CONFESIONES INESPERADAS

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Lo prometido es deuda flores!!! Hoy tenéis maratón!!!!!
No un doble, sino triplete, así que disfrutadlo porque no se cuando habrá otro! Nos vemos el próximo lunes!!!  Eso si, mañana ya sabéis que habrá un POV de Alexandre en mis redes! Allí os espero!

—Obviamente habrá que organizar una gran boda y hacer el anuncio del compromiso para que se hagan eco todos los medios, creo que no podrá ser antes de la próxima primavera, ¿Verdad, amor? —exclamó la pechugoncia radiante de felicidad mientras le c...

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—Obviamente habrá que organizar una gran boda y hacer el anuncio del compromiso para que se hagan eco todos los medios, creo que no podrá ser antes de la próxima primavera, ¿Verdad, amor? —exclamó la pechugoncia radiante de felicidad mientras le cogía el brazo a Nathaniel que parecía mucho menos efusivo.

Si ni siquiera les había visto darse un beso en los morros a esos dos. ¿Seguro que todo aquello no era una pantomima? Tal vez hubiera algo positivo en toda esa situación, lo mismo se le había esfumado el despecho que albergaba y la estúpida idea de recuperar a Alexandre.

Pero dudaba que hubiera cambiado de opinión en tan poco tiempo.

¿Qué clase de mujer se lía con el hermano de su ex con la esperanza de recuperarle? Aquello no tenía pies ni cabeza se mirase por donde se mirase. ¿Igual en su absurda mente retorcida, creía que viéndola allí pensaría en lo que se había perdido o estaba perdiendo y trataría de recuperarla?

Cada vez era más partidaria a pensar que la pechugoncia solo deseaba meter la cabeza en palacio y para mi penosa existencia, lo estaba logrando según parecía.

—Disculpadme —anuncio Eloise haciendo ademán de levantarse—. No me encuentro muy bien, ha debido ser el vino. Mis felicitaciones a la pareja por el compromiso y buenas noches a todos —añadió antes de que nadie pudiera hacer nada y se encaminó hacia la puerta lateral porque era la más cercana.

—Gracias querida —sonrió falsamente Amanda sin añadir nada más justo cuando Eloise se estaba marchando, como si le importara un bledo que se encontrara mal.

—Creo que yo también doy por finalizada la cena —dije soltando la servilleta de tela que tenía en mi regazo sobre la mesa dispuesta a salir tras Eloise que había salido escopeteada y con razón—. Te espero en tu habitación —susurré sobre Alexandre que asintió e intuyó cuales eran mis motivos para abandonar la mesa.

No había rastro de Eloise por los pasillos, ni en su habitación, ni la biblioteca y dudaba que hubiera salido a los jardines a esas horas, pero era una noche fresca, así que tal vez fuera el primer lugar hacia donde había ido ahora que lo pensaba.

No tuve que andar demasiado para escuchar los sollozos procedentes de uno de los bancos que había cerca de los rosales. Seguramente sabía que sería el único lugar donde nadie la oiría llorar.

Me acerqué hasta ella, me senté a su lado sin decir nada y esperé silenciosamente hasta que quisiera derramar la última lágrima.

—Si te sirve de consuelo, sé que se arrepentirá —dije cuando trataba de limpiarse las lágrimas.

—Soy una imbécil por quererle, ¿Verdad? —preguntó entre sollozos.

Tal vez Eloise había conocido una parte de Nathaniel que desde luego yo desconocía, porque casi me parecía asombroso que pudiera profanarle amor a alguien arrogante y misógino como lo era él.

—Desde luego que no —negué—. Como diría mi hermana, el corazón no se rige por la razón —sonreí.

Eloise trató de sonreír, pero en su lugar emitió una mueca triste y vi como le temblaba el labio inferior.

—Tal vez soy una ilusa por pensar que las cosas serían diferentes esta vez —puntualizó.

¿Esta vez?, ¿Qué quería decir con esta vez?

—¿Te refieres al hecho de que Amanda pasara por su vida como una chica más? —exclamé creyendo que se refería a eso y no a que ella fuera la definitiva.

Si es que todavía no podía creerme como estorboman y la pechugoncia podían siquiera pensar en la posibilidad de casarse. Todo aquello era muy surrealista, más aún cuando su supuesta relación no llegaba siquiera a los treinta días.

—Una vez, cuando Nathaniel y yo teníamos doce años nos escondimos de mi tío Jacob dentro de un armario en una de las salas de estar —comenzó a relatar—. Estaba oscuro, pero por la celosía de las puertas se filtraba algo de luz, aunque permanecimos agazapados y expectantes hasta que mi tío entró, él no nos vio y se marchó. En aquel momento sentimos que lo habíamos logrado y que podríamos ser libres durante unas horas hasta que al fin nos encontrara, pero en lugar de salir de aquel armario, Nathaniel y yo nos miramos y el tiempo se detuvo a nuestro alrededor. Quizá creas que estoy loca, pero aquel momento fue mágico, fue la primera vez que nos vimos de verdad y probablemente sea el momento en el que sentí que me enamoraba de él. Por algún motivo que desconozco, Nathaniel se acercó y besó mis labios. Fue tierno y sincero pero lo suficientemente alentador para vivir todos estos años de aquel recuerdo.

¿Nathaniel la había besado? Vale que eran unos niños y solo tenían doce años, pero ¡La había besado! Por más inocente que fuera aquel beso, demostraba que en su momento él había sentido algo por ella o jamás lo habría hecho.

—¿Y qué pasó después? —pregunté intrigada.

—Nathaniel me evitó, actuó como si jamás hubiera sucedido y cuando le pregunté porque no me hablaba, si la razón era por haberme besado en el armario, me dijo que eso solo habría ocurrido en mis sueños, que él jamás osaría darme un beso.

Si es que no se llama estorboman por nada... es un capullo desde adolescente.

—Teníais doce años, yo ni siquiera me acuerdo del primer chico al que besé —en realidad si que lo recordaba pero era mejor olvidarlo—. Tal vez se asustó.

¿De verdad estaba defendiendo a Nathaniel? Al menos era el de doce años y no la versión empeorada de su adolescencia.

—¿Y que justificación tiene ahora? —exclamó alzándose del asiento con cierto énfasis.

—¿Y que justificación tiene ahora? —exclamó alzándose del asiento con cierto énfasis

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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora