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Sorprendentemente Londres tenía un clima precioso ese día. Las personas habían aprovechado el calor del sol para dar un paseo en Hyde Park y los alrededores. Los más jóvenes estaban felices de salir de casa y cambiar sus actividades para variar.

En la casa de los Barrett no se sentía la misma emoción. El señor y la señora se preparaban para la cena de la noche con cierto alivio debido a que sus problemas económicos quedarían irremediablemente saldados gracias al enlace de Allison con el vizconde de Dusell. Llevaban semanas esperando por la confirmación del aristócrata y era una buena señal que hubiera pedido ir a comer con ellos en esa ocasión.

Por otro lado, la castaña estaba a punto de perder la cabeza. Si pensaba que su vida había sido un infierno hasta ahora, estaba equivocada. Una vez se convirtiera en la esposa del vizconde, la poca felicidad que le quedaba sería destruida para siempre. Ese hombre no tenía buenas intenciones y si los rumores no eran erróneos, la maltrataría de la forma que quisiera.

Terminó de hacer su peinado y se pusó de pie al escuchar el ruido de la puerta principal cerrarse. Con aquel ruido supo de inmediato que el vizconde había llegado y debido a las insinuaciones de su padre, en cuestión de horas se destaparía una botella de champagne para celebrar la noticia del próximo matrimonio.

Los minutos pasaban con rapidez y la ansiedad recorría sus venas. Había sido muy ilusa al creer que podía solucionar aquel embrollo ella misma, y peor aún al buscar un salvador en el señor Winston. Lo único que había conseguido había sido molestarlo y quedar en ridículo. Por fortuna, el banquero había tenido la consideración de no decir ni una palabra o crear un rumor en torno a ella.

Los días la habían hecho aceptar su destino y ya nada podía hacer para escapar de lo que le esperaba.

Una criada le indicó que era momento de bajar para recibir a la visita y así lo hizo. Mientras descendía por las escaleras sintió los nervios de su madre desde el último peldaño. Miraba con mucha atención la pequeña oficina de su padre y eso la intrigó tanto como inquietarla.

—¿Sucede algo, mamá? —preguntó al verla casi trastornada.

—Uno de los socios de tu padre está aquí. —explicó —Justo antes de nuestra gran cena tenía que aparece un cobrador —mencionó disgustada.

—¿Es muy grave? ¿De cuánto dinero estamos hablando? —sus progenitores nunca trataban ese tipo de temas con ella, pero de vez en cuando se explayaban con sus problemas y de paso la culpaban de todo.

—No sabría con exactitud cuánto, pero es tolerable. Lo que no entiendo es qué hace aquí, se supone que ya había un plan de pago acordado. Si sigue en la casa para cuando lord Dusell llegue, nos va a arruinar todo.

Antes de poder responder, la puerta se abrió de par en par y vio a su padre con una gran sonrisa en la cara. Al parecer acababa de saldar una deuda o cerrar un trato importante. Un poco de alivio la invadió al saber que no había sido tan mala la conversación que acababa de tener. Ya por experiencia sabía que si a sus padres les iba mal en algún aspecto, a ella le iría peor aguantando sus gritos y reproches.

—Que un criado traiga la mejor botella de vino que tengamos —dijo Barrett extendiendo los brazos al aire. Allison sonrió al saber que eran buenas noticias y nadie iba a cobrarles los préstamos y deudas en ese instante.

—¿Todo está bien? —preguntó su madre.

—Me alegro que ya estén aquí ambas —dijo el hombre al ver a las castañas allí. —Entren.

Su madre entrelazo el brazo con ella y la hizo caminar con rapidez para que Barrett no se molestara. El despacho no era tan grande, apenas tenía una biblioteca mediana, un sillón con otras dos sillas frente a la chimenea y un escritorio junto a la ventana con dos asientos para las visitas. Aún así, para ella siempre había sido uno de los lugares más agradables de toda la casa.

Allison esperaba encontrarse con uno de los típicos socios de su padre, pero al alzar la mirada casi se tropieza con la alfombra al ver al señor Winston de pie en el centro de la sala. Sus ojos la miraron solo a ella durante varios segundos, dejando en claro que iba a ayudarla.

—Winston ha venido a hacer una propuesta de matrimonio.

—¡Oh, Dios! —dijo la madre por lo bajo.

—La verdad es que aún no hago una proposición formal, solo le he informado al señor Barrett mi interés por usted, señorita. —se dirigió a ella, pidiéndole que le siguiera el juego.

—Es un honor que pida la mano de nuestra hija, señor Winston. Pensamos que iba a desposar a una noble.

—Si bueno... Al final me decidí por una dama con la que tenía más elementos en común. Me gustaría escuchar a la señorita Barrett y que acepte ser mi esposa, a pesar de que ya es un hecho que ustedes están de acuerdo. 

Aunque todos estaban concentrados en aquel momento, ella pudo escuchar un carruaje detenerse en la entrada, ahora estaba completamente segura de que se trataba del vizconde. Volvió a centrar su atención en el banquero y supo que no había marcha atrás. Ella se lo había pedido y si bien él se había tomado sus días para decidirse iba a rescatarla del infierno que estaba por vivir.

—Acepto. —dijo en voz alta y con mucho miedo de que Carl cambiará de idea.

El burgués le sonrió y su madre aplaudió encantada y sirvió en las copas el vino que habían traído, su padre palmeó a Winston en la espalda y le dio unas palabras de bienvenida a la familia.

Lo que pasó luego con el vizconde de Dusell se solucionó rápido. El aristócrata al enterarse que ya no habría matrimonio insultó a los Barrett de mil maneras diferentes. Carl intentó tener una conversación más civilizada, pero el noble no dio su brazo a torcer. Gritó perjurios en su contra y para cuando los criados lograron echarlo a la calle, ella ya sabía que lo peor había pasado.

Después de todo, Carl Winston, sería mejor yerno que un viejo vizconde. Él tenía una fortuna más grande, más contactos e influencia en la sociedad y era más joven que Dusell. Además, al contraer matrimonio con Allison, la deuda de los Barrett estaría prácticamente saldada. 

Historias Cortas - Misterios de Londres III (COMPLETA)Where stories live. Discover now