Capitulo 15

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Raven no pudo evitar reírse cuando lo vio sentado con la manta encima y enfurruñado mientras la miraba lavar la ropa. El agua estaba realmente helada, tanto que sus dedos estaban rojos y cada pocos minutos tenía que sacarlos para moverlos. Sabía que él la habría ayudado sin dudarlo, sino fuera porque ella lo había obligado a qué le de toda la ropa, asique a él no le quedó otra opción que sentarse en la hierba desnudo. Ella había mirado el agua mientras lo oía desvestirse y tirarle la ropa. Ella estaba con un vestido sucio y raído mientras el suyo se secaba en la rama más cercana, cuando finalmente terminó de colgar la ropa que goteaba incesantemente el se acercó asustándola y le pasó los brazos desnudos por su cintura y extendió sus manos. Ella volteo ligeramente y quedaron tan cerca que mezclaban sus alientos.

- Dame para calentar tus manos, Pajarita.

- ¿Sabes que estás desnudo verdad? - Preguntó mientras tragaba nerviosa.

- Creo que mis partes divertidas han desaparecido en este frío, no te preocupes que la manta aún me cubre abajo. Las manos. - La apremió levantando las cejas.

Ella miró la ropa mojada rompiendo el contacto visual y puso sus manos en las suyas, lo escucho sisear y sonrió perversa sabiendo lo fría que estaban sus manos.

- Date la vuelta que te abrazaré. - Dijo él en un susurro en su oído.

- Definitivamente no.

- Estás helada.

- Y tu desnudo.

- No haré nada inapropiado. - Murmuró dándola vuelta.

Ella clavó sus ojos en su rostro mientras lo veía soplar su aliento en sus manos apretadas para calentarlas. Luego él la abrazó y ella apoyó perversamente las manos heladas en su espalda baja y rió cuando él se arqueó sin poder evitarlo.

- Mierda, Raven.

A pesar de lo inapropiado él frotó suavemente su espalda y no sintió tanto frío después, quiso hacer lo mismo por él, ya que estaba con el torso desnudo pero sus manos estaban tan frías que sería perjudicial.

- Voy a taparnos a ambos con la manta porque estoy muriendo de frío. - Le advirtió él y ella trató de alejarse, pero él no se lo permitió.

- No verás nada. - La tranquilizó. - Tu rostro está sobre mí hombro y me tapare rápidamente. A menos que quieras ver por supuesto.

- Déjate de tonterías. - Murmuró ella.

Lo sintió reír y apoyó la cabeza en su hombro, apoyó la nariz helada en su cuello y ella contuvo el aliento por el frío. Cuando la manta los cubrió ambos se quedaron quietos, no había nada más que su ropa entre ellos, pero él se mantuvo alejado de ella, excepto por sus torsos.

- ¿Cuánto crees que tardará en secarse esa ropa?

- Con el viento que corre, estará lista bastante rápido.

Estuvieron varios minutos en silencio hasta que ella sintió que sus manos finalmente estaban calientes.

- Iré a cambiarme y pondré a calentar agua así haré te.

- Es horrible ese té de hierbas. - Se quejó él aún sin soltarla.

- Encontré menta en la orilla, no es lo mejor pero nos calentará.

Él se alejó un paso y cerró rápidamente la manta a su alrededor.

Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro mientras la veía desaparecer entre los árboles. Ella seguiría con él a pesar de todo, y eso le hacía sentirse bien y elegido. Necesitaba saber si ella lo iba a abandonar, porque su bienestar era lo único que le importaba. Quién habría imaginado que ese pirata en el que se había convertido, tan arrogante y avaro estaría compartiendo sus tesoros con una joven panadera. Si sus secuaces se enteraran que todo el dinero que habían robado él lo compartiría sin problemas con alguien más, lo matarían sin dudar. Pero él jamás había compartido con nada con nadie, ni su verdadero nombre, ni sus proyectos o secretos. Jamás había sido sincero con nadie, ni siquiera con el hombre más cercano de su tripulación, en el que confiaba plenamente en tantos años navegando juntos. Se había hecho un nombre nuevo, una vida nueva en el océano. Decir que había sido fácil sería un eufemismo, había visto y hecho más cosas repudiables de las que le gustaría admitir o recordar, había robado e incluso matado. No se había hecho una reputación de mentira, no se había hecho rico a base de buenas acciones o amabilidad. Había conocido la cruel realidad de la vida y la había aceptado, se había olvidado de la moral en tierra firme y había navegado hacía el éxito como un delincuente temido y respetado. Había sido su elección y no se quejaba, ya no valía la pena. Había partido de su idílico hogar con la decisión en su mente y corazón, no le importo dejar a su familia. Durante mucho tiempo se preguntó si algo en él estaba roto, pues su familia no era mala. Al final había aceptado que quizá estaba roto, quizá había llevado demasiado lejos su rebeldía, pero había aprendido a vivir con ello, tampoco servía de nada llorar por lo perdido. Tampoco es que era un sádico o asesino, asique había buscado personas que se ocupen de ensuciarse las manos para que las suyas estén lo más limpias posible en ese mundo en el que había elegido prosperar, entre robar y matar había una gran diferencia, y aunque había matado él se convencía a sí mismo que el mundo estaba mejor sin esa escoria. No podía decir que era trigo limpio, que su honor estaba intacto o que era un hombre de negocios con dudosa reputación. Era un delincuente temido, respetado y buscado y si era sincero consigo mismo lo que había pasado le habría salvado la vida en más de un sentido. No había manera de salir del negocio indemne, nadie lo habría dejado marchar libremente, ni sus enemigos, sus secuaces y mucho menos la ley. Así que hacerse pasar por muerto le había dado la oportunidad de comenzar de nuevo, en realidad él no se había hecho pasar por muerto, a él lo habían matado y así debía quedar.

Mentiras Negras ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora