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Ese día había ido sola. Más temprano que sus dos primeros días, pues necesitaba comprar algunas cosillas antes de llegar a la agencia de Endeavor, además de no querer permanecer en casa con su madre solo para soportar sus comentarios llenos de burla sobre Izuku y la aprobación que le daba en lugar de Bakugo, solo para hacerla enfadar o verle las mejillas rojas.

Sayio quería ver el mundo arder.

Aquel era su tercer día de prácticas y no había visto a Katsuki desde el primero luego de ver ese video que podía comprometerlos cuando los vieran por las calles de la ciudad. La realidad era que el ángulo que tomaba la cámara daba entender aquello, pero ¿cómo podría explicar que no era lo que parecía? Su madre vio el video al día siguiente, de ahí sus comentarios por la mañana. Creyó que a Bakugo le daba igual y por eso la ignoraba, o bien no quería que quien viera aquel video tuviera ideas equivocadas y por ello mantenía distancia con ella; sin embargo, estando en sus pasantías, no trabajarían juntos, esa era la verdad desde el inicio; su primer día fue algo inesperado, viéndose dispuestos a enfrentar a los villanos y no iba pensar de más creyendo que la evitaba.

Suspiró pesadamente sin saber qué pensar o cómo tomar la situación. Le gustaba creer que la sociedad podía verlos como una pareja y en su mente sonaba bonito creerlo de esa manera, pero sabía que aquello era algo completamente alejado de la realidad y que tal vez no pasarían a más y solo serían compañeros hasta graduarse, porque sería un hecho que trabajarían en agencias diferentes y de ahí cada uno haría sus vidas... él encontraría a alguien.

Pensar en ello, en el futuro, le provocaba un vuelco, porque no podía imaginarse a Bakugo enamorado. Si con ella no había sucedido, dudaba que fuera algo que estuviera dentro de sus prioridades y más al pasar a la vida adulta, donde estaría más cerca de su objetivo principal. Ganar y ser el número uno. Se sintió desanimada de solo pensar en que tal vez, solo tal vez, se le diera por enamorarse de una chica a la que conocería cuando trabajara como un profesional. Que a ella le costara muy poco tener su atención, cariño y amor. Y los celos la invadieron tanto como la impotencia, una que creyó estúpida e innecesaria porque solo se dejaba llevar por sus pensamientos. Era patético pensar en todo ello cuando aún no sabía lo que le deparaba el futuro, pero... si era honesta, odiaría saber que con otros si era posible todo mientras que con ella no.

Oi, vas a chocar.

Solo sintió un pequeño tirón cuando oyó su voz a su lado. Alzó la vista para encontrarse con ese par de orbes bermellón que le regañaban sin decir nada más por ir distraída en la estación. Miró hacia atrás y se encontró con una máquina dispensadora de gaseosas con la que hubiera chocado de no ser por él.

—¿Dónde está Izuku? —preguntó el más alto, observando a varios lados como si en cualquier momento saliera a la luz.

—Esta vez vengo sola —respondió la chica lobo un poco distraída.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Quería salir de casa —habló dubitativa la joven.

—¿Sucedió algo?

—Nada en especial —aseguró rascándose la nuca—. Nada de qué preocuparse. Todo está bien, si es lo que quieres saber. Es solo que... —dudó y miró al rubio esperando a que terminada. No estaba segura de decir lo siguiente, pero era una forma de intentar sacarse de la duda, aunque eso no le aseguraba que Bakugo respondiera con lo que quería escuchar—. Mamá vio aquel video y desde entonces no deja de decir... cosas.

—Entiendo —murmuró continuando su andar—, hiciste bien entonces. Yo hice lo mismo, la vieja no paraba de hablar y preguntar cosas.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó ella esperanzada.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora