¿De verdad estaba tan ciego?, ¿O quizá es que obviamente estaba de acuerdo con todo ello? Al fin y al cabo era quien se beneficiaba.
—Yo misma les vi y oí hablando sobre ello —intervine llamando la atención de ambos.
—¿Y qué viste u oíste exactamente? —inquirió Jacob con aire de inocencia—. Porque le aseguro que mi relación con esa asistente suya era inexistente.
—Oí como la coaccionaba y amenazaba —insistí—. ¿Ahora también va a decir que mi testimonio es inválido?
Jacob masculló algo entre dientes y supuse que no continuaría en esa línea.
—Quizá tuve algún encuentro con la muchacha y pude decirle algo amenazador, pero desde luego soy inocente de su acusación —admitió finalmente haciendo aspavientos con las manos como si de ese modo sus palabras sonaran mas honestas.
Tal vez podría mencionar el nombre de su sobrina, pero no quería meter a Eloise en problemas, ni siquiera sabía como acabaría aquella historia aún.
—Como ha dicho mi tío, es inocente de esta acusación y evidentemente desconocía este asunto por completo hasta ahora —dijo Nathaniel con seriedad—, si ese era el único motivo de nuestra reunión, tengo cosas más importantes que hacer en lugar de estar aquí perdiendo el tiempo...
—Tal vez tu hermano tenga algo que añadir —La voz de Jacob sonaba con un énfasis que no me gustaba en absoluto—. ¿No es así Alexandre? Creo que te habías planteado seriamente la abdicación en favor de tu hermano. Todo este asunto ha removido ciertos temas que sería mejor mantener en secreto...
¡Mierda!, ¡Ya había amenazado a Alexandre previamente con publicar la maldita carta si no abdicaba a favor de Nathaniel. Evidentemente sabía que las pruebas presentadas no serían admitidas y que Nathaniel no tendría ninguna posibilidad, pero había hecho todo aquello para hacer parecer a Alexandre alguien con trapos sucios que esconder.
¡Pedazo de cretino decrépito!
—Temas como... ¿Un posible amante de la reina Genoveva? —exclamé haciendo que seis pares de ojos volvieran la vista hacia mí observándome fijamente.
¿Qué como sabía eso? ¡Uy!, Si yo os contara los tres días infernales que he pasado buscando la dichosa carta...
—¿De qué habla? —gimió Nathaniel—. Mi madre no tenía ningún amante.
—¿Cómo puedes saber de la existencia de la carta? —preguntó Alexandre casi con una sonrisa en los labios.
—¿Qué carta? —exclamó Nathaniel, pero ninguno pareció hacerle caso.
—Sé muchas cosas... incluso sé que no alberga ninguna carta en su poder —dije mirando a Alexandre directamente a los ojos—, no tienes porque aceptar su coacción, solo tiene su palabra —recité muy decidida.
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De Plebeya a Reina
HumorSoy la antítesis del protocolo. El ejemplo perfecto de la incorrección. La asombrosa falta de compromiso. Y no creo en el amor... Ahora me pregunto yo, ¿Quien narices me manda a mi meterme en semejante berenjenal?