Capitulo 19: celos

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CAMERON

Luc estaba mirando a Atenea. Atenea me miraba a mí. Yo miraba a Luc. Y Jace...Jace parecía querer un buen tarro de palomitas, porque se sentó en la barra y alternaba la mirada entre los tres.

Analicé la situación: lo única raro era que Atenea se había quedado a dormir y tenía puesta mi ropa.

Sí, era grave.

Carraspeé, pero hice lo que últimamente se me daba bien: ignorar las cosas.

—Has vuelto—saludé a Luc con un medio abrazo y me dirigí a la nevera.

De reojo vi que Jace asentía, y gracias a Dios, me siguió la corriente:

— ¿Cómo esta tu madre?—preguntó.

Luc lució confundido unos segundos, hasta que suspiró y sonrió un poco, luego de saludar a Atenea con la cabeza.

—Bien, esta mejor—respondió Luc y se acomodó la mochila al hombro—. Pero Lara me secuestró a la noche y me obligó a jugar videojuegos, así que estoy muerto. Iré a dormir, nos vemos en clase.

Dicho esto, nos sonrió una vez más y se alejó a la habitación. Yo solté un suspiro y mi corazón se rompió un poco. Oficialmente, era el peor amigo y primo de la historia. No podía creer que había llevado todo tan lejos...Y que todavía hubiese ido más lejos si Atenea no hubiera propuesto el juego.

La culpa me pegó muy fuerte, porque Luc...La promesa que habíamos hecho...

—Cam, solo hay cerveza, no sé qué tanto miras.

La voz de Atenea me sacó de mis pensamientos. La miré, y vi que me miraba entre preocupada y confundida. Volví la vista al frente y descubrí que todo esto tiempo había estado mirando el interior de la nevera, que estaba vacía salvo por dos packs de cervezas.

Asentí.

—Cierto. Debo ir al supermercado urgentemente.

—La madre de Luc... ¿esta bien?—siguió preguntando.

Asentí.

—Sí, estuvo con vómitos los últimos días, y le tocó a Luc ir a cuidarla. Su padre estaba de viaje de negocios y Lara, la hermana, tiene solo 10 años.

—Oh, ojalá que se mejore.

Jace asintió y me dirigió una mirada larga.

—Bueno...iré a prepárame para ir a clase—. Atenea se levantó del asiento, y sin mirarme siquiera, se fue a mi habitación.

La seguí con la mirada. La culpa me carcomió una vez más. Pero es que Atenea era tan única, que era difícil no gustar de ella.

Aunque a mí no me gustaba en ese sentido.

Para nada.

Nop.

—Hombre—dijo Jace, y lo miré. Finalmente, cerré la nevera y me apoyé en la barra—. No sé a qué estas jugando, pero espero que tengas cuidado. —Tomó un largo sorbo de cerveza—. No quiero que esto se transforme en Los Juegos del Hambre por una chica.

Solté un suspiro y cubrí mi cara con las manos.

—Lo sé—. Mi voz salió amortiguada—. Yo mismo estoy intentando que no me explote en la cara, pero no es fácil.

Sentí que palmeó mi hombro, y el gesto me reconfortó, pero solo un poco. Esperaba sentirme mejor el resto del día, pero no lo creía posible.

Cuando estuvimos listos, partimos hacia la universidad. Atenea iba sentada, extrañamente callada, en el asiento de copiloto. Jace iba en el asiento de atrás tarareando una canción. El clima estaba apestoso, como mi estado de ánimo: llovía y había mucha humedad.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora