29 - Cita de amigas I

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NOTAS

¡Hola, familia!

No hay nada como disfrutar de un sábado soleado con un buen paseo o una cita... de amigas, ¡je, je! Por fin llega uno de los capítulos que tanto anhelaban. No sé ustedes, pero me vendría bien un masaje como el del capítulo con fines relajantes —lo juro...— para contrarrestar las horas que paso sentado mientras escribo. 

Les deseo un finde fantástico y una dulce lectura.

Gracias por sus votos y sus comentarios. ¡Un beso enorme!

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Cita de amigas I

El regreso a casa recuperó su esplendor gracias a la charla que habían tenido Ana y Eric en la azotea del instituto. Mi hermano pasó de ser un alma perdida en el limbo a pavonearse como un deportista que acababa de ganar una medalla de oro olímpica. Además, volvió a ser un perrito sumiso ante las agitaciones de Ana para que no se ralentizara demasiado con tanto parloteo. Ella también pasó de ansiar despellejarlo con las uñas a consentirle su verborrea de hermano protector. Me convirtieron en la excusa perfecta para hablar entre ellos, pues se valieron de mi creciente número de admiradores para tener tema de conversación. El único excluido fue mi enamorado misterioso, supongo que porque Ana no quería tener que justificar delante de mí la existencia de aquella carta que me ocultó.

Ya en el almuerzo, la única que había perdido parte del apetito era yo. No es que el pollo frito me repitiera, sino que no había dejado de darle vueltas a la inminente reconciliación entre mi hermano y, políticamente pronto, mi cuñada. Observar a Eric comiendo como un animal salvaje tampoco me ayudó. Parecía un vagabundo que habíamos recogido de la calle por obra de caridad. Desmenuzaba los muslos de pollo con los dientes como si no hubiera ingerido bocado alguno en una semana como mínimo. Estaba claro que la esperanza había sido el remedio para su tristeza, pero, tras su faceta carnívora, yo veía las ansias con que se apoderaría de la irresistible boquita de Ani, de sus seductores muslos, de su tentador trasero, de sus suculentos pechos, de todo. No pude más y le acerqué mis sobras; hasta Ana hizo lo mismo, pero seguro que no por el mismo motivo.

A pesar de lo inevitable, no me rindo. Tras la partida de mi hermano para el trabajo, la ilusión de la cita que tendré con Ani resplandece en mi mente.

—Laurita, me voy a duchar para quitarme la peste a comida grasienta que me dejó encima la asquerosa de Daniela —me dice Ani frente al baño. Juega a hacerse la misteriosa y mantenerme intrigada, ya que aún no me ha contado cuál es su plan.

—Vale, pero... dime a dónde piensas llevarme para saber qué ponerme. —Nerviosa, jugueteo con mis cabellos. ¿Con qué me sorprenderá?

—Es fácil. ¡Iremos a la playa! —revela con gran exaltación.

—Oh... —¿Mi sueño se cumplirá? Sería tan especial, pero no puedo ignorar que no sé nadar y que en la realidad tengo esta muñequera en el brazo izquierdo protegiendo mi más profundo secreto. En el sueño no existía. ¿Y si la perdiera por accidente en la playa? ¿Y si Ani descubriera lo que oculto? Tengo miedo.

—Pensé que te alegraría. Creía que te gustaba el mar. —¡Ay, no! No quiero que se desmotive por mis temores.

—No es que no me guste ni que no me alegre... —Bajo la vista para huir, para facilitar mentirle a medias.

—¿Y entonces?

—Es que... no sé nadar, nunca aprendí. —Eso también suena patético al pronunciarlo en voz alta. Crecí en una isla, rodeada de mar, y no aproveché como era debido. Al menos, tengo una alternativa para la muñequera.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora