𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟏: 𝒆𝒍 𝒂𝒔𝒄𝒆𝒏𝒔𝒐

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Conseguimos una bola y yo llegué al Resort arrastrándome con la camiseta mojada en sudor, la cara embadurnada en crema y el corazón un poco roto, pero supongo que el cansancio me impedía estar triste. Al menos ganamos la estancia en ese spa que esperaba que fuese bueno, pero me temblaban las piernas y tuve que tumbarme en una de las hamacas que rodeaban aquella piscina. No tenía fuerzas ni para tirarme al agua.

Olivia, en cambio, permanecía de pie con las manos en las caderas y una sonrisa mientras hablaba con Catalina, la gerente, que se preocupaba por su situación y le pidió perdón mil veces, además de asegurarle que ese hombre no volvería a trabajar allí. Lo manejaba como la profesional que era de cara al público, sin darle importancia.

Yo decidí no desaprovechar el tiempo y sumergirme en el spa tan pronto como pude. El olor a cloro de la piscina se mezclaba con un aroma a melocotón que emanaba de los conductos de ventilación. Solo se escuchaba el sonido de las burbujas y el motor de los jacuzzis que rodeaban la enorme piscina redonda donde los chorros de agua a presión flanqueaban los bordes de esta. Dentro, unas hamacas que también desprendían burbujas que brotaban en la superficie. Al fondo, una sauna, baños turcos y una piscina de agua congelada a la que estaba segura de que no iba a entrar.

—¿No me esperas? —Me giré al escuchar la voz de Olivia, que se desprendía de la tela blanca con la que cubría sus hombros.

—Creía que ibas a descansar.

—No, prefiero dormir esta noche.

Me sumergí en la piscina de cabeza y aparecí al otro lado, sintiendo cómo el cloro se llevaba la sensación aceitosa de la crema solar y el asqueroso sudor que se había incrustado con la arena del desierto en cada poro de mi piel.

—¿Por qué te vas tan lejos? —Escuché desde la otra punta mientras sacudía el pelo al salir del agua.

Porque me sentía mal. Porque me había sentido un trapo sucio al escuchar que solo era sexo, que no tenía ningún atractivo para ella. Ni físico ni de personalidad. Solo era alguien con quien desfogarse. Al fin y al cabo, todas mis relaciones habían sido así y empezaba a pensar que era un problema mío. Aunque, fin y al cabo, yo no era la que debía sentirse mal. Yo no era la protagonista ahora y quizás estaba siendo egoísta anteponiendo esa tontería a lo que me acababa de contar.

Nadé hasta donde estaba ella, sentada sobre una de esas hamacas que expulsaban burbujas, y me coloqué bajo uno de esos chorros de agua que me destruían el cuello.

—¿Puedo hacerte una pregunta? No sé si te molestará... —Pregunté. Ella abrió un ojo y me miró de soslayo.

—Ajá.

—¿Por qué te acostabas conmigo? Es decir... Podrías haberte acostado con cualquiera. —Alcé los hombros, saliendo del chorro a presión.

—Pues por lo mismo que tú te acostabas conmigo. —Contestó con una respuesta espejo, esperando sacar de mí lo que yo esperaba saber de ella, pero yo era ingenua y en ese momento no lo sabía.

—Lo siento, no quería molestarte. —Me tumbé a su lado en la hamaca, sintiendo las burbujas levantar mi cuerpo.

—No me has molestado. ¿Por qué piensas que me molesta? —Giró la cabeza en mi dirección, con los ojos cerrados.

—Porque no paro de darle vueltas a las cosas que te he dicho o te he hecho. No paro de pensar: "¿le molestó cuando la agarré del brazo?", "¿Le hizo daño cuando le decía que no era mi tipo para casarme?", "¿La mandé a un pozo de tristeza cuando se me ocurrió abrir la bocaza para hacer una broma?" —Solté un suspiro, estirándome el pelo con las manos totalmente mojadas—. No sé, Liv. Soy especialista en empeorar las cosas.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora