de tu hermano Nathaniel, ni de que tu tío sea un imbécil engreído con ínfulas de poder o de que tu ex lo que sea esté más loca que una cabra y se sienta despechada, ¿Queda claro? Deja de culparte por los actos de los demás y comienza a culparles tu de los suyos. Siento decirte esto marido, pero eres demasiado permisivo... —agregué mordiéndome el labio y logré que Alexandre sonriera de nuevo.

Al menos había logrado que dejase de tener ese ceño fruncido todo el tiempo.

—Está bien, mujer —admitió respondiendo a mi calificativo—, pero regresa a la cama y acaba con todo lo que hay en esa bandeja, no quiero que quede absolutamente nada —insistió.

—En eso voy a obedecerte inmediatamente —dije cogiendo una fresa y dandole un mordisco—. Deliciosa —gemí entrecerrando los ojos.

Pude ver la mirada de Alexandre oscurecerse parcialmente, pero antes de lograr decir algo más, se largo de la habitación como un rayo y casi me atraganté al ver como abría la puerta enérgicamente tras dar un puntapié de la rapidez con la que escapó de allí.

No había que ser un genio para saber porque se había marchado de ese modo y saber que Alexandre me deseaba de aquella manera lograba hacer que algo dentro de mi revoloteara hasta el punto de sentir que flotaba en una nube.

¿Qué se suponía que era aquello?

¿Qué se suponía que era aquello?

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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora