𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒: 𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒍𝒊𝒗𝒊𝒂 𝒂𝒓𝒄𝒉𝒆𝒓

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"No puedes ir en serio, Olivia, ¿de verdad te vas a meter en mi vida de esta manera?", mi hermana me taponaba los oídos a través del altavoz del móvil con ese horrible audio. Grace, la única amiga que aún no me había fallado, rodó los ojos al escuchar las tonterías dramáticas que decía mi hermana.

—Es una narcisista —sentenció, alzando los hombros—. No sé dónde estaría ella si hubiera sufrido lo mismo que tú. —Se recostó en el sofá con un gesto de indignación.

—Muerta, probablemente —mascullé. Me planté delante del espejo para mirar el conjunto que había elegido.

—¿Te gusta o es poco elegante?

Grace ladeó la cabeza y repasó el conjunto: la camisa holgada blanca, los pantalones de pinza negros y los tacones. Chasqueó la lengua y arrugó la nariz para terminar negando.

—No lo veo. Sé que es una exposición, pero también una fiesta. Además, así vas vestida todos los días a la oficina. —Se levantó del sofá y abrió las puertas de mi armario, ojeando el interior—. Un vestido, así le será más fácil meterte mano.

—Qué va. —Agarré el vestido que había elegido—. Está colada por mi hermana.

—¿Qué? —Grace se apoyó en el armario y cruzó los brazos—. ¿Y vas a una fiesta con ella? ¿Por qué?

—Porque a Dafne le jode que nos veamos. Es raro, pero flirteamos de broma. —Hice una mueca mientras me desabotonaba la camisa.

—A ver si no va a ser tan de broma...

*

Siempre dije que Olivia no era mi tipo, pero verla fumar apoyada en una de las farolas que alambraba su calle hacía que esa frase la dijese con los labios más cerrados.

Se había recogido el pelo en una coleta despreocupaba en la que se distinguían las ondas de su pelo sobre salir y juguetear entre los mechones, creando un juego de luces y sombras en el que parecían hechos de raso.

El color verde de sus ojos combinaba con el tono de la sombra que los recubría, esa que parecía encumbrar a su máxima expresión la profundidad de su mirada. Los labios con tan solo un toque de pintalabios más oscuro que el tono de su piel, acomodándose alrededor del cigarrillo que sostenía entre sus dedos.

Reparé en el colgante plateado con una perlita que relucía con los focos de mi coche, en el anillo fino de su dedo corazón y su vestido. No sé si era un vestido, parecía ser una chaqueta más larga de lo normal que cubría hasta el principio de su muslo, cerrada por la cintura con un cinturón negro ancho que casi no se distinguía en la oscuridad y el escote abierto sin sujetador.

Puse las luces largas para alumbrarla y que se diese cuenta de que era yo. Tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó con la punta del tacón, apresurándose a venir hasta mí y abrir la puerta del copiloto.

—Hola, ricitos. —Se sentó en el asiento con un suspiro.

—Que no son rizos —repliqué, dando un suave golpe en el volante. Ella se rio y se puso el cinturón de seguridad.

—Tú me llamas Liv, yo te llamo ricitos. —Se separó y me observó mejor desde la distancia, señalando mi ropa—. ¿Sólo vistes con traje? —Alzó una ceja, señalando mi camisa negra y llevando el dedo índice a mi pantalón de pinza beis.

—A veces voy desnuda.

Nos miramos a los ojos durante unos segundos que se me hicieron interminables. Unos segundos en los que me esforcé en mantener la mirada en el color verde transparente de su iris para no bajar la mirada al escote que me estaba llamando.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora