𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟒: 𝒔𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅

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Me desesperaba no entender qué era lo que causaba tanto rechazo en mí. No sabía qué estaba pasando. Seguí sin entender qué pasaba ni por qué no podía ser su amiga. Si ella no me lo decía, no podía entender ese distanciamiento y por qué solo me quería para el sexo, pero sentía que se había enfadado conmigo.

Estaba hablando por teléfono en su cubículo mientras tecleaba en su ordenador, así que me acerqué sin hacer ruido —dentro de lo posible en una oficina— y le dejé el frapuccino de fresa con el croissant de chocolate que tanto le gustaba. Ella me miró de reojo, observando a mis manos poner la bolsa en la mesa.

—No hace falta que hagas esto. No has hecho nada malo —me dijo, tapando el micrófono del teléfono móvil y alejándoselo de la cara.

—E-Es que me gusta hacerlo. —Balbuceé, ganándome una mirada inquisidora por su parte mientras le daba el primer sorbo al frapuccino.

Su hermana estaba quedando en un segundo plano. Pensar que perdía la relación con Dafne me había sentir mal, pero sentir que perdía la conexión con Olivia me horrorizaba.

Si Dafne se iba, sería otra chica que pasaba de largo en mi vida, otra más que desfilaba por la puerta de mis ojos sin tener nada especial, pero Olivia sí lo tenía. Solo tenía que mirarla a los ojos para saber que dentro de ella había un mundo que todavía estaba por explorar, un mundo que se esforzaba por ocultar, por mantener fuera del alcance de todo el que quisiera entrar.

—¿Por qué? —Frunció el ceño, totalmente extrañada. Parecía que había dejado dos millones de dólares en su mesa.

—Por ser la más guapa de la oficina, obvio. —Fue lo primero que se me vino a la cabeza.

—Como mi hermana te vea aquí te van a echar de la oficina, que lo sepas. —Cerró los ojos, succionando la pajita del frapuccino que le acababa de traer.

—Es un riesgo que estoy dispuesta a correr.

Se echó a reír de forma irónica y volvió al teléfono, chupándose el dedo manchado de fresa mientras negaba y seguía hablando.

—Sí, no queremos una barra libre. No. Es una entrega de premios... Exacto, exacto. —Olivia reía, dándole un leve sorbo a la pajita del frapuccino—. No queremos incidentes, pero sí queremos que puedan elegir entre una variedad de bebidas. Sí, que sea extensa. Ajá. —Dejó la bebida en la mesa y alargó la mano para coger su bolígrafo plateado con detalles rosas—. Sí. —Anotó nombres de bebidas en uno de esos posts it que le había prestado hacía más de un mes. Moët Chandon Rosé Imperial, Mumm Cordon Rouge, Belvedere, Smirnoff, Grey Goose, Martin Miller's y otras botellas más reservadas—. No, no te preocupes. Gracias, te llamo en estos días para confirmar. Adiós.

Dejó el móvil en la mesa y suspiró, enjugándose los ojos con los dedos de una misma mano. Sus dedos se llevaron un poco de maquillaje, mostrando unos centímetros de la piel púrpura que surcaba sus ojeras. No estaba durmiendo. Me preguntaba cuándo fue la última vez que durmió más de tres horas seguidas.

—¿Qué quieres, Noah? —Suspiró, masajeándose las sienes con la mano. Estaba cansada de tenerme a su lado si no era solo para acostarnos y se notaba—. ¿Quieres quedar hoy? —Abrió el cajón de su mesa, ese donde había guardado el boceto, y sin mirar sacó una cajetilla de tabaco.

—No, solo... Te traía el desayuno. —Señalé el croissant, que ella ni siquiera tocó.

—No tengo hambre, pero gracias. —Alargó la mano para removerme lo que ella llamaba rizos y los sacudió.

—Creo que... Deberías comer. —Olivia se levantó de la silla, se guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón de pinza largo de color azul marino.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora