Capítulo 11 - LanLing-Jin.

3.6K 286 282
                                    

A media noche, Lan SiZhui se encontró en un lugar desconocido.

Su cuerpo, enroscado, se sentía tan cansado y sofocado que mover un solo músculo le fue imposible. Cualquier espacio en el que pensara en refugiarse de lo que sea que lo mantuviera en sigilo, ardía tan fuerte como miles de llamas en pleno éxtasis. Con las pocas fuerzas restantes en su cuerpo, se llevó las manos al rostro; notó un feo temblor en su barbilla y humedad en sus cachetes.

—¿Qué sucede?

Al hablar, su garganta se cerró y ardió. Quiso distinguir algo, pero una inesperada humareda llenó el lugar. Se filtró el terrible aroma de algo quemándose y el humo le picó la nariz y los ojos. Asustado, al ver, desde un pequeño agujero, a las llamas consumir todo, quiso pedir ayuda, pero una voz femenina, gastada por los años de vida, resonó en su mente.

«...no salgas. No salgas. No importa qué escuches, guarda silencio y espera. ¡Espera a que el herma...!».

—¿Quién es? —habló, y para su sorpresa, la voz le salió como la de un niño.

Intentó algo, pero era como usar empatía: ver sin el poder de hacer.

—A-Abuelita...—los murmullos eran apenas entendibles, aunque no cabía duda que provenían de una voz infantil cargada de miedo. Vio unas pequeñas manos aferrarse a las de otra persona, alguien mayor, hasta el punto de sacarle sangre con las uñas.

El humo se hizo más intenso y las paredes del extraño lugar elevaron su temperatura hasta el punto en el que aun sin fuerza, el niño, asustado, se mantuvo en movimiento. No hubo espacio que tocara que no lo quemara, y Lan SiZhui pudo sentir el pánico y el dolor del infante; su cabeza palpitó, la garganta se le cerró, la nariz y ojos le picaron más que nunca. Terminó enroscado, con el cuerpo caliente y el corazón tronando en sus oídos.

Afuera, el ruido era estridente. Lan SiZhui distinguió el sonido de ramas quebrándose y chisporroteando por el fuego, pero, más allá, sin duda alguna, también distinguió el sonido de metales chocando. Cientos de gritos de guerra, desgarradores, agónicos, atiborraron sus oídos. El pecho le dolió hasta el punto en el que quiso morir.

La voz femenina, esa que le advertía al niño no salir, vino a él desde afuera. Esta vez no le pidió nada, tampoco se dirigió a él, pero gritó largo y tendido antes de cesar de golpe.

Las lágrimas de miedo se convirtieron en lágrimas de dolor. Su respiración se fue apagando y el calor mermó poco a poco su vida. Estaba a punto de morir, pero unas manos frías lo sacaron del lugar y calmaron su agonía.

Lan SiZhui abrió los ojos para darse cuenta de que las emociones de esa horrible pesadilla lo sobrepasaron. Se sentó en la cama con el pulso por el cielo y limpió sus propias lágrimas. Miró alrededor y vio a sus compañeros dormir sin perturbaciones. Pegó las piernas a su pecho y, al igual que el niño del sueño, se enroscó. Las ganas de llorar lo abrumaron y se preguntó:

«¿Quién es ese niño? ¿Por qué soñé con él? Y..., ¿por qué duele tanto?».



Temprano por la mañana, Lan XiChen, Lan WangJi y Wei WuXian dejaron Gusu y tomaron camino rumbo a la región de LanLing para asistir a la Conferencia de Cultivo que se llevaría a cabo en la secta LanLing-Jin. Al llegar montaron el carruaje que por etiqueta los llevaría hasta la Torre Koi. En el trascurso observaron los murales que estaban a lo largo del camino y que contaban la historia de los líderes de clan Jin, y de otros distinguidos cultivadores. Entre esos murales, cuatro expusieron el proceso del actual líder de la secta, Jin GuangYao; desde su revelación al mundo de cultivo, hasta el momento en el que se asumió la posición de Cultivador Líder.

Escucha los latidos de un corazón ámbar | Lan MeiLing | C A N C E L A D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora