Capítulo 9: Ingrata

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"Porque yo soy dientes y tú eres carne

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"Porque yo soy dientes y tú eres carne. Porque tú eres cenizas y yo soy aire".

Vaas Boncraft agarró una pluma de escribir y jugueteó con ella, pasándola entre sus dedos de un lado a otro. Observó a Iryna con travesura y pudo percibir la perplejidad de su rostro. La joven respiraba acelerado ante la respuesta que el varón le dio. Vaas ladeó su cabeza y esbozó una sonrisa sibilina.

—Por cómo palpita tu yugular, puedo intuir los latidos acelerados de tu medroso corazón, Iryna. ¿Estás inquieta?

La muchacha no quiso revelar aquella fisonomía.

—¿Con quién jugaré? —interrogó ella.

Él soltó una risa nasal que sonó muy sarcástica y superiora.

—Con alguien que se toma mis juegos como una prioridad —Concluyó.

Ella se apartó del escritorio y se acercó al caballero. Vaas no retrocedió ni un solo paso y la observó desde su altura. Su semblante disciplinario podía ser eminente. Sostuvo con fuerza la pluma entre su puño conforme la observaba a ella. El segundo no pudo evitar fijarse en sus ojos caramelo.

—Señor Boncraft —mencionó la chica—. Si quiere que arriesgue mi vida para demostrarle que no estaba robando, sino curioseando, daré mi vida por defender mis principios.

Aunque Iryna fuese un cervatillo atemorizado en las garras de su cazador, no quiso demostrar ni un ápice de vulnerabilidad ante sus ojos, porque jugaría contra ella.

Los ojos bicolor de Vaas bailaban sobre su rostro, atento.

—Este es tu juicio, Bambi. Y yo soy tu juez que dictará tu sentencia. Demuéstrame tu inocencia.

Ella observó la cinta de video que con anterioridad había poseído sobre sus manos. Luego observó al caballero para decirle:

—No quiero sonar impertinente y, discúlpame de antemano si lo hago; pero alguien que recalca que no es fan de las cámaras de video ni todo lo que conlleva eso, tiene una cinta sobre su escritorio.

Vaas agarró aire en sus pulmones y luego lo soltó, de manera disimulada. Acto seguido, sonrió enseñando su dentadura perfecta. Esquivó su conjetura y dictaminó:

—Dices que no estabas robando, pero sí curioseando mi despacho. ¿Qué buscabas exactamente, Iryna? —respondió él con otra pregunta.

—Fotos de su familia —mintió—. Su mayordomo me insinuó que no es usted el único Boncraft. Si mi pecado ha sido jugar con la curiosidad entre mis dedos, que así sea. Lo sobrellevaré con mi mejor cara. Me marcho.

Pero antes de salir por aquel despacho, se giró, agarró aire y soltó:

—Yo he respondido su pregunta. Sin embargo usted me la ha esquivado, señor Boncraft. Está en todo su derecho de no responder, aunque no deja de ser curioso su rehuso.

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora