CAPITULO 11. PIEL DE OVEJA

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Un mes después.

Atravesó la recepción del hospital, cuidando en todo momento pasar desapercibida, poco sabía que la presencia de una mujer como ella, difícilmente podría ser ignorada.

Con una sonrisa cómplice; la recepcionista la dejó seguir. Una vez que pasó el peligro de ser reconocida por algún familiar de Raziel, aminoró el paso; y con mucha cautela, caminó por los amplios pasillos que la acercaban cada vez más... a ese remanso de paz que disfrutaba como si fuera una niña que estaba descubriendo el mundo por primera vez.

Carol entró a la habitación doce; es lo que acostumbraba desde que su amigo le permitió visitar a la esposa de Raziel todos los días; porque había descubierto, que esa visita, era la única que Paula Usero recibía sin que sobreviniera un ataque de pánico, por el contrario, todo parecía indicar que su presencia le tranquilizaba.

—Buenos días, Margaret —saludó Carol a la enfermera que estaba allí desde el primer día.

—Licenciada Rovira, muy buenos días por la mañana —respondió Margaret López, con una sonrisa de bienvenida—. Parece que estamos de buen humor hoy.

—El día pinta bien —respondió Carol, mientras dejaba el maletín sobre la mesita, y una rosa roja en manos de la enfermera.

Los monitores comenzaron con su ya acostumbrado aumento de pitidos... eso pasaba cada vez que Carol entraba a la habitación.

La enfermera le dio la espalda a la abogada; necesitaba ocultar una sonrisa ante el reconocimiento de lo que estaba sucediendo... que la paciente estaba despierta y fingía dormir a profundidad.

Por supuesto, Carol ni siquiera lo sospechaba.

Tenía una semana que Paula, al fin, pudo abrir los ojos; todavía tenía moretones, pero iris y pupilas, poco a poco, recuperaban su precioso tono normal... Algunos puntos púrpuras alrededor de las partes blancas, nada de consideración si se tomaba en cuenta su estado inicial.

El día anterior, por un descuido, Carol pudo mirar sus ojos, aunque hayan sido solo dos gloriosos instantes; en ambos, Paula rehuyó de su mirada y jamás pronunció una sola palabra.... Sí, también podía separar los labios, pronunciar unas cuantas palabras; y probar algunos sólidos.

—¿Cómo sigue? —preguntó Carol, mientras miraba el rostro sereno de apariencia dormida.

—Mucho mejor que ayer —respondió la enfermera—, voy por su desayuno. ¿Se puede quedar unos minutos con ella?

—Vamos a ver —masculló Carol—. Andrés ordenó que no deben dejarla sola ni por un segundo. No deben confiar en nadie... ¡en nadie!. Y no veo al interno por ninguna parte.

—El doctor Calavera fue al baño. Le prometo, licenciada, que esa regla la seguimos al pie de la letra, pero usted es un pan de dios. ¿O acaso piensa hacerle daño?

—¡Claro que no! Pero eso no les justifica.

—Tiene razón —respondió la enfermera con tono conciliador.

—Me pregunto cuántas de las personas que la visitamos somos considerados un pan de dios, según su criterio —se quejó Carol, reacia a dejar el tema de lado.

—Usted es la única que tiene permiso abierto de visita, vamos, ni siquiera su esposo.

—No quiero que la dejen sola, y punto.

—Está bien, licenciada, para que esté tranquila voy a llamar a su amiga Regina, para que supervise su visita.

—Conozco a una Regina —respondió Carol con tono mordaz, ya la había visto atendiendo la recepción en ausencia de la titular del puesto; de hecho, ya había cruzado unas palabras con ella.

EL PÚRPURA EN TUS OJOS (fanfic Paurol)Where stories live. Discover now