ENFRENTAMIENTOS

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Mis palabras fueron tan contundentes que la reacción de Helia fue repentinamente la de echarse a llorar compungida

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Mis palabras fueron tan contundentes que la reacción de Helia fue repentinamente la de echarse a llorar compungida. Pensé que sería alguien con un carácter mucho más fuerte y decisivo, incluso que no lograría sonsacarle la verdad con pequeñas mentiras porque estaría muy segura de no haber dejado rastro alguno en sus actos furtivos.

Nadie sospecharía nunca de ella, se suponía que era mi mano derecha, mi persona de confianza, la que estaba a mi lado casi las veinticuatro horas del día y tenía acceso completo a mi vida. Por esa misma razón era la primera en saber que Alexandre y yo manteníamos una relación real y que a pesar de suponer que me marcharía en cinco meses, quizá decidía quedarme por un embarazo inesperado, no tenía motivo alguno para no creer que fuera incierto.

—Yo no quería —sollozó—. Juro que no quería pero no me quedó más remedio que hacerlo —continuó con lamento—. Tengo un hermano enfermo, necesita un tratamiento especializado para su enfermedad poco común muy caro, ni siquiera pueden proporcionárselo en Bélgica y Jacob se ofreció a costear todos los gastos de la clínica y el tratamiento si le mantenía informado de los pasos de la reina y me aseguraba de hacerle creer que no estaba capacitada para el cargo que ostentaba. Mi cometido debía limitarse a asegurarme que ella se marchara en el tiempo establecido, eso fue lo acordado al principio, pero en el momento que sus majestades anunciaron el estado de buena esperanza, todo cambió. Jacob entró en cólera, me amenazó con dejar de pagar el tratamiento de mi hermano y asegurarse que no volviera a encontrar trabajo si no lograba que su majestad perdiera al bebé que esperaba. No tenía elección...

—Siempre hay elección —advertí sin una pizca de comprensión por su parte.

Tal vez sus motivos eran nobles, pensaba en la vida de su hermano, pero no a costa de otro ser inocente.

—Mis disculpas no servirán de mucho, pero realmente lo lamento. Recogeré mis cosas y me iré de inmediato —dijo Helia dando media vuelta.

—Antes deberás dar tu confesión a la guardia real —intervino Alexandre que había guardado silencio todo ese tiempo.

Helia asintió y Alexandre hizo llamar a los dos guardias que solían estar frente a su puerta de forma habitual para relatarles lo sucedido y que la escoltaran hasta la oficina principal del jefe de la guardia real.

Presentar cargos contra Helia carecía de sentido. ¡Ni siquiera existía el supuesto heredero! Pero tener su confesión suponía la implicación en los hechos de Jacob y el circulo entorno a él se estrechaba cada vez más... era cuestión de minutos que cayera por su propio peso.

—¿Sabías que confesaría?, ¿Cómo estabas segura de que era ella? —preguntó Alexandre en cuanto volvimos a quedarnos a solas, pero no me dio tiempo a contestar, la llamada que esperaba fervientemente se produjo al instante y el teléfono no dejó de sonar hasta que descolgó y al otro lado de la línea informaron lo que él había predicho con anterioridad.

De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora