Capítulo 8: nueva invitada.

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Capítulo ocho.


—Llegamos— comunicó Sesshomaru una vez estacionado en el parqueo del edificio donde residía, se desmontó y le abrió la puerta a la menor, ayudándola a salir.

—Muchas gracias—dijo Rin.

Ambos se adentraron al edificio y tomaron el ascensor, para en seguida entrar en el apartamento de Sesshomaru.

¿Qué se supone que diga o haga ahora? Se preguntaba la pequeña Rin.

—Aquí estamos—informó Sesshomaru, y procedió a deshacerse de su acogedora chaqueta de piel, dejándola en el perchero al lado de la puerta—estás en tu casa—comunicó por último antes de perderse de la vista de Rin.

—Bien, Rin, es hora de agradecer, por el momento, de alguna forma— se dijo así misma y juntó sus palmas en señal de decisión—manos a la obra.

Se quitó los botines negros que traía puesto, buscando comodidad, así que los dejó en una esquina y caminó hasta la cocina.

Una vez allí se puso un delantal blanco que encontró, se lavó las manos y procedió a buscar en la despensa, haría una de las cosas que mejor sabe hacer, cocinar. Le haría un rico desayuno, esperaba que le agradara genuinamente.

Lavó, pico y coció diferentes tipos de alimentos, carnes, vegetales y frutas, se movió por aquí, se movió por allá, quería que todo saliera bien. Cuando de momento sintió una fuerte mirada a su espalda, así que se giró con brusquedad, encontrándose a Sesshomaru, el cual llevaba otra ropa, una más cómoda.

—¡Señor Sesshomaru!—exclamó ella bajamente con desilusión en su tono de voz.

—Hpm— fue lo único que él pudo contestar.

—Arruinó la sorpresa—dijo y se formó un mohín en su rostro, mientras que una de sus manos descansaba en la cadera, y con la otra sostenía un cucharón y señalaba a Sesshomaru.

—¿Sorpresa?—preguntó él con una mínima pizca de curiosidad—fui atraído aquí por el olor de la comida.

—¡Entonces sí huele bien!—exclamó ella feliz.

—Más bien... creo que se te está quemando algo.

Rin se giró y vió con horror como la carne parecía quemarse.

—¡Ah!—lloró y procedió a apagar la estufa—esto no estaba en mis planes de un desayuno perfecto, así que por favor, señor Sesshomaru, discúlpeme pero le pido amablemente que se retire a su habitación—habló ella con un notorio rubor en sus mejillas, y él la miró con una ceja en alto y una diminuta sonrisa burlona.

—¿A mí habitación?

—Así es—afirmó moviendo la cabeza frenéticamente mientras se sonrojaba un poco más—su presencia me está poniendo nerviosa otra vez y estoy tratando de hacerle un desayuno sorpresa, el cual ya no es tan sorpresa, cuando esté listo yo lo llamaré, es mi forma de agradecerle a usted, por el momento.

Sesshomaru se quedó en silencio, mirándola detalladamente, ella era... particularmente graciosa, ante sus ojos.

—Está bien—dijo el doctor al fin, se giró sobre su propio eje y partió por donde vino.

Rin suspiró con alivio, y se giró para seguir en lo suyo, media hora después había terminado, un riquísimo desayuno, que más que desayuno pasaría a ser la comida, se les había ido la mañana en la comisaría.

Sirvió dos platos de una rica pechuga bañada en crema de leche, ensalada verde con frutillas y un refrescante jugo de naranja.

Rin miró orgullosa su creación, esperaba de corazón que a Sesshomaru le gustara, o sino moriría de la vergüenza.

Llamó suavemente a Sesshomaru, quien luego de unos minutos apareció en el lugar.

—¡Ta-da!—señaló felizmente su creación que reposaba sobre la mesa—la comida servida, mi señor—comentó con un pequeño tono bromista.

Sesshomaru le dirigió una rápida mirada y tomó asiento en la cabeza de la mesa, mientras que Rin se quedó a su lado, de pie, con una sonrisa de oreja a oreja, esperando ansiosa a que el mayor probara bocado alguno.

En el momento en que Sesshomaru cortó su carne y la llevó a su boca, Rin lo miró atentamente. Él masticó lento y pausado, se tomó su tiempo, degustó la comida como debía, todo eso mientras en su rostro había plasmada una expresión de póker.

Comió del resto de la comida, frutillas, y tomó del refrescante jugo, luego le dirigió a Rin una mirada juzgadora, haciéndola casi temblar de los nervios, ¿había fallado en su gran arte culinario?

¿Qué tal está?—preguntó ella ansiosa, sentía que él en cualquier momento expresaría su disgusto.

—Excelente, la verdad—comentó al fin, después de haberla intimidado lo suficiente relajó el rostro, dejando salir a relucir una pequeña, casi imperceptible sonrisa, la cual no pasó desapercibida para la atenta chiquilla.

Rin suspiró aliviada, había logrado su cometido, su comida había sido del agrado de Sesshomaru. Se quitó el delantal y fue a lavar sus manos, para luego ocupar un lugar junto a Sesshomaru, y empezar a comer también.

—Dígame, señor Sesshomaru—empezó a hablar mientras cortaba un trozo de carne, se veía delicioso—¿cuál es su edad?—terminó de cortar su carne, y antes de llevarla a su boca, miró a Sesshomaru—si en algún momento me la mencionó, no lo recuerdo, la verdad—sonrió y luego llevó aquel trozo de carne a su boca.

Sesshomaru la miró con algo de curiosidad, nunca habían hablado de sus vidas personales, no que él recuerde.

—Tengo veintiocho años de edad—comentó con tranquilidad, y fue justo ahí el momentos en que pensó, que aquella pregunta habría sido perfecta, para él poder salir de dudas también—¿y tú?—preguntó devuelta, queriendo sonar desinteresado, pero sabiendo perfectamente que eso era una de las cosas que más le interesaba saber en ese momento.

—Ah, sí, yo tengo—antes de que Rin pudiera concluir con su respuesta, un fuerte golpe en la puerta los alertó.

Sesshomaru maldijo por lo bajo, ¿quién demonios era? Golpearía a quien interrumpió en la mejor parte.

El insistente ruido seguía, Sesshomaru abandonó su lugar y se dirigió a la puerta con un claro rostro de pocos amigos. En el instante en que abrió la puerta de golpe, y observó de quién se trataba, la cerró de la misma manera en que la abrió, en automático.

—Maldita sea...—murmuró bajamente, ¿qué hacía ahí?

¿Sesshomaru?—se escuchaba del otro lado de la puerta—Sesshomaru ábreme la maldita puerta, ¿qué clase de educación es esa?—la irritante voz de una mujer penetraba los sensibles odios de Sesshomaru, provocándole un tic nervioso en la ceja izquierda, el solo escucharla le causaba estrés.

Abrió un poco puerta, lo suficientemente como para solo asomar su cuerpo, dejándole en claro con eso que no tenía intenciones de dejarla pasar, cosa que poco le importó a aquella mujer, quien con un firme empujón terminó quitando a Sesshomaru del medio y entró al lugar como Juan por su casa.

Sesshomaru suspiró en derrota y cerró la puerta, luego se giró para encararla.

—¿Qué haces aquí?—preguntó con un notorio fastidio.

—¿Esas son formas de recibir a tu madre, hijo mal agradecido?—habló ella de la misma manera, sí, definitivamente eran madre e hijo.






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¡Buenas! Espero estén bien, yo he vuelto a hacer acto de presencia con este capítulo, la verdad que me he dado una gran pérdida en esta plataforma, y es que desde que entré a la universidad he estado algo consumida en tareas, sumándole la anterior ruptura con mi pareja, no he tenido deseo ni inspiración para esto, pero trataré de actualizar más seguido.

Pd: me hacia falta algo de esto la verdad JAJAJAJA.

Perdón por las posibles faltas ortográficas, nos leemos pronto.

Por un accidente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora