Capitulo 26

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No le sorprendía para nada no haberla encontrado afuera, conociendo a su Pajarita seguramente habría pocas opciones para elegir. O estaba buscando un objeto contundente para defenderlo o habría encontrado el lugar donde estaba la comida. Su hermano lo acompañó por los pasillos de la fábrica y mientras caminaban le contaba los cambios que habían hecho.
Finalmente la encontraron en la enorme cocina donde cataban el caviar, había una gran mesa donde varios empleados habían dispuesto algunas latas abiertas y le hablaban satisfechos con sus preguntas e interés.

— Seguramente la han confundido con algún invitado. — Le dijo Samuel. — A veces vienen algunos inversionistas o invitados a catar la calidad del producto.

— ¿Con galletas saladas dices? — Ella levantó una galleta y observó la pasta negra que tenía encima y lo olió. — No se si me gustará.

— Pruébelo, señorita. — Le dijo el hombre mirándola con diversión.

Ella dudaba mirando la galletita y luego miro el cielo como haciendo una plegaria y él disimulo una risa.

— Dame una servilleta. — Pidió estirando el brazo libre y una mano solicita se la tendió. — Porque si no me gusta lo escupiré.

Se escuchó varios sonidos ahogados, él paro y le hizo seña a su hermano para que haga lo mismo. La diversión en los ojos oscuros de su hermano brillaba como la suya propia. Finalmente ella se atrevió luego de varios momentos de duda, abrió las fosas nasales cuando el sabor la inundó y luego su cara se arrugó. No lo escupió, pero cuando trago levantó el vaso y bebió profundamente.

— Estaba horrible. — Dijo ella con una pequeña tos.

Varios se rieron.

— Debería haberlo escupido. — Le dijo un hombre mayor con las manos en los bolsillos y una sonrisa desdentada.

— ¿Sabes cuánto sale una de esas latas? ¡Acabo de masticar peniques! — Le dijo ella escandalizada.

La risa de su hermano lo sorprendió y lo alivió. Se acercó, cuando ella reparó en él, le sonrió.

— Acabo de probar esto y estaba horrible. — Le informo sin importarle quien la oía.

— Ya veo. — Dijo él pasando una mano por su cintura. — Vamos a tomar un té.

Raven le sonrió aliviada cuando vio su semblante tranquilo. Se había puesto tan nerviosa que había caminado de un lugar a otro, cuando sintió que no se estaban matando detrás de la puerta, decidió ir a buscar para hacer un té y se perdió, cuando la mujer la encontró vagando le dijo que estaba todo listo la siguió sin entender y así terminó probando esas huevas de pescado.

Se escandalizó por el precio, y por lo horrible que era. Si Christopher se dio cuenta de que murmuraban sobre él y su hermano, no lo hizo evidente, simplemente le sonrió como siempre. Salieron rápidamente y ella se volteo.

— Gracias. — Dijo y saludó con la mano.

— Vuelva cuando quiera. — Murmuraron algunos.

— No creo que lo haga.

Y se escuchó la risa de todos.

— Disculpa ¿Puedes repetirme tu nombre? — Pidió Samuel.

— Raven.

— ¿De dónde eres, Raven?

Ella miró a Christhopher, él asintió y le dio un suave apretón para darle ánimos.

— De Kingsweston

— ¿Cerca de Bristol? — Pregunto el y ella asintió.

— Estamos a un pueblo del puerto.

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