☥ ‣ Capítulo 30

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Brindis.

Elaine

Arrojo el jarrón al basurero y bajo a recepción con la nota. Me encuentro a Fabio detrás del mesón, no saludo como lo haría antes. Al contrario, pido de inmediato respuestas.

—¿Quién mando el jarrón? —pregunto—. Los guardias me dijeron que llegó esta mañana.

—¿Los guardias? —repite—. Veré la bitácora del correo. ¿A qué hora se lo entregaron?

—Eran las nueve o diez —miro por el entorno en busca de los guardias que vi esta mañana.

Fabio teclea en la computadora.

—No, señorita. Los domingos el correo siempre llegan a las once de la mañana, es imposible que le llegara algo antes. Yo mismo recibí el correo de los residentes en el condominio.

—¿Dónde están los guardias del turno en la mañana? —pregunto agobiada—. Ellos me entregaron el jarrón, deben saber algo.

—No están autorizados en recibir paquetes o cartas del correo —contesta—. Yo soy el único que se ocupada de eso, señorita.

—¡¿Y dónde mierda estabas cuando llegó el maldito jarrón, entonces?!

Fabio esboza una expresión amedrentada.

—Lamento si le ocasione alguna molestia con el paquete... —musita.

—Discúlpame tú a mí —bajo la voz—. No era mi intención gritarte.

Regreso al elevador, Fabio dice algo más, pero no alcanzo a escucharlo.

La incertidumbre me tienen horas sentada en el sillón mientras leo una y otra vez la nota. No hay detalles del remitente, pero está escrito en francés y el apodo que Matt solía decirme.

Siento escalofríos y punzadas en la nuca. El corazón se me. No como bocado ni bebo nada durante el resto del día. La noche cae para cuando lleno la tina y me sumerjo en el agua por otras dos horas más. De todas las personas en el mundo, aún le tengo miedo a él.

El hecho de ponerme en una situación hipotética y que Matthew estuviera vivo, me causa ansiedad. No soy capaz de atravesar por aquel dolor otra vez.

El cansancio me vence, por lo que salgo de la bañera y voy a la habitación. Deseo dormir, pero las pesadillas trascienden la realidad. Paso la madrugada en insomnio, doy vueltas en la cama e intento arrancarme sus recuerdos, sin embargo, no resulta fácil.

Intento convencerme que ese bastardo manipulador está sepultado, tal como el pasado. El despertador suena y realizo mi rutina. Enciendo la TV y veo los titulares mientras bebo café. Todavía comentan sobre la masacre en Death Valey.

—¿Diga? —contesto la llamada.

—¡Feliz cumpleaños, pequeña! —exclama Charlie—. Te regalaré una isla privada si me dices que soy el primero en saludarte.

—Gracias por no olvidarlo.

Jamás —intuye—. Tiene la voz extraña, Elaine. ¿Ocurre algo malo?

—Que no estés aquí, eso es malo —resoplo en medio de un casi sollozo.

—Puedo mandar a buscarte —sugiere—. Tú dime que deseas y te lo daré.

—Me quedaré —expreso indecisa—. Charlie, hay algo que quería decirte, más bien pedirte.

—Pídemelo y pondré el mundo a tus pies, hija.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt