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Raziel.

Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.

Hebreo 11:36

°°

El sonido del reloj burlándose de mi desespero, el crujir de la madera bajo los estúpidos zapatos de Hale y el repiqueteo incesante de mi pierna parecen unificarse en una cuenta regresiva que indica el poco tiempo que queda para que explote.

Tic, tac.

Me paso la mano por el cabello, cargado de frustración, enojo y miedo. Mucho miedo. No recuerdo la última vez que temí por algo o alguien, más que aquella mañana donde Edén tuvo la osadía de volver al camión que largaba gasolina e intentar salvar al chofer. Maldición, se me había helado la sangre y el corazón se me detuvo por un par de segundos. No podía imaginar que sería de mí si no la volviese a ver. No puedo hacerlo ahora tampoco.

Desperté sin su abrasante figura a mi lado, ni la asquerosa presencia de Hale en la cama. Estaba solo. No quise actuar paranoico y lo dejé pasar, pero fue una mala idea. No daba con ninguno en el hotel y el tiempo corría, la boda es en un par de horas. Luego, colisiono contra un muy desesperado y pálido Hale. La boca se me inundó de sabor amargo.

- Tenemos que hacer algo. – Hablo entre dientes. – Han pasado 50 minutos de la hora pactada, Hale. Ella podría... - Paso saliva y niego. – Ella podría estar herida.

- No.

Hace lo mismo que lleva haciendo desde que me contó lo sucedido en la feria; Responder con monosílabos y caminar de un lado a otro en el cuarto. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? ¿Cómo pudo dejarla ir sola?

- No puedes pensar más allá de tu propio feo culo, ¿no?

Se detiene en seco, a medio metro de mí, y rota lentamente la cabeza en mi dirección.

- ¿Qué has dicho? – Tuerce la boca, en una mueca que intenta intimidarme. No lo hace. Por mi parte, pongo ambas manos sobre mis rodillas y me impulso para levantarme, enfrentándolo.

- Que ella estaría aquí si tú no hubieses dejado que saliera sola de allí.

- Arriesgué mi "propio feo culo" para que pudiese llegar a la salida sin un rasguño, sin siquiera saber cómo salir de ese maldito lugar. Mejor cierra el hocico, o será mi puño quien lo haga.

Me muerdo la lengua. No puedo golpearlo. Si lo hago, lo mataría.

Respira, Raziel, respira.

Hale baja la mirada a mis manos, las cuales están apretadas a cada lado de mi cuerpo. Es obvio que estoy conteniéndome, él por su lado solo plasma una sonrisa en su amorfo rostro.

- ¿Qué pasa, Lans? ¿El perrito necesita que le jalen de la correa para comportarse? – Palmea mi rostro. Cierro los ojos y respiro profundamente.

Los gritos desgarradores de Edén aquella noche en la playa, cuando vio mi verdadero ser, vuelven a mi como una advertencia. Uso ambas manos para empujarlo del pecho y separarlo medio metro de mí.

- Edén está allá fuera, con quien sabe quién haciéndole quien sabe qué, ¿y tú buscas que te parta la cara? – Me cruzo de brazos y disimulo el nudo que se formó en mi garganta. - ¿Tu podrido corazón no es capaz de sentir, siquiera, un poco de miedo?

- ¿Miedo? – Suelta una seca risa. - ¿Estamos hablando de la misma Edén? La que te dio un rodillazo en las pelotas a los 15 minutos de conocerse, o la casi se carga a un bielorruso a golpes; porque suena como si te refieras a una maldita niña que no sabe cuidarse y, por lo que yo sé, esa loca no nos necesita.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora