CUATRO

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—Entonces... es como el equivalente a una suegra fastidiosa, ¿eh?— indagó Diego mientras se colocaba la red en su cabello, ambos se estaban preparando para iniciar su jornada y desde minutos antes Joaquín le había relatado su incómoda cena.

—Tanto así como una suegra fastidiosa como que no—, terminó de atarse el delantal.

—Si dices que despreció tu trabajo y que hizo una comparación con el de Emilio; parece ser que piensa que no mereces a su hermano.

—¿Tú crees?—; ya había pensado en eso, pero el hecho de que su amigo lo dedujera reforzaba tu teoría.

El mayor asintió con la cabeza, pero luego el reloj de la pared marcó la hora en punto en la que debían estar en la cocina del restaurant, por eso decidieron dejar la charla para después.

Lejos de allí, Daniel caminaba por una concurrida calle, debía llegar a las oficinas de uno de los periódicos más leídos de la ciudad. Después de haber acompañado a Emilio a dejar a Joaquín al hotel donde trabajaba, había ido con él a su consultorio, pero una vez que el moreno comenzó con sus labores todo se tornó aburrido para el rubio, así que salió; iría a visitar a Eduardo.

—Alguien te busca—, exclamó una chica de largo cabello oscuro; —está en el vestíbulo; no quiso dar su nombre, sólo dijo que era una sorpresa.

—Gracias, Majo— dijo el joven de cabello castaño y se levantó de su silla; sus escritorios eran cercanos, pero al haber ido por una taza de café, la chica escuchó que alguien buscaba a Eduardo, por eso muy amablemente se ofreció a llevarle el mensaje. Tomó el elevador y bajó seis pisos. Eduardo era un antiguo amigo de Daniel, siempre había estado enamorado de él, pero cuando el chico de la mirada felina fue tras aquél jugoso contrato en otra ciudad, supo que tenía que dejarlo ir para cumplir su sueño, y él también debía cumplir el suyo, redactar artículos.

El característico sonido de la campana avisó que había llegado a su destino y cuando las puertas se abrieron, un chico rubio chilló; —¡sorpresa!

Y casi se va de espaldas al recibirlo improvisadamente en sus brazos.

—¿Daniel?— exclamó incrédulo, —¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo llegaste?— lo apartó para mirar mejor su rostro.

—Justo anoche— sonrió.

—Y... ¿dónde te estás hospedando?

El sólo remembrar eso le hizo descomponer su gesto a uno de molestia, rodó los ojos; — ni me lo recuerdes— bufó, —me estoy quedando con Emilio.

—¿En casa de Joaco?— abrió los ojos desmesuradamente ante la sorpresa.

—Joaco, Joaco; ese nombre ya me tiene harto—, infló las mejillas.

 Eduardo lo miró por unos instantes y luego rió, —¿no te simpatiza Joaquín?—, quiso confirmar su sospecha.

—Por supuesto que no. Un cocinerucho, ¿puedes creerlo?

—Entonces; si tanto te desagrada, puedes quedarte en mi apartamento—, le ofreció.

—¡Jamás! Ahora más que nunca debo estar allí; no permitiré esa boda.

—¿Boda?

—El bruto de mi hermano le pidió matrimonio.

—A mí nadie me había dicho sobre una boda—, se sintió indignado.

—Es porque harán una cena donde anunciarán su compromiso oficialmente— explicó el rubio; —pero eso no es lo importante; debo deshacer eso, Joaquín no puede casarse con Emilio.

MI QUERIDO CUÑADO (TERMINADA)Where stories live. Discover now