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Cuando abrió los ojos, lo único que pudo ver fue oscuridad, pero el olor a diferentes pociones enseguida le hizo saber que estaba en el hospital.

Pestañó varias veces seguidas, hasta que sus ojos lograron acostumbrarse a la oscuridad de la habitación. Había una ventana en la pared que estaba a su derecha, por la que se colocaba la luz de la luna. Con esos rayos de luz plateada fue capaz de divisar un sillón individual a su izquierda y una mesa de luz a su derecha.

Intentó enderezarse con algo de dificultad, pero un fuerte dolor desde lo más recóndito de su cerebro la obligó a recostarse otra vez, sosteniendo con fuerza su cabeza como si hizo fuera a servir de algo.

La puerta se abrió, revelando la figura de una persona que parecía ser un hombre. Phoebe lo confirmó cuando la luz se prendió, revelando a un joven que no parecía ser mucho más grande que ella. Él le sonrió, pasando una mano por su desordenado cabello castaño.

—Hola, Phoebe —saludó. La muchacha no sabía si estaba nervioso o incómodo, pero la hizo sentirse un poco incordiosa—. Mi nombre es Timothy. ¿Cómo te sientes?

—Te recuerdo —dijo—, de Grimmauld Place.

—Sí. Estabas inconsciente cuando llegamos, tuve que despertarte y cargarte hasta el parque.

Phoebe apretó los labios, algo incómoda.

—Sí... gracias.

—Los demás están a salvo en la escuela. Creo que iban a llamar a sus padres —explicó. Luego hizo una mueca—. A algunos de ellos.

—¿Voldemort se escapó?

—Dumbledore y un gran grupo de Aurores e Inefables se quedaron en la casa. No van a dejarlos escapar —la tranquilizó, dejando en la mesa de luz una taza con un líquido humeante. Al lado de esta, Phoebe pudo divisar una varita que supuso era la de él—. Aquí, tú estás a salvo.

Phoebe soltó un bufido. La realidad era que no tenía miedo de salir herida, solo no quería que Voldemort volviera a escaparse. Quería que todo terminara de una vez.

Intentó levantarse una vez más, pero el dolor en su cabeza se instaló también en su torso. Timothy la obligó a acostarse, colocando sus manos en sus hombros con suavidad. Cuando la chica se quedó quieta, se alejó, pero con un movimiento de varita enderezó un poco el respaldar de la cama.

—Solo quiero que mi familia y amigos estén bien. Voldemort ya sabe quiénes somos, si escapa no parará hasta que estemos muertos —murmuró con la voz temblorosa.

Le disgustaba mostrarse débil ante un desconocido, pero había pasado tanto tiempo pretendiendo ser fuerte que se sentía mentalmente agotada.

—Dumbledore no dejará que Voldemort huya.

—¿Y Rabastan?

—No estaba con ustedes —respondió con una mueca—. Pero Dumbledore y los demás lo van a encontrar. Hiciste más de lo que debías, Phoebe. Ahora es momento de que descanses.

(...)

No había nada que Phoebe deseara más que descansar, pero el universo no estaba de su lado en ese momento. De hecho, nunca lo estaba.

El Auror Timothy se había retirado a buscarle una taza de té cuando oyó el primer golpe. Los gritos no tardaron en escucharse, al igual que la risa maniática que se le hacía tan conocida.

La buscaba a ella, eso era obvio. Phoebe miró hacia sus costados, buscando con desesperación algo con lo cual defenderse, ya que la habían desarmado en Grimmauld Place.

Estaba indefensa, así que se levantó, apretando sus labios para no soltar el gemido de dolor que luchaba por escapar de su garganta. Se dirigió a la única puerta que encontró, que resultó ser el baño. Sin prender la luz, se encerró intentando ser lo más cautelosa posible, y envolvió su mano en un toalla que encontró antes de darle un golpe con toda la fuerza que tenía al espejo.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora