Capítulo 4

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Gideon aterrizó justo dos segundos después que yo.

-¡Vamos, Gwenny!- me dijo.- Aún tenemos que ir a Temple.

-¿Y qué es lo que planeas decirles?

-Que la puerta estaba abierta, claro.- respondió como si nada.

Corrimos tanto que llegamos en unos cuantos minutos. Gideon estaba tan fresco y guapo de costumbre, pero yo traía sudor en la frente y los pelos de loca.

Me alisé los cabellos como pude y entré de la mano de Gideon a la sala del dragón.

-¡Gideon, Gwendolyn!- exclamó mister George-  ¿Qué es exactamente lo que hacían fuera de aquí?

Charlotte se acercó a nosotros y le tomó una mano a Gideon, para después retirarla inmediatamente.

-Huelen a tabaco.- les dijo a los demás.

¡Y dale con eso! ¿Qué acaso en la clase de misterios les enseñaron a distinguir este olor? Sabía que el aroma del puro que encendió Lucas se quedaría impregnado a mi ropa, pero aun así no se lo mencioné. Gideon también debería saberlo.

-La puerta estaba abierta, así que llevé a Gwendolyn a una cafetería que solía estar a unas cuantas cuadras de aquí. Había unos cuantos fumadores, de ahí el olor del tabaco, Charlotte.- contestó Gideon. ¿Soy yo o en verdad la estaba mirando con desprecio?

Charlotte le sostuvo la mirada también, desafiante,  pero la desvió unos cuantos segundos más tarde.

-¿Y quién te dio la autoridad para salir, si se puede saber?- preguntó Falk. En cada sílaba que pronunciaba se podía escuchar la rabia que trataba de contener.

-Yo mismo.- contestó. Y dicho esto, me arrastró hasta fuera, puesto que yo aún seguía sujetándole la mano.

Llegamos hasta el mini y el me abrió una puerta, caballerosamente. Al subirse me rodeó la cara con sus manos y me besó.

-Lo siento, Gwenny.- dijo sinceramente- Sólo estoy causándote problemas. Primero el hecho de que tenías que morir por amor a mí, luego el conde persiguiéndote y ahora esto... Es solo... que quiero que vean que ya no les pertenezco. Que ya soy más que una pieza en su estúpido juego.

Esas palabras me dejaron completamente fuera de guardia. Gideon casi nunca se excusaba, y mucho menos le confiaba sus sentimientos a alguien que no fuera el mismo.

-Gideon, yo...- dije sin poder articular bien la frase. Tenía el cerebro bloqueado por la belleza de sus palabras.

-No hay tiempo que perder, Gwendolyn.- me interrumpió.- Vamos ahora  mismo al hospital para ver cómo sigue Raphael.

Sin duda, ese día había transcurrido a una velocidad inexplicable. Yo seguía pensando en esas palabras y me dediqué a contemplar a Gideon.

¡Dios mío, qué guapo era! Su piel clara, los labios rojos, el cabello largo y esos hermosos ojos verdes... Todo en él era simplemente perfecto.

Vi como abría la boca pero no entendí ni una sola palabra, estaba demasiado embriagada por su belleza.

-¿No es cierto, Gwendolyn?- preguntó mirándome.

Yo abrí los ojos como platos. No tenía ni la más mínima idea de lo que me había dicho porque estaba sumamente absorta contemplándolo...

-¿Perdón?- pregunté con cara de idiota. ¡Vamos, Gwenny, no seas estúpida! ¡Presta atención a sus palabras, que más adelante te pueden servir!

Gideon soltó una risita. ¿Qué era tan gracioso?

-Dije que Charlotte aplicó la misma técnica que yo.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora